Desde la confusión sin ilusión
Me decía la otra noche Salvador Távora con su parquedad actual: «todo está muy confuso Carlos, muy confuso». Me adhiero a ese estado, a esa percepción, a esa sensación por lo que todo lo que hoy escriba va a ser desde la confusión más absoluta y sin un ápice de ilusión. O si lo clasificamos en términos más filosóficos desde el más puro optimismo cartesiano.
La confusión que más me atenaza es la política ya que todo se ha vuelto un espectáculo mediocre, donde el griterío está por encima de cualquier otra noción. Está situada la vida política general en los niveles de los asuntos del corazón, no se espera conocer las declaraciones de alguien, sino las declaraciones de otros sobre lo declarado por alguien. Y a nosotros nos llega un resumen de tuits que se encarama a enunciado programático de alguien que no se reconoce en ello. Y así sucesivamente. Pero las leyes están vigentes, las ausencias de leyes siguen vigentes, el sistema reaccionario del PP sigue operativo de manera inmisericorde.
Y lo peor es que en asuntos culturales los políticos no han aportado nada en décadas. Miento, sí han aportado: desilusión. Abatimiento. Confusión. Aquí es donde veo la mayor falla de toda la estructura política. Nadie sabe qué hacer con lo existente, nadie tiene una propuesta para el futuro, se rebajan presupuestos de cultura y nadie se entera o si se enteran no hacen nada. O hacen algo, pero que a mi entender es mucho peor. Posicionarse como muy ofendidos en las redes sociales, es decir puro postureo, pero sin forzar iniciativas parlamentarias de ningún tipo y si nos referimos a los lugares donde los supuestos nuevos partidos tiene capacidad de gobierno el asunto ya entra en el territorio del desencanto absoluto. De la confusión sobre la confusión.
Pongamos que hablo de Madrid. O de Barcelona. Aunque debemos entender que en lugares como Zaragoza y Valencia, algo más de cordura ha entrado, pero esperaremos a ver hasta dónde llegan ya que pasan los meses, el tiempo de cortesía se está agotando y empiezan a inquietarse los gremios. Por eso digo que estoy confuso porque asisto a estrenos que son celebrados por parte de la crítica de manera casi fanática y me parece que son trabajos bastante mejorables, aunque haya muchos detalles que hacen pensar en que estamos ante algo que promete. ¿Se crean modas sin sentido o me parece a mí? ¿Se encumbra a autoras, directores, actrices de maneara no muy fundamentada en un análisis científico? No soy capaz de contestar, ni quiero abrir sospechas generales, pero son situaciones que se repiten y después cuando pasan unos años nos preguntamos, ¿qué ha sido de fulanito o fulanita?
Tengo otras preguntas más difíciles de responder como ¿hemos llegado tarde a esta aparente profusión de obras basadas en la memoria histórica? O hago mías las palabras de César López Llera cuando salíamos conmocionados de ver el magnífico espectáculo de Lluís Pascual «In memorian» que nos había gustado mucho, por cierto: ¿Para qué sirve todo esto? Y es que en la sala del María Guerrero la edad media de los espectadores era de cincuenta años para arriba. Y es una obra que deberían ver los jóvenes, de todas las edades, porque habla de un trozo de la historia de manera muy elocuente.
¿Tendrá razón José Pedro Carrión y el teatro, o este sistema de teatro español actual, no tiene salvación? Cuando algunos de los grandes del teatro empiezan a sentir esta desazón, este sentirse derrotados por las circunstancias uno entra en la confusión absoluta. Aquí hemos escrito de manera reiterada, pesada, monotemática sobre la necesidad de empezar a remodelar todo el sistema, a cambiar de paradigma o paradigmas, pero viendo que ni los partidos del turnismo, ni los supuestos de la renovación tiene intención de pensar en la Cultura con ambición y para las próximas décadas, quizás lo mejor sea dedicarse a pasear al nieto, meterse en Tinder más rato y convertirse en un viejete cascarrabias. No añadamos más confusión, la situación antes no estaba mejor, pero ahora está muy mal, fatal. Al borde del abismo. Quizás mi solución sea declararme en huelga. Aunque, la verdad, no sé de qué.
Sí Salvador, sí, está todo muy confuso.