Críticas de espectáculos

El casamiento/ Witold Gombrowicz/Réplika

Forma e Inmadurez según Gombrowicz

 Tras sus dos últimas y bellas incursiones en el mundo de Chéjov con La gaviota y El jardín de los cerezos, Jaroslaw Bielski, director de Réplika Teatro, se enfrenta ahora a una obra tan compleja como es El casamiento, segundo texto teatral de su compatriota el polaco Witold Gombrowicz tras su conocida Yvonne, princesa de Borgoña. Ahora bien, si compleja es la obra, más lo son la vida y la carrera literaria del autor quien, de ser prácticamente desconocido en Europa durante su largo exilio en Argentina (hasta 1963), comienza a partir de los sesenta un proceso ascendente en todo el mundo que le llevará a aspirar al premio Nobel.

Cuando en julio de 1939, a sus 34 años, Gombrowicz desembarca en Buenos Aires del viaje inaugural del paquebote Chrobry junto con otros periodistas y escritores polacos, no es más que una promesa de las letras disfrutando de un viaje de placer. Pero el pacto Ribbentrop-Molotov se firma en esos días y la inminencia de la guerra en Europa le hace permanecer en Argentina de modo que, cuando en agosto el Chrobry inicie su regreso a Polonia, lo hará sin él a bordo. Una decisión, la de esperar y ver, que probablemente le evitará morir trágicamente como sus dos grandes amigos de Varsovia, los escritores y geniales pintores Bruno Schulz y Stanislaw Ignacy Witkiewicz, suicidándose uno (Witkacy) ante el avance del Ejército Rojo sobre la capital y asesinado el otro por los nazis. Varado en Buenos Aires sin conocer el idioma, con unos pocos dólares en el bolsillo y sin ninguna perspectiva más que la de esperar el final de la guerra, Gombrowicz cae muy pronto en ese pozo negro que es la miseria y llevando una vida muy pareja a la que por entonces llevaba Jean Genet, vive en pensiones de mala muerte, mantiene toda clase de promiscuas relaciones en los muelles y la Estación Central y subsiste de la caridad de sus amigos. Duro trance tuvo que ser éste para quien era hijo de una familia acomodada, educado en el muy aristocrático liceo de San Estanislao de Kotska de Varsovia, con una carrera de Derecho y acostumbrado a la vida bohemia en los cafés.

Lo único que puede aportar como bagaje, aparte de su formación, son sus conocimientos filosóficos (Kant, Hegel, Schopenhauer, Nietzsche) y su familiaridad con los clásicos (Pascal, Rabelais, Montaigne, Shakespeare, Goethe, Dostoïevski, Thomas Mann o Alfred Jarry). En cuanto a su obra propia, no se puede decir que aún sea muy extensa: una recopilación de cuentos de juventud, Memorias de la época de la inmadurez, publicadas en 1933 por la editorial Roj (y más tarde, en 1957, con cinco historias añadidas y un nuevo título, Macacay, el nombre de la calle de su primer refugio en Buenos Aires); su primera novela, ilustrada por Bruno Schulz, Ferdydurke, publicada también por Roj en octubre de 1937 y recibida con cierto interés en algunos medios literarios; y su primera obra de teatro, Yvonne, princesa de Borgoña, editada en 1938 en los números 93-95 de la revista Skamander sin suscitar atención alguna ni ser representada.

