Críticas de espectáculos

El Castigo sin Venganza/CNTC

Un gran tesoro visto con nuevos ojos Obra: El castigo sin venganza Autor: Lope de Vega. Versión y dirección: Eduardo Vasco. Intérpretes: Arturo Querejeta, Clara Sanchís, Marcial Álvarez, Francisco Merino y Daniel Albaladejo, entre otros. Producción: Compañía Nacional de Teatro Clásico Teatro Pavón- Madrid Un soplo de aire fresco y oxigenante ha llegado a la Compañía Nacional de Teatro Clásico. Una nueva visión, un nuevo criterio que nos traslada al mismo momento en el que el Maestro Adolfo Marsillach creó esta entidad.
Una Compañía de Teatro que, llevando de la mano los tesoros literarios de un siglo dorado, pudiera llegar hasta el último rincón de un país sin demasiada cultura teatral. Eduardo Vasco, ex director de “Noviembre Teatro”, ha tomado las riendas de esta nave. Un barco un tanto varado en un mar de propuestas conservadoras, costumbristas y demasiado revisadas.
El joven director ha querido acentuar la vocación nómada del Teatro Clásico; ha querido “crear” una verdadera compañía, rodeándose de actores que atesoran una extensa trayectoria teatral, de profesionales con carisma, capaces de llenar un escenario y decir bien el verso… Algo difícil, por lo que, a pesar de todo, podemos observar.
Eduardo Vasco ha debutado como director en esta Compañía, abordando uno de los textos más bellos de nuestra literatura. Escrito por Lope de Vega. Un drama tardío, donde el amor no es objeto de juegos, de engaños o fruslerías. El amor, aquí, es lo que da sentido a la vida; la posesión física y espiritual del amado envuelve un texto armado de pasiones complejas, capaces de doblegar toda voluntad a un único deseo: El amor, como fin último, aún más allá de la muerte.
Vasco ha desnudado el escenario del Teatro Pavón (Sede provisional de la CNTC). El actor es el intermediador entre la palabra y el público. Una comunicación que solamente queda interrumpida por las notas casi imperceptibles del Opus 103-nº3, 6 y 7 y el improptu nº3 –opus 34-, de Gabriel Fauré; interpretadas por Ángel Galán. Unas notas que se asoman sigilosas, como sigiloso y clandestino es el amor de Casandra (Clara Sanchís) y el Conde Federico (Marcial Álvarez).
El honor, los estamentos, los privilegios, la deshonra, la religión… Continúan siendo los pilares trémulos, capaces de tambalearse cuando el amor irresistible se convierte en una burla, en una traición irremediable, en un engaño doloso e inocente, a un tiempo. El Castigo y la Venganza habitan la voluntad quejumbrosa del Duque de Ferrara (Arturo Querejeta); el espectador los contempla y descubre en la angelical y fantasmagórica figura de Andrelina ( Savitri Ceballos). Esa imagen es el peligro, la tentación, el amor irreverente y capaz de vulnerar toda ley escrita y dictada por el ser humano.
Pero no son iguales Castigo y Venganza. El castigo pasa por la razón. Es algo objetivo, proporcionado y legítimo. La venganza nos posee. Somos sus víctimas. Nos aleja de la racionalidad, dejando al descubierto nuestras vísceras sangrantes.
Lope de Vega lo sabe diferenciar con claridad; nos lo explica en las palabras de Duque de Ferrara. Un texto que, en el montaje presente, brilla de un modo total, gracias a un actor con mayúsculas.
Eduardo Vasco ha traído la acción escrita en 1631, hasta la década de los años 40, del pasado siglo XX… Una de las mejores obras de un Lope de Vega maduro que condensa aquí su mejor técnica, su mejor verso y la cotidiana intemporalidad de los clásicos.
La forma, una vez más, deja paso a la esencia del teatro: El poder de un actor que habla a sus semejantes.
Por otra parte y aunque, el joven regidor de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, ha sabido escoger a sus actores… alguno de ellos no debería haber traspasado la pequeña pantalla… Alguno de ellos, confunde la velocidad y la rapidez, con la naturalidad, la veracidad y el ritmo. Alguno de ellos, no es capaz de dejarse llevar por la profesionalidad de un reparto soberbio y dirigido con maestría.


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