Dramaturgo y compañía
Un dramaturgo potente es aquel que dispone de una compañía para verificar la eficacia de sus diálogos y la riqueza de sus situaciones. Una pieza es apenas la aproximación de un espectáculo, se sabe desde que el teatro se inventó en Grecia hace 2 500 años; sin embargo, la obra escrita es una guía indispensable, guión se le llama en la jerga teatral, y su poder alcanza no sólo al teatro, también a otros medios. Un buen guión es el principio de una buena producción. Aunque la consolidación y éxito de una obra esté a cargo del grupo que lo pone en escena o que lo lleva a la pantalla.
Supongo que Shakespeare soñaba con actores y personajes cuando escribía sus obras para ganarse la vida. Molière, que cumplió 400 años en este 2022, fue primero que nada un equipo de trabajo, una compañía itinerante que fue inspiración y realización de sus sueños. Nuestro admirado Chejov no habría escrito sus complejas piezas sin la complicidad del Teatro de Arte de Moscú dirigido por Stanislavki, que fue quien dio vida y vigor a sus personajes.
En nuestros días la compañía ha tratado de substituir al dramaturgo, difícil reto pues la escena tiene sus secretos, entre ellos que es como un navío con capitán y un derrotero hacia su destino. Y al final de cuentas el depositario de todo este esfuerzo es el actor: Medium entre el espacio escénico y el mundo propuesto por la obra. Comediantes que son alma y fuerza del espectáculo.
Para substituir al dramaturgo se ha buscado inventar nuevas formas de dramaturgia. La compañía francesa del Théâtre du Soleil que dirige Ariane Mnoutchkine lo ha intentado con cierto éxito, pero al final aparece un dramaturgo que cosecha los esfuerzos de las improvisaciones colectivas, en este caso Hélène Cioux. Es decir un autor en presencia de una compañía. Por cierto en este misterio de la creación, ¡qué gran obra es Seis personajes en busca de autor! Pirandello es un adelantado de las tablas y de los secretos de la representación en el teatro y en la sociedad.
Antonin Artaud proclamó en El teatro y su doble la liberación del yugo del dramaturgo. Lo que no quiere decir que eliminara la presencia del texto, más bien ponía el acento en la fuerza del grupo y la escena. El teatro primero es escena, después literatura. Lo sabía Artaud que fue actor de teatro y cine, y también como director de escena. Sin embargo lo notable fue que inspirados en su mensaje son dramaturgos los que logran una revolución del teatro a mediados del siglo pasado: Beckett, Ionesco, Adamov, reinventan la escena con un leguaje teatral liberado de la lógica.
En la actualidad el oficio de dramaturgo es rudo, poco solicitado, a menos que trabaje con un grupo o ya tenga renombre (marketing del autor). No es como el narrador que trabaja por su cuenta y sólo enfrenta el gusto y deseo de un editor para ser publicado. El autor de teatro es un poeta de la escena, creador de personajes y situaciones. Además no cuenta con alguna ganancia por la edición de sus obras, la venta de libros de teatro es muy escasa, las obras se leen poco y tal vez sea mejor así, aunque leer a los clásicos puede ser muy aleccionador. ¿Qué sería de nuestra visión del mundo sin la intervención de nuestros arquetipos de cultura? No tendríamos a Fausto y sus conocimientos que de poco le sirvieron frente a su ambición, y a Mefistófeles (otro personaje emblema); tampoco tendríamos al vilipendiado Don Juan, figura española por excelencia, no sabríamos con tanta claridad que La vida es Sueño, y nos faltaría el desfile de personajes que nos legaron la tragedia y Shakespeare.
El dramaturgo seguirá en la búsqueda de los nuevos caminos de nuestro tiempo pleno de artificio, artilugios y confusión. Escribir para el teatro tiene secretas recompensas, raíz, tronco y fruto en el tiempo, galería de personajes, creación de situaciones únicas. Y la compañía será su mejor apoyo. Porque el teatro es una tarea de grupo, su riqueza y su dificultad, más vale no olvidarlo.
París, agosto de 2022