Puente de Brooklyn

Del lado de acá…

Vuelvo desde el otro lado del Atlántico, son ya casi cuatro años y desafortunadamente cada vez que he venido desde mi salida, he ido notando una desmejora «in crescendo».

Me parece decepcionante verme aquí, al otro lado, y tener que dedicarle tiempo a esto.

A la situación en la que se encuentra el país donde he crecido.

Las cosas cambian, eso es indiscutible.

El tiempo pasa y con él la gente. Unos envejecen, otros engordan o adelgazan, están aquellos que se marchan a otros países o se mantienen en el mismo sitio donde los dejaste, esos que siguen en el paro, acaban de quedarse o les van a bajar el sueldo; otros desagraciadamente se enferman y algunos nos dejan para siempre…

Que la vida siga el curso de la propia vida es de alguna forma para lo que nos preparamos durante el camino. Es lo normal y lo aceptamos porque no tenemos otra y además aprendemos a llevarlo con alegría… pero que la vida nos la jodan, mientras intentamos aprender a seguir el camino por el que la vida ya nos lleva de forma natural…eso no.

¡Qué miseria!

Yo es que no puedo con esta miseria. Me exaspera y desespera, me enfurece y entristece, me deja mal… y claro me reafirma en la idea de que yo a España no vuelvo.

Uno va escuchando las conversaciones en los bares, las paradas de autobús y metro, el vecino de toda la vida, la televisión … y todo intenta empañar el romanticismo que tiene volver a la casa donde naciste.

El cuarto que aún guarda tus libros de primaria, dibujos y pinturas de cuando niño, los primeros CD’s y cintas de cassette, carpetas con apuntes, cajas de los viajes y recuerdos de diferentes estancias en el extranjero, fotografías de cuando éramos pequeños mi hermana y yo…un espacio lleno de recuerdos… algo imposible de empañarse.

Lo que uno quiere es volver y que todo esté mejor, o al menos que las cosas sigan tan bien como las dejaste.

No se trata de una cura egoísta para quedarte tranquilo y volver a salir fuera con una calma interior …o bueno, quizás sí, quizás necesitas irte mirando atrás y viendo que los se quedan y aprecias, son felices en la realidad en la que viven.

Pero sea cual sea el motivo de la situación actual, no hay razón para sumir a una sociedad tan viva en una miseria como esta. Se adormece el pueblo y los pocos que intentan despertar no son suficientes para generar las fuerzas necesarias que requiere esta misión.

Recuperar el tiempo perdido. Que nos devuelvan lo que es nuestro. Que estemos bien. Que la gente disfrute de la vida. Que estemos tranquilos.

Yo en breve vuelvo al lado de allá, y como en la «Rayuela» de Julio Cortázar ambos lados pertenecen a tiempos diferentes, con personajes que respiran en un lado pero están presentes en el otro. Yo, como el personaje de Traveler decido no cruzar de vuelta y quedarme allí, solo que a la inversa.

Sigo mi apuesta personal, mi aventura vital, el cometido conmigo mismo de que el ojo tiene que viajar para enriquecer el alma.

Sigo mi viaje deseando a los que se quedan que esto pase rápido. Que la próxima vez que vuelva al lado de acá el éxito del que tanto hablan mis amigos invada las calles y los cuerpos, si es que no lo está haciendo ya pero aún no lo vemos.


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