Zona de mutación

Decidir bajo incertidumbre

El experimento psicológico de Heider y Simmel muestra la tendencia a explicar la evolución de figuras geométricas como una historia, un desarrollo personalizado de acontecimientos, por el que cualquier objeto o ente abstracto, es susceptible de aparecer intencionado, humanizado, por lo que el observador explica el comportamiento como el efecto causado por una disposición. Algo semejante podría interpretarse de la ‘metáfora del actor racional’ que fundamenta George Lakoff en sus estudios de estrategia política por el cual los países, en el concierto y sistema internacional, son reducidos a personas en condiciones de brindar o negar su amistad, de tener un aceptable o condenable comportamiento, una manera de insertarse en una historia cuyo narrador principal es el poder económico. Brillante prosopopeya por el cual las naciones en una maqueta, pueden hablar como los patos y conejos de Walt Disney. Una reducción a la metáfora para hacer más técnica la manipulación y la justificación de por qué la aplicación posterior de tal o cual estrategia. Nadie puede negar la influencia atávica del contar cuentos, pero entendiendo que el propio lenguaje es la normalización en términos comunicables, de un poder que lo instrumenta. Hay un poder subjetivizado que causaliza todo relato. Cuando el psico-economista, premio Nobel, Daniel Rahneman habla de ‘recuerdos de la experiencia’, habla de la memoria como el instrumento idóneo que cuenta historias, nuestras historias y toda fuerza vital que la atraviesa, es el ramalazo de lo presente que no recuerda las experiencias sino que se ocupa de tenerlas, de vivirlas. Entre esos dos ‘yoes’ según los llama Rahneman (el que tiene la experiencia, el que recuerda la experiencia), se reparte el vivir (al instante) y el contar dicha vida. La investigación científica de las condiciones de felicidad del ser humano, no es ajena al arte si en consonancia se evalúa aquella definición de Stendhal respecto a lo bello como promesa de la felicidad. Más allá de puntualizar en concreto los avatares de un concepto, el de estética, vale destacar la alternancia armónica, homeostática que asume en el humano la alternancia sistémica de lo vivido y lo que vive, en donde seguramente no queda excluido el componente de futuro mediante el factor que nutre la expectativa de vida del mismo . Es en el arte donde la acción artística se objetiva como prueba holística del delicado equilibrio del psiquismo humano con su interioridad y exterioridad, con su interno y su entorno, es más, donde el precipitado artístico no hace sino corporizarlo. La prueba holística, de la que el experimento arriba mencionado puede ser un ejemplo, resume que la condición histórica, como hilván de eventos recordables, es en los hechos histórica también en tanto hilvana hechos psicológicos de un hacedor, de un actante, de un intérprete. El avance de la neurociencia explica con propiedad, que muchas de las superficies de separación de los fenómenos neurológicos, mentales, luego psicológicos, no presentan una costura o una cicatriz, que muchas veces no son más que las del prejuicio, entre lo que es conciente o aquello que es inconsciente. Muchos de los avances en el terreno de la investigación, se han visto frenados porque el carácter holístico de un acto que supone lo consciente-inconsciente, sin separación, dificulta según determinadas unidades de medida, la clasificación de uno u otro carácter con la necesaria claridad. La prepotencia de lo racional a ultranza se ve comprometida en sus ínfulas objetivizantes, toda vez que hemos de vérnoslas en un lodazal de constante borrosidad e incertidumbre. Esta reflexión conduce a establecer, que muchas de las inquietudes científicas que hacen al campo de la neurociencia, aparecen expuestas como indicios, como intuiciones, como hechos avanzados en el campo del arte, considerado éste genéricamente como sinónimo acrisolador de todo lo que es la creatividad humana. La sistematización de los procesos holísticos que la obra de arte representa, le marcan a tal actividad, a los artistas, una nueva frontera en la que ineludiblemente queda comprendida la inquietud científica. La banalización experiencial construye una verdadera no-experiencia por su carácter de olvidable. Frente a esta verdadera ‘alzheitmerización’, la heurística se eleva como método de perforación del olvido, de producción no sólo de singularidad sino de la singularización del proceso existencializante mismo. El arte es el testimonio encarnado de la complejidad de los procesos mentales. Poder entrar y salir de un proceso creativo, es lo que brinda el marco superador de la hipocognición, del no saber. La nominación liberadora puede hacerse no sólo en base a palabras, sino en base a miradas, intuiciones. Quizá porque más importante que saber, es comprender. Esa base experiencial no sólo funda un relato, el de la memoria, sino que establece una técnica, cual es, la de poder repetirlo. El pulso heurístico representa una integridad sistémica que hace al ser humano proactivo antes que reactivo. La manipulación sofisticada que desafía cada vez más a las sociedades, tiene en el Hombre que Crea el antígeno contrafáctico a que la metáfora del artista, se instaure en ellas mucho más que como una cultura, como una entera forma de vida.


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