El cargo proporciona súper poderes
Ya ha se ha hecho pública la convocatoria para seleccionar a la dirección del denominado Festival Iberoamericano de Teatro de Cádiz. Hay revuelo. Los que llevamos décadas relacionados con el teatro iberoamericano sin tener vinculación ninguna con la agencias de amigos y los institutos de componendas de los diferentes ministerios de Exteriores y Cultura de los gobiernos de todos los colores del reino de España, tenemos opinión al respecto. Es una convocatoria muy ideologizada en su formulación. El presupuesto económico para la ejecución del festival, como todo en esta vida, es relativo dependiendo del uso, y sorprende, o al menos me sorprende a mí, la dotación económica destinada al cargo, que considero baja, o al menos, dentro de unos emolumentos de mercado que no parece ayudan a que puedan cumplirse todos los requisitos, insisto, muy ideologizados, que solicita la convocatoria.
De todo ello se desprende que acudirán muchos llamados por la posibilidad de encauzar sus destinos, puedo asegurar que sin moverme de mi sillón delante del ordenador ya sé de personas preparadísimas que podrían optar que han renunciado por esas peticiones de índole retórico que parece indicar que en sus treinta y tantos años anteriores el FIT era un desastre o algo inservible, que además de ser un injusticia es un acto de vanidad e ignorancia política y cultural, pero en estos desatinos estamos y por ese escueto sueldo destinado a la dirección. Sé de personalidades que han sido y son importantes que están promoviendo un manifiesto para señalar su creencia al leer esta convocatoria de que se quieren desprender de lo de iberoamericano y hacer un festival de mercado, para entendernos, de los que hay docenas en la península Ibérica. Para que nadie más me lo pregunte, ni me lo pida, ni en broma ni en serio, aseguro que no me presentaré, ni formaré parte de ninguna propuesta (cosa que nadie todavía me lo ha solicitado), por muchas razones de índole personal y profesional. Mi experiencia en festivales, desde la gestión hace décadas, a mi presencia en cientos de ellos, es un bien que acumulo para quien quiera escuchar, pero mis energías no son las suficientes como para pensar en proponerme. No me apetece, tengo vida propia, me gano la vida con mis cosas, me duele solamente pensar que todo pueda estar amañado, no le voy a dar a nadie, nunca más, en mi vida, la oportunidad de ejercer el veto vengativo. Y aquí, al final, el que pone más dinero es el INAEM, que nadie lo olvide.
Esta convocatoria abre en mí el eterno debate de la elección de las direcciones de festivales o teatros públicos por medio de estas convocatorias, en donde los convocantes eligen previamente a un equipo seleccionador, con lo cual ya inducen a la selección de manera interesada y en muchos acasos, ese “jurado”, lo único que hace es proponer una eterna que después desde los convocantes eligen a su preferido. Esto es lo más parecido a un acto democrático cautivo en el procedimiento. La otra alternativa es la designación directa, que los que tiene la potestad política de hacer que funcionen festivales o teatros, se mojen y adopten la responsabilidad de nombrar a quien les parezca idóneo por su trayectoria, proximidad al partido con la mayoría o por gustos gastronómicos. Viendo todo lo que ha ido sucediendo en los últimos nombramientos, empiezo a dudar de manera congénita. Àlex Rigola fue nombrado a dedo e hizo una magnífica labor. Otros fueron elegidos de manera poco transparente según esos procedimientos de camuflaje y resultaron ser nada efectivos. Y viceversa. O sea, no soy capaz de ponerme hoy muy demagogo en este sentido.
Lo que sí he detectado es que cuando a alguien le nombran director o directora de una institución teatral pública en la que también exista producción propia, sufre una magnífica mutación. El cargo le dota de hiperactividad, de una capacidad hasta entonces no detectada en ellos/as para estar en varios proyectos a la vez y dirigir las entidades. Es algo que debería ser estudiado por la ciencia. Debe existir un poder secreto que les da sicológicamente una fuerza para estar en proyectos propios y externos, con una frecuencia que nunca, jamás, en sus años anteriores se les había detectado. Y es que sea cual sea la manera de selección, lo que habría que dejar claro es qué significa dirigir el CDN, el Teatro Español, los Teatros del Canal o la CNTC. Yo sufro porque veo a gente que admiro, incluso quiero, cayendo en los mismos vicios eternos del cargo. Hacer programaciones a su medida, poniéndose ellos o ellas por delante de la institución, copando el grueso de los recursos para producir y colocando en el resto de la programación a gente muy cercana o a gente de otras instituciones para que el cambio de cromos se perpetúe. Tú me programas, yo te programo, nosotros nos programamos.
Miro en estos momentos la cartelera de Madrid y siento una pena enorme. En el CDN, el actual director lleva tres montajes seguidos. ¿Es esto normal? Lo de la CNTC es de pensárselo mucho. ¿Es esto lo que considera bueno el INAEM, y no quiero hablar de Danza? En la Naves del Español, su director o subdirector lleva montaje tras montaje, con propuestas de interés, pero que después se explotan en lo privado, en una conexión que creo debería ser investigada. La directora del Teatro Español lleva meses estrenando o reponiendo en todas las salas e instituciones importantes de Madrid. Podría estar narrando esta realidad hasta pasado mañana, porque cosas así suceden en Catalunya, en algún teatro de referencia en Euskadi, pero lo importante es que sus contratos les permiten hacer esto y cobrarlo aparte. Y ahí creo yo que no estaría nada mal estudiar unos reglamentos que fueran para consolidar la institución, no para encumbrar durante unos años a unas personas que después, al volver a su realidad, mantienen una presencia en los primeros años debido a la inercia pero que acaban en un lugar en el escalafón similar al que tenían antes del cargo y esa transfusión de súper poderes.
Y esto, me parece, influye de manera muy clara en la actual situación del teatro institucional madrileño. Y mi impresión es que ha bajado mucho el rigor, la calidad, el riesgo de las propuestas. Lo peor de todo es que tenemos varios años por delante con estos equipos en sus castillos, como señores o señoras feudales.
Alto y claro. Tiene toda la razón tu quirúrgico artículo. Pero, desgraciadamente, así es y será. He conocido – a algunos podría tildarlos de amigos- a varios de los nombrados directores que han sufrido un cambio radical en su comportamiento. Desde el cambio de vestuario hasta el cambio ideológico. El poder transforma para mal pero da mucha energía. Y eso no hay quien lo frene.