Desde el amor más profundo de mi corazón
Hace unos días nos abandonó Susana Herreras. Se fue corriendo, sin apenas avisar. Ella que lo contaba todo, se fue en silencio. Si tuviera que buscar una palabra para definirla sería la palabra “amor”. Susana fue amor, repartió amor y dedicó su vida al amor: al amor por el teatro, por los artistas, por sus colegas, por sus amigos, por sus hijos, por su pareja, por la vida. Le dio a esta palabra una dimensión única, profunda y duradera. Sus 72 años fueron amor sincero y de verdad.
Amor lejos de lo efímero, antípodas de la superficialidad, esquivo a la banalidad, enemigo de la mentira, divulgador de la honestidad. Esa era Susana. Ella era lo que buscamos en la vida, lo que es tan difícil de encontrar, el tesoro de la Castilla agreste, lo que no defrauda, la que siempre estuvo, la que siempre estará.
En su vida profesional, rodeada de artistas florecientes fue protagonista de la época dorada de las artes escénicas en Castilla y León. Defensora e impulsora de uno de los circuitos teatrales autonómicos de verdad. Las compañías realizaban giras diseñadas y organizadas con criterios de calidad y profesionalidad compartiendo cartel con compañías de fuera de la Comunidad. Fue un circuito ejemplar, abierto, organizado, solvente y contundente. Apoyó sin fisuras que las compañías castellano-leonesas pudieran abrir nuevos mercados y acometer giras en el extranjero, inimaginables hasta el momento. Promovieron subvenciones, articularon recursos, se inventaron posibilidades, patearon España, difundieron el arte como “cómicos de la legua”, como pregoneros infatigables. Y se lo vio todo. Consumió todo el teatro del mundo, lo quemó, se lo bebió, se lo tragó a mordiscos. Y lo difundió. Entusiasta como era lo contaba por doquier.
Y en la Junta no se portaron bien con ella. Pero se reinventó. Se subió a un escenario por primera vez a los 65 años en el Teatro Calderón de Valladolid. Cambió su rol y continúo con su compromiso de amor por el teatro, ayudando, aconsejando, difundiéndolo como sabia que era. Y ese amor, se lo devolvieron a ella allí por donde pasaba porque la acogían, la cuidaban la respetaban y la querían. Se hizo querer, fue auténtica, fue una amazona, una luchadora, una feminista maravillosa.
Susana vivió con intensidad su vida. Le gustaba vivir, viajar, conocer gentes, compartir. Le gustaban las tertulias, le gustaban las culturas, le gustaban conversar… Era intensa y de igual manera vivió, sin perder un segundo llegaba a todos los lugares, en cualquier parte te la podías encontrar. Disfrutó de todo, valoró todo, le emocionó todo y pudo con todo con una energía y una vitalidad envidiables. Susana fue especial.
Su última pareja fue su dedicación. Lo acompañó, lo amó, le ayudó y le sostuvo en tantos momentos. Nunca se separó de él. Fue su eje en tantos años de relación, fue su pasión. Ahí también estuvo a la altura, ahí también supo dar amor.
Susana te dedico este humilde artículo desde el amor más profundo de mi corazón.