Cyrano de Bergerac/John Strasberg/Concha Busto Producciones
La fidelidad
Obra: Cyrano de Bergerac
Autor: Edmond Rostand
Intérpretes: José Pedro Carrión, Lucía Quintana, Cristóbal Suárez, Ricardo Moya. Miguel esteve, Alberto Iglesias, Román S. Gregory, Francisco Hidalgo, entre otros
Escenografía: Daniel Blanco
Vestuario: Mará Luisa Ángel
Iluminación: Juan Gómez Cornejo
Música: Mariano Díaz
Dirección: John Strasberg
Producción: Concha Busto
Teatro Arriaga –Bilbao- 28-03-07
Cuesta reiterar los conceptos que sobre esta obra se han ido acumulando a lo largo de loas docenas de montajes que se han visto. La primera impresión es comprobar que pese a todo, la historia, funciona,. El amor desprovisto de intereses, la fidelidad más allá de cualquier idea moral, el triunfo de las lamas puras frente a la impostura, el interior de cada individuo frente a su imagen exterior. Asuntos que se activan ante los espectadores de hoy en donde ninguno de los valores que proclama la obra de Rostand están en uso social y mucho menos tienen valor de cambio.
Así que es la historia, es decir las circunstancias y situaciones en lasque se mueven los personajes, sus intereses y ambiciones, los diálogos para irnos situando mejor en el desarrollo de esta tragedia romántica con final feliz. Tétrico, triste, pero emocionante por feliz en el sentido del triunfo del feo, del amor a lo intangible y no a lo simple objetivable. Cyrano o la capacidad de seducir a partir de sus poemas frente a Cristián, el guapo, el joven esbelto que no tiene el don de la palabra. Ella, Rosana se enamora del joven a primera vista, pero su éxtasis llega a través de las cartas que recibe diariamente, escritas por Cyrano en nombre del otro.
Esta historia está muy bien contada, simplemente hay que dejarla fluir sobre el escenario sin colocarle más aditamentos que los que se imaginen en la puesta en escena y en esta ocasión hay una sugerente escenografía de Daniel Blanco que va recreando ámbitos a base de la desaparición de telones y con la ayuda inestimable de la iluminación.
Dicho así, tenemos el espacio, tenemos el texto, en una adaptación muy popular, y tenemos a los intérpretes, y aquí hay que hacer varios apartes, porque si bien José Pedro Carrión aporta un toque de cinismo en la primera parte a su Cyrano, esta opción arrastra un poco al resto que se deja llevar por su prosodia y su tempo, en ocasiones demasiado lento. Después está el gran reto de dar credibilidad a los versos amorosos, a las escenas más románticas, y ahí se mantienen Lucía Quintana y Cristóbal Suárez rozando lo creíble, pero como la dirección ha optado por contarnos casi un cuento, hay un tono general como muy juvenil, casi de cómic, paródico que coloca a la propuesta en un territorio bastante más asequible a todo el mundo.
Como obra de teatro clásico, de la historia fundamental, como pieza casi museística, este trabajo cumple con creces, tiene dignidad y logra uno de los objetivos de su director: se entiende perfectamente. Quizás no haya que pedir mucho más, porque si la primera parte parece ir un poco atrancada, la resolución final es buena y la escena de la luna emociona. Con eso hay suficiente.
Carlos GIL