Y no es coña

Del pleonasmo a la excitación

Coincido plenamente con Augusto Boal cuando asegura que decir o escribir «teatro político» es un pleonasmo ya que toda expresión artística lleva implícita una mirada al mundo y, por lo tanto, transmite un mensaje más o menos claro de índole política en el sentido más noble del término. O si lo quieren toda estética comporta una ética y toda ética anuncia una política.

Así que insisto en una apreciación estadística rudimentaria, de la multitud de propuestas de las diferentes maneras de presentar en. nuestros días las artes escénicas, la inmensa mayoría no cuestiona en absoluto el estatus quo, la situación general, sino que la da por irremediable. Algunas la aplauden o dejan muestras ligeras de una adscripción a posiciones más retrógradas o conservadoras extremas y muy pocas plantean acciones políticas o análisis de la situación que nos adviertan de alternativas o salidas más consecuentes con una opción de lo que se denomina de manera simplista de izquierda. Y de todo lo anterior me refiero a obras, espectáculos, performances que no tratan asuntos directamente relacionados con la vida política, local, regional, estatal o internacional, sino que las tramas y los personajes van desgranando unas situaciones que se resuelven aplicando una concepción de la vida cotidiana trufada de ideología en fase epidérmica.

Por eso, encontrarse en una misma semana varias propuestas teatrales de gran valor donde se incide de manera directa e irrevocable sobre asuntos políticos o sobre políticas o sobre situaciones donde se plasman las consecuencias de lo que sucede proviene de políticas concretas aplicadas desde los poderes, es algo que me encanta resaltar, en el sentido de que se demuestra que existen temas teatrales más allá del amor y la muerte, los problemas de pareja, la identidad de género o de todas las maneras de vindicar el lorquismo más obvio o folklórico.

El grupo mexicano “Lagartijas tiradas al sol” siempre han propuesto situaciones que partiendo de hechos reales incidían de manera concreta en los hechos políticos que lo propiciaban y las posibles maneras de combatir las injusticias o, al menos, la de aplicar otras miradas más condescendientes con el humanismo y más cercano las poblaciones más vulnerables de cada lugar. “Centroamérica”, que hemos visto en el CondeDuque de Madrid es una muestra de ello. Claro, transparente, concreto. Su recorrido por diversos países de esa zona geográfica nos deja con el cuerpo traspuesto, debido a que la situación de sus gobiernos deja mucho que desear en cuanto a rigor democrático y se mantiene una violencia estructural contra pueblos indígenas y mujeres que asfixia cualquier esperanza. Podríamos indicar que, en este caso, a lucha escénica es entre la realidad y el relato teatral, entre el documento y la teatralidad. Gana a los puntos lo estrictamente teatral.

En El CDN se representa una obra teatralmente majestuosa, un magnífico delirio escénico que narra, además, de una manera excelente un momento histórico, el Congreso de Viena de 1814. Me refiero a “Le congrès ne marche pas” que presenta la compañía catalana “La Calòrica”, con un texto lleno de complicidades de Joan Yago y la dirección de Israel Solà. Lo importante de esta propuesta es el tratamiento teatral, el juego que los datos, los hechos allí acontecidos y que significaron un hito importante para entender lo que posteriormente sucedió en Europa, se puede convertir en un riguroso documento de una teatralidad incontenible que, además, cuando todo parece que estamos en la pura linealidad dramática pegada a los hechos, se produce una ruptura alucinante y se acaba con una proclama para buscar alguna alternativa a lo que sucedió, lo que se dio como irremediable y que tiene, parece obvio, otras maneras de resolverse de manera menos neoliberal, por dar alguna pista. Me parece una nueva muestra de la capacidad de Joan Yago para trabajar con la historia para proporcionar obras que afecten a los espectadores de hoy.

La última propuesta que es un manifiesto político de primer orden, en este caso de un calado más profundo porque lo que nos transmite es la necesidad de un cambio radial en nuestras vidas, en nuestra sociedad, en nuestra concepción del progreso infinito es “Solar” que estuvo hasta el pasado domingo en Nave73. De esta propuesta me encantó la forma, la aparente sencillez estructural que requiere de un gran ejercicio actoral, de una concepción espacial en donde se debe conjugar lo que vemos, el uso de materiales, incluso de tecnología avanzada a partir del láser, para contarnos que lo que se denomina energías renovables, es una especie de trampa porque no cuestiona nuestra manera de vivir, sino que se trata de movimientos de las grandes empresas energéticas para invertir y conseguir mejores resultados económicos. Las plantaciones de molinos para lograr energía eólica o las de placas fotovoltaicas que están ocupando numerosas hectáreas robadas al mundo rural, es decir a la agricultura y ganadería, parece algo muy cuestionable y que pervierte todo el planteamiento ecologista ya que todo se hace con instalaciones acotadas, transportes de la energía a cientos de kilómetros y la desaparición de oficios y poblaciones. Muy recomendable. Y no solamente por su mensaje, sino por la manera en el que lo proporcionan teatralmente el equipo actoral formado por Alba Valldaura, Ireneu Tranis y Martina Tresserra con dirección escénica de Clàudia Vilà.

Tres ejemplos significativos. Y lo importante en los tres es lo teatral, la manera de contarlo.


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