Desangrándose
El parte oficial asegura que el paciente está estabilizado dentro de la gravedad. Pero la realidad es que se está desangrando por muy pequeñas heridas que no tienen visos de cicatrizar. Este paciente del que hablamos se llama en ciertos lugares Cultura y en otros Artes Escénicas y en algunas instancias se desmenuza un poco más y definen sintomatologías diferentes según sea teatro, danza, cine, música, y así hasta el último suspiro. Si aceptamos que tenemos un paciente, ¿sabemos el diagnóstico? ¿tenemos algún protocolo universal para vacunarse? Para resumir: ¿Existe futuro?
A estas alturas del año, lo normal es que se estén preparando los presupuestos para el siguiente ejercicio. En el ámbito de municipios y comunidades autónomas, además, llegan elecciones. ¿Cómo es posible que estén tan inmovilizados los presupuestos del año siguiente en la mayoría de los municipios? ¿Con qué tiempo podrán trabajar los programadores para ir cerrando sus ofertas de arte y cultura en vivo? Las elecciones son en junio, ¿significa que podemos pensar que seguramente habrá programación, o presupuesto, para el primer semestre y el segundo será el ocaso general? Las leyes generales impiden a los ayuntamientos tomar decisiones de endeudamiento por encima de unos puntos concretos, no se van a permitir excesos, pero lo que parece más terrible es que no se están cumpliendo con las previsiones de ingresos en la mayoría de municipios, lo que significa que existe un desajuste que o bien se tapa con los ahorros, donde existan, o bien se trata de una deuda viva que no figura oficialmente, pero que es un dinero que se debe y deberá ser pagado en el futuro, ¿con cargo a qué presupuesto? Y esta pregunta viene porque hay ayuntamientos que están pagandos facturas de hace dos años con el presupuesto de este, lo que hace ir aumentando el agujero negro, las demoras, el pánico.
Si los municipios están en este apagón presupuestario, y significan el grueso del intercambio, de la exhibición, del negocio, de la contratación, ¿cómo puede estar el resto del sector? ¿Qué va a suceder con grupos, compañías, productoras, distribuidores, revistas especializadas, empresas de servicios técnicos y otros gremios que dependen directamente de la actividad habitual o la excepcional como son festivales, muestras y demás? Una vez más remachamos en la obviedad: la producción actual, realizada con ayudas o subvenciones, está muy por encima de la capacidad de absorción de la exhibición. Esta situación de sobreproducción no es nueva, existía hace cinco años o quizás diez, pero en estos momentos, las condiciones que en general se requieren para producir una obra, en la que se además de lo recibido por las instituciones como ayuda se debe completar el presupuesto con las aportaciones propias, es inviable, ya que el porcentaje de montajes que no tienen recorrido por los escenarios, es decir que no tienen actuaciones y por lo tanto no pueden recuperar la inversión ni mantener la infraestructura, por mínima que sea, crece de manera desesperante y nos coloca ante una realidad muy cruda que no tiene fácil solución, ni siquiera con la probable concentración temporal o definitiva de pequeñas empresas.
Agotamiento, cansancio, inviabilidad, necesidades económicas perentorias, situaciones de riesgo de quiebra, créditos que vencen, desilusión. Cada semana llegan noticias de la desaparición de una compañía, del cierre técnico de otra, de colocar en la nevera a otra. En el campo de las revistas especializadas, sean gratuitas o no, también se van proyectos que han sido importantes durante doce años pero que la situación de falta de publicidad les lleva al cierre. Toda una sintomatología que no se puede resolver con tiritas, ni con paracetamol. Se está desangrando por falta de criterios, por andar sin definir quién, cómo, cuántos, dónde, por qué, para qué existen los edificios dedicados a la cultura al alcance de todos, por no tener ni leyes y ni ordenanzas suficientemente claras y vinculantes que hablen de la función de los teatros y salas de titularidad pública, su financiación, sus contenidos. Por lo tanto estamos ante un caos que por no tener no tiene ni un plan medianamente a seguir y tampoco se puede decir que se apueste por un modelo neo-liberal absoluto, ni por uno a la europea de excepcionalidad cultural y de dotación económica suficiente a todo lo que significa Cultura. Y para ayudar a la confusión tenemos la empanada constitucional-estatutaria, la Gran Mentira de las unidades de producción del INAEM, las gesticulaciones institucionales miméticas i desperdigados por las autonomías.
Me sigue rondando por la cabeza una pregunta que me hizo hace unas semanas Santiago Sánchez, director de L’Om-Imprebís: “¿no te parece que están intentando llevarnos hacia un territorio de semi-profesionalidad, de aficionados?” Sigo rumiando. Mi respuesta automática es que no, que no se busca eso, que si se produce será involuntariamente, porque no considero que se trate de un plan secreto de nadie. Por no tener, no tienen, a mi juicio, ni capacidad para idear algo así los actuales responsables de estos asuntos en todo el tinglado institucional. Pero quizás debamos pensar sobre esta posibilidad, no desde la paranoia, sino desde el análisis de los hechos. Porque si tiene plumas y hace cuá cuá, a lo mejor es un pato.
Nos desangramos, vamos perdiendo capital humano, reflejos, proyección: ¿hay futuro?