De Jerusalén a Jericó/Ignacio Amestoy
El Camino hacia la normalidad
Obra: De Jerusalén a Jericó
Autor: Ignacio Amestoy
Intérpretes: Garbiñe Insausti, Blanca Herrero, Fran Fernández Asensio, Borja Cortés y Nicoleta Tomescu
Dirección: Ainhoa Amestoy D’ors
Teatro Galileo – Madrid EL CAMINO HACIA LA NORMALIDAD. Estamos ante el broche de oro de una tetralogía que toma la figura de la mujer como punto de referencia, como eje direccional y sentimental: “Si en el asfalto hubiera margaritas”, título que el autor, Ignacio Amestoy, ha tomado de un verso de Ángela Figuera. “Cierra bien la puerta”, “Rondó para dos mujeres y dos hombres”, “Chocolate para desayunar” y , la presente, “De Jerusalén a Jericó”, suponen cuatro obras, cuatro miradas femeninas hacia un mundo machista, desigual y empeñado en conjugar una normalidad, cuyo rostro se encuentra tan difuminado como indefinido. Desde las problemáticas relaciones entre una madre y una hija, integrantes de una familia monoparental, hasta la lucha por el derecho a la igualdad de Paula (Garbiñe Insausti), Amestoy, pone sobre la mesa el largo camino que la mujer ha de recorrer, luchando, en ocasiones, con la misma mujer, empeñada en mantenerse inmóvil en un arcén anónimo y solitario.
Ahora ha sido la propia hija del autor, Ainhoa Amestoy D’ors, quien ha tomado la batuta para dirigir la puesta en escena de la historia de Paula, la menor de tres hermanos, quien, como consecuencia de un accidente de automóvil, ha quedado discapacitada. Por voluntad de su madre, que acaba de fallecer, es recluida en una residencia muy tradicional de la que su hermana mayor, Isabel (Blanca Herrero), quiere sacarla para que viva por sí misma y en la que su hermano, Mateo (Fran Fernández Asensio), quiere que permanezca internada.
Éste es el punto de partida. Esta es la portada de un libro intenso, de unas vidas cargadas emocionalmente, que guardan en su epílogo capítulos oscuros que han olvidado para poder proseguir su camino hacia la normalidad.
Pero, Ignacio Amestoy, mostrando que la felicidad se halla en el recuerdo, en la consciencia y la valentía, hará posible el reencuentro con el pasado y el abrazo fuerte a un presente-futuro donde el amor coloreará los sueños de una mujer más inocente, pero no menos normal que el resto.
“De Jerusalén a Jericó” es un cuento feliz, envuelto en una puesta en escena sencilla y avalado por el trabajo de unos jóvenes actores que lo han dado todo en una labor complicada y comprometida.
Garbiñe Insausti ha estudiado cuidadosamente las limitaciones de una persona afectada por la parálisis cerebral, al igual que Borja Cortés, que interpreta a Jaime, el compañero de camino, con el que al final, Paula emprenderá el viaje hacia la feliz normalidad. Ambos asumen y desempeñan satisfactoriamente su labor, en una obra de teatro que ha contado con el apoyo incondicional de la Asociación APANEFA (Daño Cerebral Sobrevenido de Madrid) y que cuenta como valor insustituible la ilusión de estos jóvenes actores, entregados a una historia dura, emotiva y cotidiana.
Es admirable la sencillez y la complejidad, a un tiempo, del día a día de una familia junto a la multiplicidad de sentimientos, de impulsos, de intereses que extienden su manto en un solo espacio, en una casa, que en su día, fue el hogar común de tres hermanos y de una madre que, sin estar, se ha convertido en el punto de inflexión de tres vidas que van a continuar solas, independientes y decididas.
Ignacio Amestoy, en el último título de su tetralogía, nos cede la respuesta; concluye el condicional, que da nombre a su obra “Si en el asfalto hubiera margaritas…” Si esta hipótesis fuera probable, fuera posible, fuera real… El camino hacia la felicidad sería más fácil, más limpio, más abierto… Sería el final feliz, la consecuencia última de un derecho que es Nuestro desde el momento en el que lanzamos el primer llanto… El Derecho a la Normalidad.