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Dramaturgia y teoría del espectáculo y la comunicación

La dramaturgia no solo se ocupa de la producción o composición de acciones para un espectáculo teatral, sino también de la recepción. Incluso me atrevería a afirmar que la dramaturgia se ocupa más de la recepción que de la composición. O expresado de otra manera: la composición pivota en torno a la hipótesis de recepción.

En esa hipótesis de recepción, para que no haya suspicacias al respecto, considerando que me refiero a un ejercicio de marketing o de crear para un público (cliente) o para quien programa teatros y auditorios, la primera persona receptora, en interaccionar y jugar con la pieza que se está conformando, será la propia dramaturga. Es a ella a quien ha de satisfacer antes que a nadie, sea la dramaturga una o varias personas.

No obstante, su satisfacción deberá ser una proyección o una previsión de la satisfacción del colectivo que va a participar en el (del) espectáculo (actrices, actores, bailarinas, bailarines, etc. / público).

La dramaturgia va a ser accionada, actuada e interpretada, incluso creada, si se compone en un régimen de colaboración grupal, por las actrices, actores y otros dispositivos escénicos actuantes. Pero no existirá, como obra artística, hasta que se produzca la interacción del público. Las espectadoras y los espectadores también van a actuar e interpretar, también van a jugar.

Por eso la dramaturgia contempla, analiza e investiga tanto la creación de la partitura de acciones del espectáculo (en la modalidad, género y estilo que sea), como la hipótesis de partitura de reacciones, efectos y afectos (cómo afecta) en la recepción que va a disfrutar del juego que se les propone en la pieza de teatro, danza, circo, ópera, performance…

Así pues, la dramaturgia es un ejercicio de producción-creación, basado en una hipótesis de escucha respecto a las personas que van a participar de la experiencia artística que el espectáculo les propone. Es, por tanto, un ejercicio de sensibilización, de escucha, que supone y presupone un juego compartido y que, para ello, debe considerar a las jugadoras y jugadores que van a participar. Se trata, además, de la creación de un encuentro, por lo menos a dos bandas: actrices, actores y dispositivos escénicos actuantes, por un lado, y espectadoras y espectadores, por el otro.

Por eso la dramaturgia no solo es texto, sino también contexto y conocimiento teórico. Y es en función del contexto y del conocimiento que se estructura y formaliza el texto.

Por eso es tan importante disponer de espacios para que las/os creadoras/es, que son, a su vez, receptoras/es, puedan abrir el proceso de creación a otras personas sensibles al acto creativo, para observar y calibrar el funcionamiento de la dramaturgia.

La imagen romántica del dramaturgo (tradicionalmente hombre) creando, en la soledad, una gran obra al servicio de la cual, después, se pondrá un equipo artístico, para llevarla a los escenarios, contrasta con la imagen proletaria y laboral de la dramaturga en un proceso de colaboración dentro de un equipo artístico, calibrando y modelando la partitura de acciones de la obra, en un ejercicio de escucha y retroalimentación. Incluso de la dramaturga que no solo escribe un texto de palabras a pie de escenario, sino que puede escribir un texto de movimientos coreográficos, lumínicos, sonoros, objetuales que constituyen la acción y el sentido de la pieza. Un texto de acciones, no necesariamente verbales, con un sentido determinado, perceptible, aunque no necesariamente entendible bajo la lógica intelectiva.

Porque el sentido puede ser la sensación de coherencia o de que estamos yendo hacia algún lugar, aunque no resulte definible con palabras o no se pueda circunscribir a un significado o a un conjunto de significados. Tampoco la vida se puede definir con palabras o circunscribir a un significado o a un conjunto de significados, aunque lo intentemos y, a veces, incluso, tengamos la ilusión de conseguirlo, de etiquetar la vida.

Las artes escénicas son artes vivas, lo vivo y vibrante es lo más esencial de ellas y no el hipotético argumento o la historia que, en algunos casos, sobre todo en la dramaturgia del teatro dramático, podemos entender. Dicho de manera popular, lo importante no es el cuento o la historia, sino la experiencia sensorial, energética y cognitivo-emocional que se activa en el juego teatral (incluyendo en lo teatral la danza, el circo, la ópera, la performance y cualquier modalidad híbrida).

Las teorías del espectáculo y la comunicación, en su dimensión de análisis, reflexión y conocimiento, respecto a cómo funcionan los diferentes tipos de espectáculos, la recepción y los procesos de comunicación e interacción, son inherentes al ejercicio de la dramaturgia. Es lógico que así sea porque la dramaturgia es la base y la condición sine qua non de cualquier espectáculo y de los procesos de interacción o comunicación correspondientes.


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