Diario tartamudo y atemporal
Querido diario, soy tan inconstante como inconsecuente. Hace muchos años que te tengo abandonado, o que solamente recurro a ti para hacer grafitis secretos. Pero me han dado ganas de volver a tu intimidad porque se me acumulan unas sensaciones que exceden a todo raciocino. Mira, por ejemplo, he desayunado con Miguel del Arco, un dramaturgo y director en plena madurez, que está en Brasilia porque se presenta el montaje que le ha dado sentido a Kamikaze Producciones, «La función sin hacer». Van a hacer una gira americana amplia, con varios países y hemos hablado de la situación general del teatro en España. Y nos hemos ido aliviando. O retroalimentando. Pese a ser un grupo, una compañía de éxitos varios, no tienen seguridad ninguna, los números no salen.
Pero no era de eso de lo que quería escribir, sino de que está trabajando sobre una nueva mirada a Antígona, y eso sí me parece importante. ¡Es tan difícil hablar de teatro entre los teatreros! Una de las desilusiones que me produce este mal carácter, querido diario, es que se nos va la vida chismorreando o intentando entender la situación de nuestras instituciones y lo que sucede es que todo es el reflejo de unos condicionantes políticos, de decisiones tomadas al amparo de estudios que no se cumplen, de unos paradigmas que se debe cuestionar en su totalidad y que han condicionado la vida cultural durante décadas. Sí, no quiero hablar más de industrias culturales o creativas. Me repugna. Y eso, que aquí en el Festival Cena Contemporânea hasta he moderado una mesa en el foro en donde hemos descubierto algo sobre las estructuras reales donde se desarrolla el teatro en Francia, y las circunstancias concretas e intransferibles de otra bellísima iniciativa en Prato, Italia, a pocos kilómetros de Florencia, en la Toscana nada menos.
Y mientra hablaba con Miguel sabiendo que sus maletas perdidas en París iban llegando, me he acordado de mi maestro, amigo y admirado Salvador Távora. Lo veo solamente por fotos o por vídeos. Le debo una visita, un abrazo tántrico, miles de besos, montones de recuerdos dados por gente que le admira por todo el mundo. La Cuadra de Sevilla abrió muchos caminos. Las giras de esta compañía singular han sido incontables, magníficas, por todo el mundo, llenando teatros. Y hoy parece que se ha tendido sobre ellos una manta de olvido. De desafecto. El teatro español, mira querido diario, lo voy a gritar, EL TEATRO ESPAÑOL, le debe mucho a La Cuadra de Sevilla. Y quien no lo quiera reconocer es un resentido, un envidioso o un insidioso. Y ahora necesita que le demos un aliento, porque su situación, pese a todos los cientos de miles de kilómetros recorridos, de sus millares de funciones, no es buena. Están en situación precaria. Muy precaria. Y no se lo merecen.
Y cuando hablo de Salvador Távora, se encadenan imágenes, recuerdos, nombres, José Monleón, Luis Molina, Carlos Jiménez, Juan Margallo, una especie de carrusel de recuerdos de mi niñez y juventud teatral, y como el teatro Metastasio de Prato tiene relación con Luca Ronconi veo a José María Prada emocionado corriendo de un lado a otro del palacio de los Deportes de Madrid viendo el majestuoso Orlando Furioso. Quiero que pare esta montaña rusa pero me aparece la figura mayestática, noble, solidaria, profesional de Fabià Puigserver, y de él su capacidad globalizadora de hombre de teatro total. Otro maestro que irradiaba sabiduría. Todos ellos vivos y muertos, son los que me han ayudado a poder seguir. Con los que he hablado de teatro, de estéticas, de maneras de afrontar proyectos. Y muchos otros y muchas otras, con las que he soñado mundos teatrales mejores. Y los problemas existían y existen. Pero se solucionaban con la práctica, la ilusión. Y hasta con la colaboración entre pares, en la unión de las fuerzas existentes.
No es un pensamiento radical plantearse seriamente, profundamente, recuperar los instrumentos, las herramientas básicas de trabajo de los artistas de las artes escénicas: las salas, los teatros, los presupuestos. No hay otra solución. Mientras estén esas castas menores de gestores y funcionarios repitiendo el mantra neoliberal, mientras todo dependa de caprichos personalistas y decretos sospechosos de corrupción, nunca podremos guiar y alterar nuestro destino. Nos salvaremos uno a uno, como podamos, pero me doy cuenta que casi todos los nombrados han encabezado o encabezan proyectos con salas, es decir con posibilidades de HACER, no solamente de producir.
Querido diario, no te puedo prometer nada, pero tengo la intención de ser más moderado en mi enjuiciamiento de los otros, y por eso, voy a procurar confesarme contigo de manera más asidua. No sea que algunos cretinos crean que hablo de ellos.