Desiertos y oasis culturales
Antes de que se me olvide: el sábado día 30 de marzo de 2019, se celebró, de nuevo, la Noche de los Teatros, en Madrid. Una acción vinculada al Día Internacional del Teatro. Fui a ver un trabajo al Museo de Lope de Vega, que curiosamente está en la calle Cervantes, para ver un lindo trabajo alrededor de los sonetos oscuros de Federico García Lorca. Casi no me caben más dramaturgos clásicos en el párrafo. Me falta Valle-Inclán que, como cada año, estaba homenajeado en esa procesión laica que se realiza visitando los lugares donde sucede su obra magna, “Luces de Bohemia”. Pues bien, en los lugares donde se programó espectáculos teatrales de manera continuada había colas espectaculares. Un detalle. Algo a estudiar. Todo era gratuito.
Pues al día siguiente, casi por los mismos lugares, las mismas calles, una manifestación de los “pueblos vaciados”, es decir esas poblaciones rurales que van perdiendo habitantes, zonas inmensas pauperizadas, sin oficinas bancarias, sin ambulatorios médicos, con dificultades de comunicación terrestre y con deficiencias en las comunicaciones de internet. Pues bien, como estamos en campaña electoral, todos los partidos en estado de ansiedad acudieron, hicieron declaraciones, promesas, mostraron preocupaciones sobre esa situación.
Y lamento constatar que ni una sola palabra sobre la discriminación cultural, la falta de alternativas de ocio que no sea la televisión o irse a la cabecera provincial a hacer compras en las tiendas de franquicia. Se condena a amplios sectores de la sociedad, por ubicación territorial o por clase social y estudios, a una situación de pobreza cultural absoluta. Probablemente unas buenas bibliotecas, unas buenas políticas de iniciación y práctica de las artes escénicas, serían más eficaces para la repoblación y, especialmente, para la calidad de vida, que polígonos industriales fantasmas, de esos que hay a decenas y centenares por todas las carreteras y núcleos de población.
Mi lugar de residencia habitual es Madrid y puedo asegurar que esa desertización cultural se produce también en ciertos barrios. Barrios dormitorio en donde las posibilidades de socialización a través de la cultura son bastante difíciles, incluso con la existencia de centros culturales, que los hay, y que cumplen una función que debería ser incrementada y con mayor ambición. Si juntamos a este discurso la población migrante, los asalariados en precario, aquellos que no cubren sus necesidades básicas, comprenderemos de alguna manera que es una tarea urgente la que se debe hacer para que cuando hablemos de cultura democrática, popular, al abasto de todos, sea algo más que un bello enunciado.
Se me abren demasiadas ramas discursivas, por lo que voy a intentar decirle a mi orientador mental volver a la ruta que uno quiso tomar de inicio. Y es que, ante una oferta tan grande de espectáculos, obras, eventos, la elección de teatros, salas, auditorios, autoras, directoras, movimientos, propuestas se convierte en una declaración de principios más allá de cualquier retórica. Uno es lo que hace no lo que dice que es. Por lo tanto, conocer de alguna manera tantos lugares nuevos, o con años de existencia, pero casi ocultados, silenciados, podríamos decir vaciados por la oficialidad, por los medios, aunque sean especializados, forma parte de una lucha por conocer y, si es posible, visualizar otras realidades escénicas y con ello contribuir a la normalización y la diversidad.
He escrito muchas veces que existe un peligro de instaurar la miseria, de hacer de lo casual y anecdótico un rubro asimilado, pero sabiendo que existen algunas salas que parecen salidas del oportunismo o una necesidad impropia, que suelen ser lugares con dificultades técnicas insalvables e incomodidades para los espectadores, comprobando que lo que se puede ver en estos lugares tiene en muchas ocasiones inmadurez creativa, conceptual, interpretativa, lo cierto es que de vez en cuando, es donde se encuentran los brotes de inteligencia, de búsqueda de nuevos lenguajes, de estar en otro lugar que no es la tozudez temática de las salas del nivel superior, de los teatros institucionales, que cuentan con presupuestos que, a mi entender, no lucen, que albergan los emergentes consagrados, los que están en el ámbito de la moda coyuntural, haciendo un teatro líquido.
Y en estos teatros y salas institucionales e institucionalizadas, se pueden ver espectáculos, obras de buena factura, de excelentes intenciones, con repartos de nivel, a caballo de directoras, dramaturgas, intérpretes solventes puestos en almoneda por dos o tres dominadores de los resortes de promoción. No estoy denostando estas opciones, digo simplemente, que algunos que no tenemos el don de la ubicuidad, nos perdemos algunos montajes de repertorio, convencionales, previsibles de esos teatros tan excelentes, viendo espectáculos irregulares, con muchos defectos, pero que tienen vida. Y eso es una percepción subjetiva. Mejor dicho, es una opción. Y no es excluyente. Yo voy mucho a Teatros del Canal, para que algo de vez en cuando, me conmueva artísticamente.