Dramaturgia en proceso. Azar y necesidad. Las flores de Rut Balbís
En las artes escénicas, como en la vida, coinciden dos factores fundamentales: el azar y la necesidad, como explica Jacques Monod en su obra Le hasard et la necessité (Essai sur la philosophie naturelle de la biologie moderne).
La semana pasada debatía con Ana Vallés, precisamente, sobre la condición azarosa o causal de los procesos creativos teatrales.
Ana me decía, más o menos, que en su trabajo no hay métodos ni recetas previas que sistematicen la creación espectacular. Afirmaba que es necesario estar abierta a las sinergias del equipo con el que trabajas, predispuesta a lo que pueda surgir de repente. Un objeto, una frase, una imagen, un movimiento que aparecen, igual que brota una flor.
Por mi parte, situándome en una posición, creo que de pleno entendimiento y acuerdo con lo que la Vallés me contaba, yo le decía que, no obstante, como directora y dramaturga escénica, ella, seguramente, debía gestionar todos esos hallazgos creativos, todas esas fulguraciones, y tomar decisiones al respecto para ir fijando, con mayor o menor apertura, una dramaturgia, una partitura de acciones de diversa índole, que le diese una concreción al espectáculo. Establecer un orden en la tendencia a la entropía y al caos del universo creativo.
Y le comentaba, también, que, seguramente, esas decisiones para gestionar la estructura del espectáculo, estuviesen asentadas en un oficio, en una experiencia, en un background, más o menos interiorizados e inconscientes, pero eficazmente operantes.
En consecuencia, podríamos elucubrar, como ya lo han hecho algunos científicos, que eso que llamamos intuición no es más que una red hipercompleja inconsciente de causalidades que se activan cuando es necesario. En algún libro de Jorge Luis Borges que ahora no recuerdo, el clarividente escritor señalaba que la casualidad no es más que una causalidad desconocida, secreta.
Y los seres curiosos no podemos evitar hacernos preguntas y hurgar en las posibles respuestas, aunque solo sea para establecer hipótesis que nos hagan crecer tanto o más que las cuestiones que las engendraron.
El niño y la niña, en la más temprana edad, suelen mirar con asombro y curiosidad el mundo que les rodea y necesitan probarlo empíricamente, morder, tocar… utilizar todos los sentidos a su disposición para hacerse con el mundo: desde la visión, el oído, el tacto, el gusto… Pero además siempre esgrimen sus ¿POR QUÉ? en busca de la causa, de la explicación.
En el arte el oficio, la técnica, la teoría… son la respuesta, más o menos, afinada a esos POR QUÉ de la niña y el niño que todo artista lleva dentro.
El breve y maravilloso debate con Ana Vallés vino suscitado por la pregunta que ella me hizo sobre si estaba escribiendo algo, cuando yo le contesté que, entre otras cosas, estaba intentando acabar una investigación sobre el enigma del RITMO EN LA DRAMATURGIA, algo en lo que llevo muchos años trabajando. Sacar el tema del ritmo en las artes y, más concretamente, en la dramaturgia, implica un esfuerzo por lidiar con un concepto huidizo e incluso esotérico, porque el ritmo es el aliento, el movimiento, el grado de tensión que anima una obra teatral, un espectáculo y en el cual se cifra el sentido profundo del mismo.
Otra causa indirecta y quizás inconsciente para que sacásemos este tema fue el estreno, en el TEATRO ENSALLE de Vigo, del espectáculo titulado «QUE VOLVAN AS FLORES» de la Cía. PISANDO OVOS, con coreografía y actuación de RUT BALBÍS, que acabábamos de aplaudir efusivamente y que nos presentaba el desafío de una dramaturgia escénica realizada, directamente, en el aquí y ahora compartidos con la espectadora y el espectador, sin echar mano de unas acciones previamente estipuladas punto por punto en una partitura dramatúrgica.
Acabábamos de asistir a un evento espectacular fascinante que, además de los momentos de belleza y emoción, suponía una reflexión práctica sobre esos dos factores que intervienen en la vida y en el arte: el azar y la necesidad.
Después de casi un lustro en el que la Cía. de Rut Balbís, Pisando Ovos, no había presentado nuevas creaciones, aquí estábamos, ante un nuevo reto artístico en «QUE VOLVAN AS FLORES».
