Escritorios y escenarios

Deseo de libertad

Estoy estudiando a Antón Chéjov y hay un asunto que me llama la atención: provenía de una familia de siervos, su abuelo tuvo que comprar su libertad para acceder a otra clase social y tratar de asegurarle a su descendencia otra manera de estar en el mundo. Esto, mientras que, su padre y hermanos, seguían dedicados a la subordinación de los “señores”. Egor, el abuelo paterno de Chéjov, pasó buena parte de su vida refunfuñando porque no sabía leer ni escribir. Quizá percibía que, en ese conocimiento, había algo importante que le haría ser más inteligente. Los siervos no tenían la más mínima posibilidad de estudiar. Y, cuando accedió a la libertad, tuvo que trabajar muy duro, por lo que tampoco tuvo el tiempo para acceder a los estudios.

Lo que el abuelo no debió sospechar es que la generación de sus nietos, sería una generación de intelectuales y artistas. Porque, aunque Antón Chéjov, es sin lugar a dudas el nombre más importante, dentro de ese núcleo familiar, lo cierto es que sus hermanos también eran sensibles a las palabras escritas. Y, de ahí en adelante, los descendientes de los Chéjov son interesantes para el desarrollo de la cultura, por supuesto unos más que otros. En el lapso de pocas generaciones, pasaron de la servidumbre al «derecho» a la libertad, y del analfabetismo, a lo culto.

Pues bien, este detalle me hizo pensar, ustedes disculparan que no pueda evitar hacer relaciones entre este acontecimiento y mi propia historia, que en mi familia hubo un tránsito similar. Mi abuela no tuvo la posibilidad de pensar en una vida diferente a la de ser “ama de casa”. Mientras que mi tía abuela fue una de las primeras mujeres, en la historia de Colombia, en recibir un título universitario. Y, sobre la generación de las nietas que somos, debo decir que todas hemos logrado ser profesionales.

Sin embargo, pese a que uno podría pensar que, desde los tiempos del abuelo de Chéjov, al día de hoy, la esclavitud y el servilismo hacia los “señores” ha terminado, lo que percibo en la calle, en el afuera, entre mis amigos y mis colegas, es una pugna muy violenta y solapada entre el deseo de libertad, y el someterse a un mundo laboral de pésimas condiciones, que no hace sino maltratar y subvertir la condición humana. A veces me da la penosa sensación de que, pese a las apariencias, no somos libres. No tenemos tiempo para disfrutar del estar vivos. Las universidades públicas ofrecen matrículas gratis, pero los más jóvenes saben que leer y escribir, no garantiza un trabajo digno. Y tener un trabajo, implica la mayoría de las veces, dejarse explotar. Lo que veo a mi alrededor es gente aguantando, gente atrapada.

Domingo 26 de noviembre del 2023
Bogotá, Colombia.


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