Desconcierto desafinado
Después de pasar tres maravillosos días en Burgos, invitado por el 23 Certamen Internacional de Coreografía Burgos-Nueva York, asistiendo a las galas donde se vieron las quince propuestas seleccionadas, de las que ocho concurrieron a la final, y después de hablar con parte del extenso jurado sobre el momento actual de la danza contemporánea, de asistir a unas muestra de los talleres organizados por la entidad que está al frente de esta acción cultural magnificente, llego a la conclusión de que iniciativas de esta índole, de esta fuerte entidad, de esta proyección, requieren de un impulso privado, de una locura, de una ambición cultural, personal, social en busca de objetivo superlativo no contaminado por los asuntos políticos pero que tienen que tener la colaboración necesaria, imprescindible y adecuada de las instituciones locales, autonómicas y estatales, además de organismos diversos y empresas, para que se pueda mantener durante más de dos décadas y siempre creciendo (los premios alcanzan un monto de 65.000 euros) y siempre manteniendo un espíritu de atención exquisita a participantes, invitados y con perfecta conexión con los públicos que han llenado todas las sesiones y eso es algo a resaltar.
Todo esto me ha dado en pensar lo que he vuelto a ver, después de unos años que he podido acudir, y me maravilla la capacidad del equipo central de la organización para reinventarse, han consolidado en unos pocos años dos programas importantes y que han expandido su radio de acción, “Danza en el camino” que alcanza a 15 poblaciones de la ruta jacobea de Aragón, Castilla y Léon, Galicia y País vasco y “Bailando con piedras” que presenta obras creadas especialmente para lugares no convencionales. Destaca la capacidad que tienen para buscar apoyos, colaboraciones y lograr que sea uno de los eventos dedicados a la danza que mayor atención y cuidado dispensa a lo ofrecido, con premios económicos y con residencias en diversos festivales y centros. Es ejemplar, es un evento que debería ser atendido de una manera más importante por los medios y las autoridades no locales que ellas sí cumplen de manera eficaz.
Mi misión en estos días fue la de asistir y disfrutar de las piezas coreográficas de corta duración, compartir ratos con un jurado muy selectivo, presidido en esta ocasión por Antonio Canales, compuesto por una mixtura de coreógrafos, gestores, periodistas y bailarinas, que provocan en el que mira, reflexiones que, en ocasiones son de efecto directo y en otras a través de lo aprendido con las conversaciones con los participantes, ya que parece que en el momento de analizar una pieza, una coreografía, la mirada de un bailarín, una coreógrafa, un gestor o una periodista difieren, lo que me lleva a pensar sobre la subjetividad, los gustos y los análisis técnicos y, en este caso, como en tantos otros, al estar abierto a los públicos, la relación entre unos y otros. Porque quedó claro que el premio del público que se otorga por votación popular recayó en un trabajo que no estuvo entre lo más celebrado por el jurado oficial.
Quince propuestas internacionales de formato pequeño y medio, con más de un solo, muchos dúos y ya ver tres bailarines o cinco, eran la excepción, asunto que se debe contextualizar dadas todas las coyunturas. Algunas de las obras premiados, de las presentadas se verán en otros festivales y alguna de las piezas van a estar el año que viene en “Danza en el camino”, lo que quiere decir que se crea una ola que no termina en estos días de emociones, energías positivas, trabajo e ilusiones.
La iniciativa de Cidanz, con Alberto Estébanez, Sara Saiz y Leticia Bernardo como máximos responsables de todo lo que sucede, al igual que del Ballet Contemporáneo de Burgos y su escuela, es un acto imprescindible, a aplaudir, pero si bien debemos transmitir la bondad de todo lo que han hecho y de sus proyectos nos debe servir para recordar que la danza, en general, está desasistida, en pleno desconcierto, son miles de jóvenes que cada año se inician en escuelas privadas, que empiezan con ilusiones y cualidades suficientes para tener posibilidades profesionales reales, pero que la falta de infraestructuras sólidas impiden su desarrollo y deben optar por salir fuera de la población donde han empezado para desplazarse a los pocos lugares en España donde existen núcleos creativos y formativos o directamente al extranjero.
Por todo ello reclamamos atención, planes concretos, romper los techos de cristal y presupuestario, y si bien en la enseñanza reglada parecen existir avances considerables, falta de manera urgente campañas serias y mantenidas en el tiempo para que la danza tenga presencia en las programaciones rompiendo con el carácter de tratarla como algo a proteger, sino que es algo que quien la conoce la ama, y es importante y transcendental. Y plantearse un programa de creación de compañías estables de danza diseminadas por todo el territorio.