Malviviendo de una modesta aportación de la delegación polaca y con la ayuda de sus amigos polacos y argentinos (M. Ruskiewicz, los Capdevila, los Fürstemberg, Cecilia Benedit Debenedetti, editora y mecenas, Carlo Mastronardi, escritor integrado en el revista Sur de las hermanas Victoria y Silvina Ocampo y amigo de Jorge Luis Borges, Paulino Frydman, director del club de ajedrez del café Rex de la calle Corrientes, que se convertirá en su centro de operaciones durante dieciocho años, Stanyslaw Odyenec, quien le dará entrada, a él, ateo confeso, en las revistas católicas Criterio o Solidaridad, dirigida ésta por los jesuitas, o Eduardo Mallea, responsable de la revista cultural del diario La Nación, que le permitirá escribir en ella) Gombrowicz se dedica a escribir, frecuentemente bajo seudónimo, algunos pequeños artículos periodísticos en las antedichas publicaciones. Por fin, en noviembre de 1945, Cecilia Debenedetti decide financiar la traducción de Ferdydurke al español, reiniciándose así la carrera literaria del escritor. Trabajando mano a mano con Gombrowicz, dos famosos escritores cubanos, Humberto Rodríguez Tomeu y Virgilio Piñera, llegados aquel mismo año a la Argentina, dirigen las operaciones gritando a viva voz en el café Rex y atrayendo a numerosos oyentes. En abril de aquel año 46 y mientras sigue el vocerío en el Rex, Gombrowicz traba conocimiento con Alejando Rússovich, que pronto se convertirá en uno de sus mejores amigos. Y en agosto, empieza a escribir El casamiento.

Lo peor ya ha pasado. La traducción española de Ferdydurke aparece en abril de 1947 en las ediciones Argos de Buenos Aires con un prólogo de Ernesto Sábato y termina El casamiento en septiembre. Pero aún hay más, gracias a su amigo Juliusz Nowinski, entra a final de año como oficinista en el Banco Polaco de Buenos Aires, trabajo en el que permanecerá siete años hasta 1955 cuando empiece a poder vivir de sus derechos de autor. Subvencionado de nuevo por Debenedetti y siempre a gritos en el Rex, empieza a trabajar inmediatamente en la traducción de su nuevo drama esta vez con Rússovich, ya que sus dos amigos cubanos habían vuelto a su país. De aquellos meses dice Alejandro Rússovich lo siguiente: «Releíamos Hamlet en comandita y Gombrowicz se inspiraba en él para El casamiento porque quería crear situaciones simétricas a las de Hamlet, pero en el plano formal (…) Yo no dominaba el polaco, pero Witold me recitaba el texto en su polaco expresivo y vibrante para lograr, al menos en parte, una sonoridad y un ritmo similar en castellano (…) Esta traducción anuló, en cierto modo, el texto originario, transportándolo a un idioma que nada tenía que ver con el polaco. Al mismo tiempo, se trataba de conservar el sentido, el ritmo, la sonoridad y hasta las deformaciones de la lengua eslava. A la postre, resultó un texto nuevo, una verdadera reescritura, con añadidos que Gombrowicz hizo, llevado por la música y el espíritu peculiar del castellano».

Considerando que ésta es la traducción adoptada en El casamiento de Réplika Teatro, ¿qué sentido podríamos extraer de este «compound» original de polaco y castellano del que nos hablaba Rússovich? Por de pronto, ¿cuál es el tema de la obra? Mucho se ha elucubrado sobre este asunto y sus posibles antecedentes. La primera fuente que se cita es el Hamlet de Shakespeare que antes se mencionaba al comentar la traducción. ¿Sería acaso Enrique, el protagonista de la obra, un remedo del príncipe de Dinamarca? Y consiguientemente: ¿los padres, Claudio y Gertrudis, la pareja procaz; la sirvienta María, la dulce Ofelia; y Pepe, el amigo, un nuevo Horacio que ni siquiera logra salvar la vida? Mucha suposición parece ser cuando, como se ha dicho antes, tan sólo se trataba de encontrar situaciones «simétricas» que fijasen el tono de la obra en el plano formal, el que «sonase a Shakespeare» en ocasiones. Más conjetura aún es suponer alguna relación con Segismundo tan sólo porque Enrique dice soñar. O con el Ubu roi de Alfred Jarry si se considerasen todos los personajes secundarios (borrachos, dignatarios, cortesanos, damas, esbirros y lacayos) que, muy acertadamente para el caso, Bielski ha eliminado en su versión. Por no hablar de una glosa cristiana que la enorme cruz que preside la estancia de los padres podría evocar. Nada de todo lo anterior configura la trama aunque bien pudiese contener de todo un poco. El tema lo define el propio Witold: «Enrique – el protagonista de este drama – eleva a su padre a la dignidad de rey; y esto para que el padre le otorgue el casamiento. Pero después, él mismo, Enrique, se declara rey y quiere casarse a sí mismo… y en el momento decisivo se quebranta y cae bajo el peso de sus actos, que por ser diferentes de él, lo sobrepasan».