Rut Balbís, en todo ese tiempo de ausencia de su Cía. Pisando Ovos, ha estado colaborando con diferentes colectivos de teatro y danza, como la Cía. de Teatro Físico Iker Gómez, en «Apple Love», o la Cía. Ónfalo Teatro, en «Na meta. Sálvese quen poida» de Thomas Bernhard. Ahora, además, trabaja en las recientes producciones de Matarile Teatro, en «Staying Alive», con la Cía. Licenciada Sotelo, en «Silencio por favor» y con Cristina Montero ha creado «Momento blooming».
«QUE VOLVAN AS FLORES» se basa en el mecanismo rítmico de la variación que, como tal, utiliza la memoria para recuperar aquellas acciones que, por lo que sea, permanecen y reaparecen igual que brotan las flores cada primavera.
No hay una margarita o una rosa que sean idénticas, sin embargo, cuando florecen se parecen, porque cada una no deja de ser una variación de su especie.
En la caja negra del espacio escénico del Teatro Ensalle de Vigo, donde se estrenó el 16 de mayo «QUE VOLVAN AS FLORES», hay veinticinco sillas plegables, una pequeña mesa de sonido, unos bafles y algún aparato de luz.
Rut juega a realizar diferentes composiciones con las sillas, en dinámicas que van del ritmo por acumulación, frente a la dispersión, o del aparente caos al orden y a la simetría, para dar lugar a espacios rítmicos trenzados por las distintas disposiciones de las sillas (abiertas, cerradas, amontonadas hacia la vertical, en filas, encadenadas, contra las paredes, tumbadas en el suelo…) y los huecos que estas distribuciones espaciales y rítmicas generan.
En ese entramado espacial que ella misma va construyendo y deconstruyendo, con las sillas y, en algunos momentos, con diversas músicas, aparece un movimiento dancístico que ocupa y transita, que se integra y se acopla… para detenerse, observar y recomponer nuevas variaciones, recuperando las flores que pudieron brotar en el proceso de ensayos.
De este modo, «QUE VOLVAN AS FLORES», tiene la textura y la frescura de incorporar el propio proceso de composición-creación en el mismo aquí y ahora compartidos con el público, haciéndolo partícipe de esos descubrimientos y hallazgos nuevos, sobre los que me hablaba Ana Vallés.
«QUE VOLVAN AS FLORES» comparte con nosotras/os ese tempo necesario de la actriz para la recuperación de algo semejante a lo ya anteriormente concebido, vivido, experimentado, imaginado o probado y, a la vez, nos permite asistir a esos preciosos instantes de alumbramiento de la creación, a esos instantes en los que convivimos con el surgimiento de algo nuevo.
Rut viste, hasta el final, una especie de mallot con un estampado de flores de muchos colores, que contrasta morfológicamente con las sillas bicolor, gris y negro, que pueblan el espacio, sobre el linóleo negro, en la caja negra del escenario.
Su movimiento, por veces quebrado, por veces felino y ligero, desplazándose en la horizontal, por el suelo, o en la vertical, sobre las puntas de los pies… cuenta siempre con esa presencia tan singular de gestos y miradas sostenidas que, de alguna manera, caracterizan el trabajo tan exclusivo y fascinante de Rut Balbís.
En los cuadros finales, se desnuda y se pone una careta vacuna.
La música que suena posee un tono lírico, por la voz que canta, y lejano, por la melodía.
Las sillas pasan a ser iluminadas, por Afonso Castro, mediante focos a ras del suelo y espejos que dirigen los haces de luz desde delante, proyectando las composiciones espaciales de sillas y huecos como esculturas o extrañas edificaciones sobre las paredes negras del fondo y de los laterales.
Rut, desnuda, con la careta de vaca, deambula por aquel paisaje casi expresionista. Carga alguna silla y abandona el espacio escénico en el que mengua la luz y la música hasta la ovación final del público.
Sin duda, otro éxito del teatro-danza gallego más innovador, tanto a nivel de lenguaje como de concepción artística.
«QUE VOLVAN AS FLORES» de Rut Balbís es espectáculo e investigación artística en uno. Y supone un avance en los modos de recepción, al introducir una metodología próxima a la improvisación. No obstante, tiene la factura de una obra acabada y concreta, que demuestra el manejo de una dramaturgia en proceso, anclada en la tierra fértil donde brotan las flores y maduran los frutos, tan necesarios para la vida.
Afonso Becerra de Becerreá.