Doña Rosita la Soltera/Miguel Narros
Obra: Doña Rosita la Soltera
Autor: Federico García Lorca
Con la dirección de Miguel Narros y los actores
Tío: Juan Carlos Sánchez
Ama: Alicia Hermida
Tía: Julieta Serrano
Doña Rosita: Verónica Forqué
Un texto de Federico García Lorca. La historia de un amor eterno, de un noviazgo que dura una vida, de una mentira que todos viven. Es una obra clásica, en un formato clásico, sin más pretensiones que darnos el placer de oir de nuevo un texto que emociona, sin necesidad de artilugios.
Al principio los actores parecían algo inertes, títeres, como malrecitando un texto espléndido en formas y contenido. Poco a poco se fueron despertando, a medida que conocemos que el protagonismo de la obra y acción no recae en el reclamo de los carteles; sino en el dúo formado por el ama y la tía, dos correctísimas actrices que son capaces de conectar con el público y el texto como muchos actores no llegan a comprender. El papel de doña Rosita recae en la sorprendente Verónica Forqué, que es verdad que con dulzura y vocecilla puede hacernos creer sin maquillajes que sólo tenga veinte, treinta o cuarenta años en hora y media. Una pobre que promete amor eterno y espera a su primo-novio y languidece de amor mientras se va convirtiendo sin saberlo en una solterona a la que ya nadie querrá, más alla de unos más que complacientes tíos y una ama que la quiere con locura. Tanto amor que no la advierten de la mentira en la que se ha convertido su vida quedandose absortos en el amor que le profesan.
Casi diríamos que ama y tía son un mismo personaje. Dos vertientes de una misma persona. El ama es la criada, la deslenguada, descarada; la tía la sumisa, educada. Ni juntas ni separadas, ellas logran hacer reir al público, también los momentos más trágicos y están presentes casi al unísono, como directoras de la escena por la que surgen no pocos actores, cómplices y testigos del marchitar de Rosita a través de los años.
Hay momentos en el que no se comprende tantas veces la presencia silenciosa de Rosita (Verónica Forqué) en el escenario, ausente (como personaje o cómo actriz) y tiende a despistar al espectador. La escena del cumpleaños de Rosita, en la que llegan a estar ocho mujeres cantando y bailando está muy lograda y parece una escena bastante natural, que no las dos Ayolas, algo forzadas y sobreactuadas en su papel de provocación ante las tres solteronas. Verónica Forqué es algo desconcertante en su dramatismo con tanto cambio de tono, pero defiende muy bien su papel de jovencita.
Sí, una obra recomendable.