Su rebeldía contra el mundo superior puede calificarse de luciferina: «No soy yo el creado por Dios, sino que Dios es creado por mí. Todo lo que considero superior a mí, es creado por mí y por lo tanto inferior a mí». Pero todo no es más que un gran equívoco: no es el hombre solo quien crea sino los hombres. «Entre los hombres se crea la Forma, a la cual está supeditado el hombre». Éste es el verdadero drama de Enrique, «que siente sus propias palabras y gestos, y aún sus sentimientos y pensamientos, como algo que se realiza por sí mismo y fuera de él (…). Nadie es responsable de nada y nadie domina nada porque todo acontece entre los hombres, nada en el hombre mismo». Una obsesión, ésta de la Forma, que junto a la de la Inmadurez (ver el título, Memorias de la época de la inmadurez, de su primera recopilación de cuentos) le perseguirá toda su vida y va a ser el sujeto de su Prefacio a El casamiento. Lo que Gombrowizc quiere es escribir con toda libertad, dar rienda suelta a sus sentimientos de modo que el teatro no sea tan monótono, tan apagado, como lo suele ser de ordinario: «¿Cuál es la principal diferencia entre mi drama y una pieza de corte tradicional? En tanto que otros dramas pretenden encontrar la forma más perfecta para tal o cual conflicto de ideas, sentimientos, personajes, éste se ocupa de nuestro conflicto con la Forma misma. Si en una pieza de Shakespeare, alguien gritase a su padre «cochino», el drama estribaría en que el hijo ofende al padre; pero cuando lo mismo se da en esta obra, el drama acontece entre el que grita y su propio grito, puesto que el grito puede sonar bien o mal, tonta o sabiamente, contribuir a la elevación del autor o, por el contrario, hundirlo en el desastre y la vergüenza». Ahí está esa continua pugna entre la imperfección y la forma perfecta. El casamiento se edita en 1948 en las ediciones musicales EAM de Buenos Aires. Jorge Lavelli la montará quince años más tarde en Berlín y París.

Para ser un texto tan ambiguo, que salta continuamente de la Estupidez a lo Sublime, la puesta en escena de Jarek Bielski es impecable en cuanto a su comprensión y exposición de las situaciones que son presentadas, clara y fluidamente, desde el principio hasta el final, manteniendo el ritmo de la pieza. Un ritmo que se marca mediante la locución de la palabra, su expresión y su peso, y los escuetos gestos que la acompañan. No es tampoco trivial el trabajo que ha realizado con los actores ni el espléndido resultado que ha obtenido: Enrique (Raúl Chacón) interpreta a la perfección a ese trasunto del autor en la obra. Y no menos perfectos están Socorro Anadón (la Madre) y Manuel Tiedra (el Padre) en el tratamiento de la voz y sus respectivas caracterizaciones. Juan Erro (Pepe) y Eeva Karolina (María) les secundan muy adecuadamente.

David Ladra

Título: El casamiento (Slub) – Autor: Witold Gombrowicz – Intérpretes: Raúl Chacón (Enrique, Hijo y Príncipe), Socorro Anadón (Catalina, Madre y Reina), Manuel Tiedra (Francisco, Padre y Rey), Juan Erro (Pepe, Amigo), Eeva Karolina (María, Sirvienta y Princesa) – Aspectos Estéticos: Elizabeth Wittlin Lipton – Espacio sonoro: Chema Pérez – Puesta en Escena: Jaroslaw Bielski – Réplika Teatro

Marzo 2016


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