Y no es coña

De nuevo preguntamos, ¿y ahora qué?

Como sucede tantas veces, desde la preponderancia neo-centralista, se confunde el Teatro Español de Madrid, con el teatro español en general. Ya se ha consumado un nuevo episodio de las «buenas prácticas» como coartada para ejercer el nombramiento digital encubierto. Desde la potestad que le da la legislación vigente o ausente, se ha elegido a Juan Carlos Pérez de la Fuente como nuevo director del Teatro Español de Madrid y todo lo que ello representa. Vamos a ir describiendo la situación.

El resultado obtenido por la terna en votación de los miembros de la comisión de selección fue de siete votos para Gerardo Vera, siete votos para Ignacio García y cuatro para el elegido. Es decir nos coloca la decisión de quien la haya tomado, ante un nuevo caso de incomprensión porque se opta por el que obtiene menos puntuación por parte de una comisión santificada. O, dicho de otra manera, desde que se supo que Natalio Grueso abandonaba su puesto, en todas las quinielas y rumores parecía Juan Carlos Pérez de la Fuente como probable. Las razones esgrimidas en ningún caso tenían nada que ver con sus capacidades para llevar a buen término un proyecto, sino que todos lo identificamos como próximo al Partido Popular. Asunto que niega en vivo y en directo, pero que en biografía y curriculum profesional parece que al menos es el director en el que ha confiado el PP cuando ha tenido que decidir cargos de entidad en este campo, como fue la dirección del Centro Dramático Nacional.

Se da la paradoja de que estoy escribiendo este artículo justo al terminar el partido final de la Copa del Mundo, y la primera parte la he visto en un hotel de Miami junto a Ignacio García, ya que se está representando en el Festival Internacional de Teatro Hispano, la obra «Arizona» de Juan Carlos Rubio, que Ignacio ha dirigido. Es decir que he hablado sobre el asunto con uno de los afectados. Y sin entrar en pormenores, no creo faltar a la realidad, si digo que está bastante cabreado, que se siente algo ninguneado, que considera que han sido utilizados los otros veintiséis candidatos para llegar a la conclusión que todos intuían iban a ser o estaba ya predeterminada.

Hay otras apreciaciones más profundas y de mayor calado, que aunque algunas las dijo en una sesión pública, no me corresponde a mí utilizar en estas primera reflexiones sobre el asunto. En muchas de las apreciaciones coincidimos, en otras el candidato va mucho más allá, por sentirse mucho más concernido de manera seria, que un servidor, que considero se trata de algo incomprensible que al final de una legislatura se nombre de esta manera tan compleja y poco recomendable para la transparencia necesaria a alguien con el que mantengo una relación cordial, que le he visto la dirección del espectáculo de Ignacio Amestoy en el CDN, sobre Ridruejo y me parece que logró plasmarlo escénicamente de manera solvente y que su pasó por el CDN como director, hizo cosas loables, precisamente no significativas ideológicamente con el PP, sino todo lo contrario y que es un director de oficio al que le tengo una buena consideración profesional, especialmente al ver su trabajo con la obra ¿Dónde vas Ulalume, dónde vas? de Alfonso Sastre que dirigió de manera oportuna.

Pero lo que yo me pregunto y nos preguntamos muchos es si le dejarán, sea cual sea el proyecto de Pérez de la Fuente, ponerlo en marcha. Las dudas llegan por saber si se ha hecho un estudio económico de acompañamiento para poner en marcha el proyecto desconocido, al menos por mí, ganador, porque si se tiene este año 2014 cerrada la programación por el director saliente, Natalio Grueso, y en junio 2015 hay elecciones municipales en las que no parece pueda el PP tener mayoría absoluta, no parece que haya sido prudente este nombramiento, porque dadas las circunstancias del nombramiento, la carga partidista que toda la profesión y parte de los políticos le atribuyen, no queda claro se pueda mantener su nombramiento con otras mayorías en el consistorio madrileño.

Y decía al principio que siendo importante este Teatro Español madrileño por su incidencia, por tener a su cargo salas tan magníficas y con tantas posibilidades como son las Naves del Matadero, o el Circo Price, se trata de unos edificios de titularidad municipal, con gestión municipal y no debería tratarse como un problema general, del teatro en el Estado español. Lo mismo que cuando se nombra director en el Teatre Nacional de Catalunya, o cuando se vuelva a elegir la dirección del Teatro Arriaga de Bilbao tras la ya anunciada renuncia de su actual director al terminar su contrato, se trata de cuestiones locales, que influyen, claro está, en lo general, pero que no nos confundamos con esta circunstancia. Y seguimos pensando en la gran mentira de las «buenas prácticas» de los nombramientos en las unidades de producción del INAEM, que sí son presupuestaria y políticamente del gobierno español, es decir, de todos, y no solamente de Madrid como se empeñan en convertirlas.

Y sin poder salir del laberinto, de las dudas, hay que resaltar otra vez en la capacidad inmensa que tienen los malos políticos en enmierdar cualquier decisión, como es este nombramiento en el Teatro Español de Madrid, uno se pregunta una vez más, ¿y ahora qué? Otra oportunidad perdida para recuperar algo de ilusión y esperanza. De momento, a esperar acontecimientos.


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