Divinas palabras, Revolution / Valle Inclán / Centro Dramático Galego
Mirando el mundo por la ventanita de la televisión
Divinas palabras, como tantas otras obras de Don Ramón del Valle Inclán, arraigada en la tierra gallega, tiene una evidente dimensión universal. Estrenada en 1933 en el Teatro Español de Madrid por Cipriano Rivas Sherif, con Margarita Xirgu en el papel de Mari Gaila, Divinas palabras ha sido puesta en escena por grandes directores extranjeros, como Ingmar Bergman en 1950, Jorge Lavelli en 1964, con María Casares, y Víctor Garraia en 1976 con Nuria Espert, que propusieron lecturas extremadanamente potentes, de la violenta crudeza y crueldad de la visión de Valle Inclan del ser humano.
Se presenta ahora en el Teatro Español una versión contemporánea de Divinas palabras de Manuel Cortés y Xron, dirigida por este último, que convierte la obra en un programa de reality show de televisión, a modo de un encierro de un grupo de personajes en una casa con todos los tópicos y procedimientos de este tipo de divertimento: los movimientos y actos de protagonistas grabados por cámaras, sus confesiones con micro frente a las cámaras, etc…
Una versión reductora, superficial y discutible, no sólo por la traslación al plató de la televisión gallega y el habla gallega, sino también para esta toma de partido.
El eje de esta versión «era la imposibilidad de hacer Divinas palabras hablando de una Galicia que ya no existe”, explica Xron, el directo, añadiendo además, «Nuestra lectura es la expresión de muchas imposibilidades, la de una identidad en un mundo globalizado, la imposibilidad de lo sagrado, de la belleza, de la naturaleza virgen, de la pureza, del misterio, de todo eso que simbolizaba Galicia en la obra de Valle Inclán». Es una visión idealizada, utópica o mítica de Galicia que nunca no se correspondía con la realidad, y aún menos con la propia visión de Valle Inclán en su obra.
El retrato catastrófico de Xron de la aldea gallega de Divinas palabras, en la actualidad, «abandonada, deshabitada, con sus montes quemados, sus playas urbanizadas» etc… me parece muy exagerada. Hay mucha nostalgia y pasadismo en esta visión”.
De modo que la Galicia de hoy es la de la pantalla de televisión, globalizada, o mejor dicho, reducida a un reality show, un simulacro de la realidad.
Este espacio «de exhibicionismo autocomplaciente, formateado como un reality» no tiene nada que ver con el retablo valleinclanesco, en el que los instintos e impulsos salvajes, las pasiones primarias, el sexo y el dinero, agitan a los personajes feroces, exentos de moralidad, de culpabilidad, sin freno.
Las ideas del bien y del mal, de lo sagrado y de lo profano, son utópicas, manipulables e intercambiables ante la realidad, tanto en lo individual como en lo social.
Este mundo caótico, esperpéntico, valleinclanesco, en el que nada se respeta y donde misticismo, paganismo y ateísmo conviven, es también el nuestro.
La metáfora del pueblo valleinclanesco, como microcosmos de la sociedad, me parece más potente que el recurso a la fórmula del reality.
Al empezar el espectáculo, el presentador, Lucero, introduce el reality que vamos a ver. Como prólogo se proyecta el reportaje de la televisión gallega sobre la madre del niño enano, hidrocéfalo, que apela a la solidaridad, buscando dinero para curar su hijo.
Muerta la madre, la familia, el sacristán, su mujer y su hermana, al quedarse con el niño discapacitado, se disputan su custodia con el dinero de los bienes conseguidos por la difunta.
El decorado reproduce con pormenores el plató de televisión, la casa con las habitaciones, la cocina equipada y el cuarto donde los personajes hacen confesiones delante de un micro y las cámaras.
En la pantalla, arriba, en el fondo, se proyectan los personajes en primer plano y sus actuaciones;
En la versión reality, que sigue, groso modo, la trama de Divinas palabras, insertando en algunas ocasiones las intervenciones del presentador que, en el final, se instala como protagonista en la casa.
Todas las violencias y atrocidades que suceden en la obra de Valle Inclán: asesinato del enano, brutalidades, violaciones, etc… tienen menos impacto en esta versión televisada. Algunos efectos se repiten, como por ejemplo las quejas interminables, prolongadas, del niño.
El presentador, Lucero, como el demonio, o espíritu del mal, es poco verosímil.
Al final, la escena en la que el sacristán con el niño muerto en sus brazos, se va al fondo, donde se abre una puerta sobre un paisaje quemado, imagen de la Galicia devastada, resulta patética, artificialmente solemne.
El único aspecto apreciable en este espectáculo son los actores, mayoritariamente convencidos e involucrados en sus papeles, particularmente Manuel Cortes como Pedro Gailo, Patricia de Lorenzo como María Gaila y Mónica García como Marica.
Qué lástima que se hayan perdido en esta versión que pasa por encima de lo esencial de la obra de Valle Inclán.
Irène Sadowska
Divinas palabras, Revolution, A partir del texto de Ramón María del Valle-Inclán – Versión: Manuel Cortés y Xron – Dirección: Xron – Escenografía: Suso Montero – Vestuario: Mar Fraga – Iluminación: Fidel Vázquez – Espacio sonoro: Xacobe Martínez Antelo – Vídeos: Quadra Producións/Cuco Pino – Traducción: Manuel Cortés – con. Pedro Gailo Manuel Cortés –
Setimo Miau Antón Coucheiro – Maria Gaila Patricia de Lorenzo – MigueliñoBorja Fernández – Marica do Reino Mónica García – Candas Tone Martínez – Tattola Victoria Pérez – Simoniña Ánxela Ríos – Laureano Tomé Viéitez.
Divinas palabras se representa en gallego con subtítulos en castellano Una Producción del Centro Dramático Galego
En el Teatro Español de Madrid del 17 al 27 de mayo 2018