Escritorios y escenarios

Dar vueltas

Qué es la utopía, sino la de imaginar que la sociedad del futuro encontrará mejores maneras de relacionarse, de subsistir. Y, por supuesto, un educador apuesta por ella, espera que en un futuro no muy lejano la humanidad cambie para bien. Y desarrolla procesos formativos en el presente, en el día a día, apelando a que las personas educadas hoy llegarán a mejores acuerdos y formas de organización social mañana. Así pues, cree en la utopía, por eso tiene una visión de lo que podría llegar a ser nuestra sociedad. Pero no espera a que, de un día para otro, mágicamente, la sociedad sea distinta, y tampoco niega la realidad del tiempo presente, de hecho, trabaja con ella y sabe cómo empezar a construir ya mismo el proceso que lo llevará a aproximarse a ese sueño.

Un artista teatral o un artista, simplemente, elabora procesos y productos que funcionan como una especie de consciencia, pues nos recuerda que nuestro entorno, nuestra vida, nuestras relaciones son transformables, son indeterminadas, son susceptibles de modificación, de cambios. También está en la naturaleza del ser artista comulgar con la creencia de que la vida entre los seres humanos puede balancearse mejor. Y, sobre todo, cree en la libertad, en la libertad de expresarse y de respetar las singularidades de los otros. Tanto el educador como el artista, creen en la utopía y en la libertad. Un educador educa, principalmente, la cualidad de aprender a ser libre.
Aunque muchos se resistan…

Y, aunque, la utopía y la libertad son dos de las características que constituyen al anarquismo, recientemente, me di cuenta de que, como educadora artística y artista educadora, no puedo comulgar con esta doctrina. Y tuve un pequeño duelo, del que todavía me estoy recuperando. Y eso que, durante algún tiempo estuve convencida de que sí, de que una de mis yoes era una anarquista. Ahora, que he podido leer un poco más sobre el asunto, he llegado a la conclusión de que como educadora y artista, sí necesito poner límites, normas, reglas de juego. Que me las puedo inventar, sí. Que pueden cambiar, también. Pero debe haber algún límite, algún acuerdo de regulación.

La imagen de vivir en una sociedad en dónde cada cual sea libre para hacer lo que le plazca, sin regulaciones de ningún tipo, me parece inquietante. Muy inquietante. En todo caso, seguiré dándole vueltas al asunto.

¿Será que la libertad también necesita ser reflexionada?

Domingo 24 de noviembre del 2024
Bogotá, Colombia.


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