Dudas
«Que din os rumorosos
na costa verdecente
ao raio transparente
do prácido luar?
Que din as altas copas
de escuro arume arpado
co seu ben compasado
monótono fungar?»
(¿Qué dicen los rumorosos [pinos]
en la costa que reverdece
al rayo transparente
del plácido lunar?
¿Qué dicen las altas copas
de oscuras hojas arpadas
con su bien acompasado
monótono sonar?)
Dos preguntas simbólicas (o no) abren el poema de Eduardo Pondal que da letra al himno gallego.
«To be, or not to be- that is the question:
Whether ‘tis nobler in the mind to suffer
The slings and arrows of outrageous fortune
Or to take arms against a sea of troubles,
And by opposing end them.»
(Ser o no ser, esa es la cuestión:
¿Qué es más noble para la mente:
sufrir los golpes y dardos de la ultrajante fortuna
o coger las armas contra un mar de adversidades
y oponiéndose darles fin?)
Esta es la pregunta con la que se abre el paradigmático soliloquio de Hamlet en la obra homónima de William Shakespeare. Un soliloquio que, con el tiempo, se ha convertido en la expresión de la contradicción humana.
Durante siglos todo el mundo estaba de acuerdo en que el teatro es la mímesis de acciones, como expone Jaume Melendres en La Direcció dels Actors. Diccionari Mínim (Institut del Teatre, 2000).
Precisamente, la primera entrada de este magnífico diccionario del arte teatral es «Acción», y tras la primera definición, tomada de Schlegel y de Hegel, Melendres introducirá el meollo de la cuestión.
La definición mentada dice:
«Ejecución de una decisión destinada a modificar una situación que el personaje considera insoportable o, al menos, mejorable.»
Y aquello que transforma la ejecución de una decisión en dramática, o sea, el meollo de la cuestión, es:
«En consecuencia, podemos afirmar que aquello que las hace dramáticas es el momento previo a su realización, el lapso de tiempo – generalmente breve pero intenso – en que el personaje decanta sus dudas, define su voluntad y se dispone a ejecutarla: es por ello, precisamente, que el soliloquio de Hamlet sobre el ser y el no ser se ha convertido en el paradigma del teatro.»
Plantear cuestiones, formular dudas desde la dramaturgia, además de un componente endógeno de la acción, resulta un acicate y un motor para el pensamiento, conflictuado quizás, de la recepción.
Si la pregunta o la duda es la finalidad, el punto de partida y el de llegada, entonces nace muerta.
Aunque no haya respuestas, las buenas preguntas, las buenas dudas, son las incitadoras, las excitadoras, las inquietantes, las que generan expectativas, las que ponen nuestro sistema nervioso en alerta y nuestra actividad neuronal y emocional en movimiento en busca de resoluciones, en busca de respuestas, en busca de conclusiones.
Una persona de confianza me avisa de mi excesivo uso de listas de sinónimos. Y es que yo necesito rodear el campo semántico en busca del túetano de las cuestiones sobre las que pienso. Consciente, también, de que cada palabra existe, por alguna razón más o menos clara o misteriosa, para añadir un matiz, una pequeña diferencia. Al listar sinónimos intento aproximarme a aquello que busco y que… la mayoría de las veces no encuentro. Pero en esa inevitable y apasionada búsqueda mitigo, en parte, las dudas, calmo la excitación… y, sobre todo, gozo.
Indagar, asomarse a los huecos de la incerteza, estirar las manos para tocar horizontes nuevos que, intocables, se desplazan… a mi me produce una excitación gozosa, un júbilo.
En dramaturgia la clave está en el ritmo, en el manejo de la tesión-atracción, en la adecuada dosificación de la excitación, para no producir ansiedad ni tedio. En una medida del movimiento que, en su proporción, se adhiera al sentido que las dudas, las cuestiones, las preguntas… apuntan.
La clave está en el movimiento y en el placer que genera. Las preguntas, las dudas, las cuestiones… han de producir movimiento, un tipo determinado de movimiento, una coreografía precisa y bien diseñada que, a su vez, dará lugar a un tipo determinado de placer.
Sí, amigas y amigos. Igual que existen diferentes tipos de movimientos, también existen diferentes tipos de placeres.
A mí me interesan y me gustan aquellas preguntas y aquellas dudas que los activan y los producen.
Y aunque las dudas y las preguntas puedan parecer abstractas, místicas o trascendentales, ¡ojo!, los movimientos (la coreografía) y los placeres deben ser físicos, materiales, palpables… como el olor de las agujas de los pinos que suenan, como arpas celestiales, en el poema de Eduardo Pondal que abre cuestiones en el himno gallego para promover el movimiento.
(Cambiando de tercio: Un movimiento que parece que no acaba de darse. ¡A ver si Galicia-Hamlet sale de dudas y se pone en marcha hacia la emancipación de una vez por todas!)
Afonso Becerra de Becerreá.