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De lo terrible, lo risible y El Rayo Misterioso

La humanidad, en una considerable proporción, que deseamos sea baja, se caracteriza desde tiempos inmemoriales por su inhumanidad, crueldad, abuso, violencia e incluso destrucción. El estigma trágico parece formar parte de nuestro ADN. Hace unos 2472 años Esquilo escribía ‘Los persas’, considerada la obra teatral más antigua que se conserva, abordando las consecuencias de la guerra. Los años han ido pasando, las condiciones de vida han ido mejorando en algunas partes del planeta Tierra, consideradas del primer mundo, dentro de la “necesaria” jerarquía y protocolización con la que estructuramos y organizamos nuestras sociedades. Hemos llegado, en unos pocos territorios blindados, a un relativo estado de bienestar. Nos hemos agarrado, algunas personas, algunos sectores, a la idea de progreso en sentido positivo. Pero, resulta que, aunque el progreso en la ciencia, por ejemplo, ha sido imparable y ha salvado y alargado vidas en algunos territorios, el progreso en otros ámbitos, relativos a la política, a la empresa, al sistema económico, etc. podríamos ponerlo en entredicho. Tanta tecnologización, tanto marketing, tanto “low cost” para consumir viajes, ropa, tecnología, etc. parece que ha atrofiado o anestesiado un poco nuestra conciencia. O quizás se trata de que no nos queda tiempo para pensar, porque las redes sociales, los videojuegos, la televisión idiotizadora, ocupan el poco espacio que nos resta del trabajo. Y cada vez hay que trabajar más. No lo sé. Pero algo está sucediendo y algo (no todo, algo, insisto) no va bien cuando a estas alturas de la historia está pasando lo que pasa. Serán pocos los psicópatas que la población manipulada ha colocado en el poder en algunos países del planeta, o que se han colocado ellos mismos. Serán pocos los jóvenes y adolescentes que, desconociendo la historia y dejándose guiar por “influencers” populistas y divertidos, alardean de que lo que mola es la ultra-derecha, o las figuras de dictadores asesinos. Serán pocos los trabajadores explotados que, sin tiempo para pensar y tener conciencia, le votan a partidos xenófobos, machistas y poco o nada partidarios de un estado de bienestar para todas las personas, independientemente de su poder adquisitivo. Serán pocos los rebotados y cabreados con el sistema que escogen a algún desaprensivo para gobernar y, desde el poder, acabar con todo. Serán. Pero ahí están y pueden hacer mucho daño.

Todos estos pensamientos tan simples me agitan después de asistir a ‘BUENOS DÍAS SEÑORITA LELIA’ de EL RAYO MISTERIOSO, la veterana compañía de teatro de Rosario, Argentina, que está de gira por la Península Ibérica. Pude disfrutar de esta obra, con texto, dramaturgia y dirección de Aldo El-Jatib Amato, e interpretación de Victoria Guercetti, Leticia Beux, María de los Ángeles Oliver, Exequiel Orteu, Ada Cottu, Sebastian Arriete, en la Sala Ártika de Vigo, el jueves 24 de octubre de 2024. El sábado 26 están en el Teatro Principal de Ourense, dentro del Festival Internacional de Teatro, el FITO.

Se trata de un espectáculo sobre lo terrible, abordado desde un humor difícil de definir. Un humor que podría ser negro por tratar sobre aspectos funestos: el abuso y la violencia, próximos de la tortura, la muerte, la ambición y el egoísmo, la falta de escrúpulos y de valores éticos, desde los militares hasta los gobernantes políticos, desde el sistema educativo, hasta el seno de la familia. Pero todo ello se juega desde el aula de una escuela, donde un grupo de niñas y niños reciben formación. Esa perspectiva le cambia el color negro al humor, pero tampoco pasa a ser un humor blanco, pese a sus uniformes escolares blancos. No hay nada naif. Se trata, más bien, de un humor que despierta nuestra sonrisa y alguna carcajada, pero que no deja de ser corrosivo.

La puesta en escena, extremadamente rítmica y coreográfica, es de un formalismo y unas geometrías, que dan lugar a bellas imágenes, algunas de ellas impactantes, como las del alumnado aniquilado por las armas o por un bombardeo, por una guerra, por un ataque, tirados sus cuerpos por el aula, en una composición casi cubista.

Se trata, además, de un teatro político de denuncia, más expositivo y épico que dramático, en el cual el juego teatral evidenciado, cercano, quizás, al esperpento de Valle-Inclán, o al teatro de la muerte (de actuación marionetizada u objetualizada) de Tadeusz Kantor, es la única esperanza que nos queda. Es inevitable recordar ‘La clase muerta’ (1975) de Kantor. El juego teatral, como ritual (véanse todas las repeticiones y variaciones que dan cohesión a esta dramaturgia) y celebración exorcizante, es la única solución posible. El tango de la pareja, que junta pasión, elegancia y desafío; el número musical y vocal del conjunto de niñas y niños de esa escuela; el artificio de sus desfiles; las transformaciones en otros personajes tipo (militares, políticos, dictadores…); el estilo próximo al del expresionismo de posguerra en algunas máscaras faciales y maneras de decir; todo ello configura el conjuro que nos atraviesa como un rayo misterioso.

Es el teatro, como alegoría de las artes, la única salvación y la única esperanza. Ni siquiera la educación o la familia garantizan la solución a la crueldad, el abuso y la violencia. Manipulada la educación por los gobiernos de turno y por los mecanismos de poder, garantizando la cadena de sumisión y obediencia, que tan útiles son para la cadena de producción/consumo y, dentro de ésta, para el negocio de la guerra. Enferma la familia por esos mismos roles de poder y de egoísmo, por el consumo y la producción, por el machismo, etc. Solo el teatro y las artes escénicas (a veces) son el reducto de lo humano y de su salvación. Lo que pasa es que quienes participan de esto son siempre minoría.
En ‘BUENOS DÍAS SEÑORITA LELIA’ es la forma, el propio juego teatral, lo que nos permite soportar y, después, sopesar lo terrible. La forma y la acción artísticas son las únicas esperanzas, los únicos rayos de luz.


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