Críticas de espectáculos

“El caballero encantado”/Teatro Arbolé

El Rey Pelegrín

 

Obra: El caballero encantado Autor: Iñaqui Juárez. Compañía: Teatro Arbolé. Actores/Manipuladores: Pablo Girón y Azucena Roda. Muñecos: Arbolé. Música: José Ramón Vericad-Cuti. Dirección: Javier Aranda. Teatro Arbolé (Zaragoza). 26 de junio de 2010.

El popular caballero Pelegrín, el personaje más emblemático de la compañía, ha vuelto a los escenarios para protagonizar “El caballero encantado”, el espectáculo que Teatro Arbolé presentó el pasado sábado en su sala del Parque Metropolitano del Agua Luis Buñuel. Con texto de Iñaki Juárez y dirección de Javier Aranda, esta nueva aventura de Pelegrín nos sitúa en el escenario de los cuentos clásicos. El rey, los caballeros, la princesa o el dragón forman parte de un relato que, aunque conserva una estructura clásica, está resuelto con ingenio, mucho humor y con un amplio margen para la sorpresa.

En “El caballero encantado” vemos a Pelegrín abandonando su cachiporra para convertirse en rey, y viviendo con su adorada Madalena, hija del Rey del Pollo Frito, que ha sido expulsado de su castillo. El encuentro de éste con los peculiares personajes de un bosque, hará que los acontecimientos se desarrollen de una forma totalmente inesperada. La historia es divertida, clara, precisa y mantiene viva la atención del espectador. A todo ello, se suma una construcción de gran interés dramatúrgico. Las escenas que protagonizan los muñecos están unidas por otras más cortas que dan continuidad al relato y en las que los actores explican al público cómo se fabrica la propia historia. Ese juego metateatral introduce una gran riqueza dramatúrgica en el relato. La puesta en escena entra con inteligencia en ese juego. Y así como el texto explica cómo se escribe un cuento, la puesta en escena hace visibles las mutaciones escénicas y las convierte en argumento fundamental del discurso escénico.

Hay un buen ritmo, una buena jerarquización de los diferentes elementos, coherencia estética, estilo y plasticidad. La presencia simultánea de muñecos y actores sobre el escenario está bien resuelta, y se crea un juego escénico divertido y dinámico que busca y consigue la complicidad de los espectadores. Hay un buen trabajo interpretativo y de manipulación que elimina la distancia con la sala. Con precisión, riqueza gestual, buena caracterización vocal, juego, ritmo y acento dramático, los artistas, los titiriteros, se prolongan en sus muñecos y estos se convierten en personajes llenos de vida y simpatía, que se meten al público en el bolsillo.

Joaquín Melguizo
Publicado en Heraldo de Aragón, 28-06-10


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