El agua de los manantiales
Cuesta escribir cuando lo que se vive en directo y lo que se recibe por diversos medios, conforman un caos emocional. Estoy a punto de abandonar Brasilia donde he pasado una semana en su Cena Contemporânea. Lo noticiable es que no he visto el sol, que ha llovido copiosamente todos los días con sus tardes y sus noches. Algo que se corresponde con la etapa del año y que es una bendición porque hacía cerca de doscientos días que no sucedía. Esta agua que equilibra la tensión hídrica de esta tierra roja abundaba, no obstante, en formar un conglomerado de difícil asimilación, con todos los efectos perniciosos que otra agua ha producido en València, donde a las muertes se une el dolor de la falta de respeto institucional y de la negación de una negligencia dolosa.
Las muertes, los destrozos, todavía quedan desparecidos, forman un paisaje aterrador, pero ajustando la lupa vemos que también ha afectado a las artes escénicas de manera directa. En dos frentes, las pérdidas de materiales funcionales, más recuerdos y archivos de los almacenes de varias compañías y productoras y la destrucción o cierre temporal de edificios donde se programan las obras. Es una situación compleja, un desastre que se añade a una situación económica siempre precaria en el sector de las artes escénicas y que hay que empujar con fuerza para que, dentro de las prioridades inmediatas y urgentes, se coloque en un buen lugar la rehabilitación de esos teatros afectados y la restauración de sus programaciones, además de ver cómo se reparan los daños cuantificables por la pérdida de escenografías y diversos materiales de escenario. Vaya un abrazo a todos cuantos están afectados de manera directa e indirectamente.
Volver a Brasilia, a este festival ha formado parte de mi reconstrucción sentimental, emocional y teatral. Volver a abrazar a Guilherme Reis y Carmem Moretzshon después de unos años marcados por la contención de la respiración debido a duras circunstancias ajenas y propias constituye en sí mismo un hito. Comprobar que, a través de las artes escénicas, aunque sea desde perspectivas y conceptualizaciones no siempre coincidentes se puede fraguar una amistad por encima de todas las coyunturas teniendo al teatro como lecho propiciatorio, reconforta hasta la complacencia. Y eso en estos tiempos, a estas edades, reconforta bastante. Hace que uno mire a lo obvio y a lo circunstancial con una distancia enmarcada en un sentimiento de pertenencia, de búsqueda, de vocación.
Lo tangible es que hemos visto de nuevo teatro brasileño, teatro brasiliense y alguna incursión extranjera de diversa incidencia en el marco en el que se presentaba. No cabe duda que siendo un asiduo desde hace décadas, detecto que todo lo sucedido en Brasil en los niveles políticos ha provocado un ambiente que puede tender a la incertidumbre que se debe superar a base de convicciones, inteligencia, saber medir las fuerzas económicas, sociales, de equipos para plantear una programación que interese a los públicos que siempre ha tenido esta cita, pero que como todo en los últimos tiempos sufre de todas las tensiones de polarización que nos colocan ante situaciones de bloqueo mental.
La propuesta de inspiración para esta edición era hablar, escuchar, indagar, reflexionar sobre la memoria y la identidad como proyección hacia un futuro que se debe construir entre todos.
Y es ahí donde encontramos por un lado alivio, por otro redundancias, proyecciones de visiones subjetivas y documentación sobre hechos concretos que a partir de su singularidad alcanzan valor colectivo. Sí, es cierto, no solamente en esta semana, sino a lo largo de muchos meses uno tiene la sensación de que hay una tendencia a indagar sobre la propia circunstancia vital de los creadores, usar parte de su biografía, en ocasiones con una pátina artística que la transforma en algo que interese a la colectividad y en otras como una suerte de curación exhibicionista de sus traumas o sufrimientos. Y tanto desde la mirada de las actrices o los actores, la madre como marco, como influencia, como lugar desde el que mostrar el sitio de cada cual en el mundo.
De los espectáculos presenciados es imposible sustraerse a la calidad, sutileza, valor de memoria activa, la ejemplaridad de una vida de un gran actor que fue talismán con Glauber Rocha, que tiene en su currículo los mayores textos de la historia universal de la literatura dramática y que se presentó a sus noventa y un años con un espléndido trabajo basado en apuntes de su vida pero tejidos de manera inteligente por Flavio Marinho, para que Othon Bastos después de hora y media magnífica en escena, acompañado por una actriz que hace de “memoria” y que es el contrapunto escénico ideal, nos grite de manera impresionante: ¡Não me entrego, não!, una declaración política trascendente que hace de su vida un ejemplo vivo y combativo, abre una esperanza, da un testimonio sobre las razones por las que el Teatro es algo más que el entretenimiento en que a veces quieren reducirlo.
Como en tantos lugares, la presencia no solamente en el escenario, sino en las direcciones o las dramaturgias realizadas por mujeres es muy notable en esta edición. Unos nombres propios: Ada Luana dirigiendo una versión de La Gaviota, algo sobredimensionada en sus propuesta escenográficas, su extensión y su necesidad de explicar lo que sucede. Miriam Virna que además de verla actuando en una lectura dramatizada de una de las obras de la Coleção Holandesa que lleva a cabo la Editora Cobogó, la vimos dirigiendo “Me escuta” (Historia cotidianas de la vida verdadera), un trabajo con formato ligero, muy divertido, que propone a los espectadores un menú de casos, de relatos tomados de la calle, auténticos, que en ocasiones hielan la sangre. Una fórmula eficaz, directa. Para tener en cuenta.
Zahy Tentehari es dramaturga e interpreta un solo fantástico, “Azira’i” con rasgos autobiográficos, que se expone en unos lenguajes escénicos que mezclan cuerpo, actuación y un virtuosismo vocal sugerente. En otro campo, donde existe mucha más distancia, utilizando un lenguaje de danza contemporánea, y un uso sutil y eficaz de unos pocos, pero efectistas y efectivas herramientas tecnológicas, es la propuesta de la canadiense Heidi Strauss, “Between me and you”.
Sigue siendo Cena Contemporânea un festival de convivencia, encuentro, talleres, exposiciones, actividades constantes, una agenda casi inabarcable. Otro año más, en esta ocasión con dosis emocionales superlativas, Brasilia se convierte en un punto y seguido, en algo que me ayuda a reflexionar desde otros puntos de vista sobre este material líquido que es siempre el Teatro, la Danza, la Palabra, el Movimiento, la Amistad, el Amor. Quizás sea el manantial de las guas cristalinas de la esencia del ser humano.