Sud Aca Opina

El abejorro no puede volar, pero él no lo sabe

Hasta hace muy poco tiempo la ciencia afirmó que dado su peso excesivo para el reducido tamaño de sus alas, su geometría, y en definitiva, su nula lógica aerodinámica, el abejorro no podía volar, pero como el abejorro ignoraba su imposibilidad de hacerlo, volaba feliz entre las flores; feliz de la vida confiado en sus incomprendidas capacidades.

No se pueden saber los dones de un mono si se le pide volar ni los de una planta si se le pide escribir un ensayo sobre la vaca.

En su ego infinito los hombres de ciencia encasillaron al abejorro en las leyes conocidas hasta el momento de tan aberrante afirmación sobre su incapacidad de volar. De manera equivocada basaron su juicio en las leyes de la aerodinámica, coartando así, al menos en teoría las posibilidades naturales de volar del insecto rebelde ante el orden establecido.

Los eruditos de las teorías tuvieron que cambiar el enfoque sobre el fenómeno y ahora explican su vuelo gracias a leyes de la física de fluidos y no de la aerodinámica.

¿Explicar el comportamiento aire como si fuera agua?

Tener plena consciencia de las propias capacidades nos puede llevar más lejos que el conocer esas limitaciones que otros nos cuelgan como un lastre difícil de cargar.

Cuesta sacarse las etiquetas que nos definen como individuos y restringen nuestras posibilidades pero se puede.

La historia del homo sapiens, ese animal casi simio, está llena de ejemplos que avalan esta afirmación a priori ingenua.

Albert Einstein, ese loco despeinado que revolucionó el enfoque con que la física explicaba la realidad material, no aprendió a hablar hasta los 3 años.

La madre de Thomas Edison lo tuvo que sacar del colegio y encargarse ella misma de su educación porque según sus profesores él era demasiado estúpido como para aprender.

Walt Disney fracasó en su primera empresa.

Luis Braille, siendo ciego, tuvo que inventar un método para relacionarse de mejor manera con el mundo.

Frida Kalho tuvo poliomielitis y a pesar de fuertes dolores que la acompañaron toda su vida, llegó a ser una gran artista.

Ludwig Van Beethoven escribió su novena sinfonía estando ya completamente sordo.

Leonardo da Vinci, supuestamente tenía dislexia, TDAH (Trastornos De Aprendizaje por Hiperactividad), déficit atencional y otras dificultades de aprendizaje.

Stephen Hawking, hombre con esclerosis, a pesar de sus limitaciones físicas progresivas, se ha transformado en un referente científico contemporáneo.

Suma y sigue. La lista de quienes lograron superar sus limitaciones es interminable.

Se puede, a pesar de todo se puede.

Librándose de las etiquetas se puede.

A conciencia, con esfuerzo y perseverancia, se puede.

Tampoco se trata de caer en el denominado efecto Dunning-Kruger, cual es creer que sabemos más de lo que realmente sabemos. De hacerlo así de cierta manera estaríamos asegurándole al abejorro que no puede volar.

Aunque nos demuestren con irrefutables leyes escritas que eso es imposible, todos podemos encontrar la manera de volar.

Bzzzzzzzzzz.


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