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Dineros y cultura. Lo rentable

Es domingo. Desde la ventana de mi estudio veo la ría de Vigo deslumbrada por el sol. Se supone que hoy aún estoy de vacaciones. Es domingo 1 de septiembre. Soy un privilegiado, tengo vacaciones, eso quiere decir que tengo trabajo. Mi trabajo me gusta, me apasiona incluso. Tengo vacaciones, pero sigo trabajando. Estoy delante de la pantalla del ordenador. Tengo que escribir mi artículo semanal para Artezblai, ese es el compromiso que adquirí con el amigo Carlos Gil hace años. Miro en el diario digital y veo que fue a principios del 2013, hace siete años por tanto. Un artículo semanal sobre artes escénicas cada semana. Consulto la web de Artezblai y veo que ya van 332 artículos si no he multiplicado mal.

 

Hoy, como de costumbre, iba a ponerme a pensar y a reflexionar sobre algún espectáculo de danza, teatro o nuevo circo, de los últimos que he visto. Tengo el atrevimiento y el poco pudor de hablar de teatro, danza etc. Y digo el atrevimiento y el poco pudor porque nunca hablamos o describimos la pieza X, sino nuestra visión y nuestra percepción de la pieza X. Y esa visión siempre está imbuida de nuestra subjetividad, de la emoción y de cómo nos ha afectado, a diversos niveles la pieza X.

Las artes escénicas en su orientación más contemporánea, como artes vivas que son, de carácter efímero, funcionan como un encuentro. El teatro y la danza que nos toca, que nos sorprende, que nos fascina, que activa nuestra conciencia sobre asuntos vitales, etc., funciona casi como un encuentro amoroso, como una cita entre amantes, en la cual los protocolos de la seducción son muy importantes, así como la confianza, la generosidad y la capacidad para desnudarse (en sentido metafórico). Por eso hablar de teatro y danza es impúdico. Es como hablar de la intimidad. Ciertamente, cuando un espectáculo funciona, se genera un afecto y una especie de relación íntima que, paradójicamente, compartimos con un grupo. La participación de la espectadora y el espectador, sin necesidad de moverse e intervenir en actividades escénicas, aunque esté sentada en su butaca, es siempre intensa y vibrante, singular.

Hablar de teatro, de danza, de nuevo circo… de artes vivas, es un atrevimiento desvergonzado. Pero yo no puedo evitarlo. Cuando algo te gusta mucho necesitas contarlo, necesitas expresarlo. Quieres acordarte y repasar las imágenes, delectarte en los detalles, desafiarte a comprender la magia que se ha dado. Detener y guardar aquel instante en el que las miradas de la escena se cruzaron, maravillosamente, con las miradas de la grada.

¿Cómo no asumir el reto de hablar de todo esto?

¿Y si la cago?

¡Pues la cago! C’est la vie! ¡Ya está bien de tanta intolerancia al error y al fracaso! Estoy un poco harto de esta sociedad del triunfo y el éxito. Yo siempre he sido de meter la pata. Y eso, además de algunos malos tragos, me ha compensado con aprendizajes que valoro mucho. ¡Ya está bien de tanta discreción! ¡El discreto encanto de la burguesía! Sobre todo cuando la discreción lo que, en realidad, oculta es el miedo.

Segunda parte. Hoy iba a escribir, impúdicamente, sobre un espectáculo, sobre cómo las artes nos alimentan y nos humanizan y nos hacen mejores. Esto es obvio, ¿verdad? Antiguamente, los reyes, príncipes, reinas, princesas y, en general, la aristocracia, en sus palacios, se rodeaban de artes, para cultivarse. Pintura, escultura, danza, teatro, ópera, música, etc. les ofrecían delectación y elevaban su “espíritu”. Después esto se democratizó. O eso se supone.

Pues eso, hoy iba a escribir sobre artes escénicas, como de costumbre. Pero, mientras desayunaba, he leído una noticia que me ha incomodado y necesito desahogarme. El titular dice así: “El Ayuntamiento de Ourense da la espalda a la cultura y no financiará dos festivales por no ser rentables” (Galicia@press. Europa Press, 29 de agosto de 2019). Uno de esos festivales es el FITO (Festival Internacional de Teatro de Ourense), que organiza anualmente, desde el 2007, la Cía. Sarabela. El partido político de la derecha, que gobierna ahora, no aportará fondos para financiar el FITO por los elevados costes y el escaso retorno económico, según puedo leer en la nota de prensa. Eso sí, el alcalde seguirá apostando, según se puede leer, por la programación propia del Ayuntamiento, después de comprobar que los “eventos que produce y contrata directamente salen mucho más económicos”.

Esto se suma a la suspensión, a 2 meses vista, del ZGZ Escena 2019, festival internacional de teatro, danza y circo de Zaragoza, cuando todo estaba ya en marcha, al cambiar el partido de gobierno de esa ciudad y entrar el PP. La excusa es que no hay dinero. No hay dinero para eso, porque la cultura no importa. Hay dinero, sin embargo, para otras cosas.

Esto se suma al acoso y derribo en Madrid del proyecto artístico de El Matadero, que apuesta por la innovación en las artes escénicas.

