Velaí! Voici!

Cumpliendo 40 en Almada

Volvemos a Almada, por lo menos yo, como niños pequeños que aún creen en los Reyes Magos de Oriente o en cualquier otra fantasía. Pero cumplimos años. Lo contrario es peor. El Festival de Almada va en los 40, que no es poco para un evento de esta magnitud y características. En la “esplanada”, el patio de la escuela, y en el propio Joaquim Benite, el Teatro Municipal de Almada, continúa sintiéndose la esencia con la que, imagino, esto comenzó hace cuatro décadas: la gran familia del teatro, la importancia de lo comunitario, de lo compartido, que se puede percibir a muchos niveles. Un festival organizado y gestionado por una compañía de teatro, hecho desde la profesión, que intenta realizar, en la medida de lo posible, esos sueños de la gente de las artes escénicas, que son, al fin y al cabo, utopías necesarias: un espacio libre de violencias, donde reine la empatía, el diálogo, el respecto y el compromiso con las causas justas.

En estos días viendo espectáculos y escribiendo sobre ellos, o sea, pensando y aprendiendo de lo que sucede en los escenarios del 40 Festival de Almada, tengo la ligera impresión, y no sé si me engaño, de que nos hemos visto confrontados con la muerte, sin que ningún deceso, toco madera, nos haya asaltado directamente.

El caso es que la muerte, como hecho, nos puede colocar en otro lugar menos arrogante, triunfalista o egoísta, sin caer en el fatalismo, ni en la moral religiosa. La muerte anda merodeando temática y conceptualmente, de maneras diversas, por el grueso de lo que he ido viendo. En un equilibrio sorprendente en ‘Everywoman’ de Milo Rau y Ursina Lardi (Schaubühne Berlin); de manera celebratoria y reconstituyente en ‘A equipa’ de Afonso Cruz e Rui M. Silva (Dentro do Covil); en inquietante comedia en ‘Il compleanno’ de Harold Pinter, dirigido por Peter Stein (Tieffe Teatro Milano); con el eco polémico y humorístico de Bernhard en ‘Calvário’ de Rodrigo Francisco (Companhia de Teatro de Almada); en la amenaza de la fuerza de la gravedad frente al vuelo poético en ‘Minuit’ de Yeann Bourgeois Art Company; en la liturgia dancística de ‘Momo’ de Ohad Naharin (Batsheva Dance Company); en el final de la historia de los precarios de ‘Ulysse de Taourirt’ de Abdelwaheb Sefsaf (Compagnie Nomade in France)…

No sé si son los años, pero el concepto de la muerte, más allá de tendencias existencialistas, puede abrir una brecha, para nada funesta. Incluso me atrevería a decir que puede servir, dentro de esta acelerada vida de la productividad y el éxito, como interpelación para volver a mirar a los ojos a aquello que es fundamental, lo básico, lo necesario. Un mirar a los ojos que pararía el negocio de las guerras o el de la extinción del Planeta. Un mirar a los ojos ingenuo, como el del niño que cree en los Reyes Magos de Oriente o en otras fantasías. Un mirar a los ojos que, lejos de las pantallas, como en el teatro, vis-a-vis, reactivaría esos valores que no nos da ni tiempo a practicar. Porque, claro está, esto no se trata solo de teoría, es necesaria una práctica.

Esos valores básicos que, por ejemplo, encontramos en el magnífico equipo que nos acoge, lo mejor que puede, en este 40 Festival de Almada.

¿Será la muerte una solución? Tomémoslo sin misticismos, con alegría, como en un festival. La energía no se crea ni se destruye, se transforma. Y el teatro es ese espacio mágico donde generamos situaciones especiales de energía. Voici!

P.S.- Otros artículos relacionados:

“39 Festival de Almada, algunos medios y remedios”, publicado el 18 de julio de 2022.


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