Dan ganas de callar para siempre
Como en los rituales matrimoniales cuando el oficiante solicita si alguien tiene algo que decir sobre el enlace, que lo diga o calle para siempre, así me encuentro yo, con todos los matices que ustedes quieran, debido a mi pulsión viajera que me hace ir reseteando mi mirada al mundo, a los seres humanos, a las políticas culturales, a las ilusiones teatrales en diferentes lugares de este Planeta Tierra. Podría utilizar un rasero uniformador, pero o digo algo que tengo que decir ahora o tendré que callar para siempre. Y es una decisión que debe tener componentes diplomáticos, algo que confieso es una asignatura pendiente en mi currículum y que siempre que aplico alguna noción semejante me sale un herpes en la comisura de los labios que probablemente se deba a mi esfuerzo por morderme la lengua.
Llevo unos años que decido ir a ciertos lugares, a ciertos eventos, festivales, ferias, congresos con una idea transversal: quizás sea la última vez. Dada mi cambiante situación médica, muchas personas que me rodean piensan que lo digo por si acaso me muero, me da un susto el corazón, cualquiera de esas circunstancias que, desgraciadamente nos rodean. No es por eso, de verdad, aunque siempre es algo que puede suceder. Lo digo porque además de las muertes de congéneres amigos y conocidos y admiraos que se nos van, hay una tendencia silenciosa a un cambio estructural de personas al frente de ciertas instituciones u organizaciones y a una sensación de que, por las razones que sean, se van produciendo cancelaciones que se hacen con argumentaciones de toda índole y que casi ni se contestan, porque estamos en un proceso de cambio que se parece a la disolución, al cambio de paradigmas, como si el mundo cultural y en concreto las Artes Escénicas estuvieran en una situación de baño en líquido disolvente.
Miren, he estado en Cáceres en su Muestra Ibérica de Artes Escénicas y de repente me di cuenta de que era la octava edición. Y me sucedió algo extraño: yo con Toñi Escobedo, Javier Leoni y un director general muy proactivo con otras muchas personas, colaboramos para hacer las primeras ediciones de esa feria y, perdonen mi falta de memoria, no recuerdo exactamente cómo se enunciaba, lo cierto es que de eso hace bastante más de ocho años. Por lo tanto, sucedió que cuando ganó el PP, por razones que no soy capaz de transmitir en estos momentos, se suspendió y hasta que no volvió el PSOE a retomar la mayoría parlamentaria para gobernar no se volvió a recatar esta acción de promoción del teatro extremeño e ibérico con el nombre de MAE.
Es decir, esta edición venía ya marcada en la agenda, y se supone que programada, por el equipo del anterior gobierno, pero puede quedar una duda razonable ya que el gobierno de coalición del PP y VOX puede tener alguna idea sobre esta acción que tiene su funcionalidad y que cierra las ferias de artes escénicas del Estado español de cada año. Hablo desde la más pura y sincrética intuición. Con quienes he hablado se muestran cautelosos. Es obvio que existe un estado de incertidumbre. Las estructuras de ayudas, circuitos y demás acciones se han ido consolidando con gobiernos socialistas, por lo que se pueden esperar movimientos que sirvan, cuando menos, para matizar, para dejarse ver. Y en territorios o zonas tan específicas como Extremadura, la supervivencia de las unidades de producción profesionales, dependen de manera importante de las políticas de sus gobiernos autonómicos tanto para la producción como para la exhibición.
De momento, lo que se ha producido es la sustitución de los directores de los dos teatros más importantes: el Gran Teatro de Cáceres y el López de Ayala de Badajoz. Así que habrá que esperar a ver los recién nombrados directores generales de Cultura, del Centro Dramático de Extremadura y otras instancias intermedias, por quién se dejan asesora, a quiénes escuchan, por dónde van las directrices, si existieran, pero es obvio que algo va a suceder. Y muchos tememos que no será para bien.
Porque las decisiones de los políticos, con criterios partidarios, en ocasiones muy ideológicas, acaban influyendo en un tiempo prudencial en las obras que se producen. Probablemente esa mala costumbre de los recién llegados de “inventarse” algo para separarse de lo que se había hecho, se convierta en una manera de desmontar lo que más o menos funciona, aunque, de verdad, seguramente desde análisis objetivos, profesionales, de desarrollo sostenible y de proyección hacia el futuro existan muchas de las acciones que sean mejorables. O incluso que existan agujeros que se deban tapar.
Lo cierto que estamos refiriéndonos a Extremadura, pero no se debe olvidar que hay muchas otras autonomías que están en este mismo proceso de acomodación de las estructuras, planes, reglamentos existentes a lo que quieren hacer los recién llegados. Miro a la Comunitat de Valencia y tiemblo. Lo mismo que en algunas capitales de provincia que han cambiado de signo, por lo que hay teatros y programas que se están renovando, anulando, reformando y un largo etcétera. Las programaciones de esta nueva temporada, en teoría, están cerradas, por lo que será a partir del 2024 cuando veremos las intenciones de los recién llegados.
Mientras tanto, vamos a ver la presión ideológica cómo funciona en las nuevos estrenos. Es lógico que se planteen cambios programáticos, que las compañías y grupos intenten buscar aquellos proyectos que consideren no puedan ser demasiado molestos, lo que esto entra en una terrible cadena que tiene un nombre, pero que, por hoy, me quedo aquí, ya habrá tiempo para hablar o callar.