La pasada semana, en mi artículo, a raíz de El desguace de las musas, la última creación de la mítica Cía. La Zaranda, reflexionaba, entre otros asuntos, sobre las musas y las industrias culturales. Las musas y esa concepción del arte como un producto de consumo más.

Hoy iba a escribir sobre artes escénicas, pero necesito desahogarme y volver a escribir sobre lo obvio, sobre lo que ya sabemos.

Cuando el nuevo alcalde, de derechas, de Ourense habla de rentabilidad referida a las artes escénicas, a mí se me ponen los pelos de punta. La cultura, la educación y la sanidad son bienes humanos que no deben medirse en función de la rentabilidad económica ni estar restringidos, en su acceso, a las personas, según su poder adquisitivo.

La cultura, las artes, la educación y la sanidad son bienes necesarios para que una sociedad se desarrolle de manera sana y feliz. No puedes buscar el margen de beneficio económico cuando alguien se va a operar para que le pongan una prótesis de cadera, por ejemplo. Si buscamos el margen de beneficio esa prótesis tendría que ser la más barata y lo barato, al final, sale caro. Los materiales, la calidad en el proceso y en el acabado nunca son baratos, pero es un coste necesario que una sociedad equilibrada debe asumir. La prótesis de cadera, para esa persona que la necesita, independientemente de su poder adquisitivo, debería ser la mejor, igual que la medicación de cualquier persona enferma. Y en la educación, lo mismo. No es igual una clase con  25 alumnas/os para una sola profesora o profesor, que una clase con 12 alumnas/os. La atención personalizada mejora la calidad de la enseñanza. Una anécdota muy ilustrativa. Hace tiempo saltaba a los medios de comunicación un escándalo: en Galicia, en una escuela de primaria, se habían intoxicado varios niños por culpa de la comida en mal estado del servicio de comedor. Ese servicio había sido licitado por concurso de concurrencia competitiva, o sea, la empresa que lo ofrezca más barato, dentro de los mínimos marcados. Como Galicia es España, ganó el concurso una empresa de catering de la otra punta del país, creo que de Andalucía. Comida en dosis plastificadas que, vaya usted a saber de dónde venía. Pese a que Galicia cuenta con  unos productos alimenticios de calidad, el catering barato y rentable era de fuera. ¡Claro, la hamburguesa del MacDonalds sale más barata que un filete de ternera gallega! En fin, podríamos seguir hablando de lo rentable y de las concurrencias competitivas en función del dinero, pero ya basta.

¿Y en las artes escénicas? Galicia no es Madrid ni Barcelona ni París. Yo no puedo cogerme un avión y pagarme alojamiento en París para ir a ver espectáculos internacionales que, sin duda, desafían mi percepción y me hacen crecer y aprender muchas cosas. Por eso valoro que el ayuntamiento y la comunidad autónoma en los que tributo velen un poco por facilitarme el acceso a las artes escénicas más allá de lo que se hace aquí. Que auspicien y ayuden, también, a que las compañías y los artistas de aquí puedan realizar procesos de creación fuera de la indigencia y la precariedad.

Por eso valoro tanto el esfuerzo que, desde hace 12 años, hace Sarabela Teatro para organizar el FITO e intentar que Ourense no se quede cerrada como ciudad periférica de provincias. Por eso valoraba el esfuerzo de Lola Correa y Roberto Taboada, durante los 16 años que impulsaron el ALT, Festival Alternativo de Artes Escénicas de Vigo (2001-2017). Por eso valoro aquel festival histórico de danza, organizado por Matarile Teatro y la sala Galán de Compostela, que se llamaba En Pé de Pedra (1995-2007) y que abría las puertas de la danza contemporánea en Galicia. Etc. etc. etc.

Siento reiterar las obviedades, pero cuando el nuevo alcalde de Ourense habla de que son más rentables los espectáculos que contrata directamente el ayuntamiento, podemos deducir dos cosas. Primera: la no independencia de la cultura, siempre al arbitrio del partido político de turno para ponerla a su servicio. La opinión de los profesionales de la cultura no importa, solo el margen de beneficio económico y electoral.

Algo parecido acontece con las leyes de educación en España, cambian casi en cada legislatura, en la que se produce una mudanza en el partido político que gobierna, lo que delata el dirigismo político de la educación y su utilización para sus conveniencias.

Segunda: espectáculos rentables. ¿cuáles son? Pues aquellos que arrastran a la multitud. Aquí hablamos no solo de rentabilidad económica de la taquilla, sino de rentabilidad electoral. Espectáculos de masas en grandes auditorios, fiestas y verbenas… pan y circo. Populismo. Votos.

¿Cuáles son los espectáculos con más retorno económico en taquilla? Lo voy a decir: aquellos en los que actúan actrices y actores famosos de la televisión y que suelen, además, reproducir los formatos televisivos. Este tipo de espectáculos, por lo general, contribuyen a entretener y anestesiar las conciencias, igual que suele hacer la mayoría de la programación televisiva. Y ya se sabe: otra obviedad: una sociedad anestesiada, con bajos índices de educación y con teatro decorativo que entretenga, siempre es más fácil de manipular por parte del poder.

Y así estamos.

Seguimos resistiendo.


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