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El CDN estrena ‘Doña Perfecta’, una obra sobre la intolerancia y la hipocresía

Ernesto Caballero dirige la puesta en escena de este espectáculo basado en la novela de Benito Pérez Galdós que prescinde de la adaptación teatral que realizó el propio escritor. ‘Doña Perfecta’, que se estrena el viernes en el Teatro María Guerrero del Centro Dramático Nacional, donde permanecerá hasta el 30 de diciembre, lleva al escenario la versión del propio Caballero, para mostrar una historia que muestra la intolerancia y la hipocresía frente al progreso y el amor.

Una obra que Ernesto Caballero deseaba llevar a los escenarios desde hace tiempo, antes incluso de su nombramiento como director del Centro Dramático Nacional, se hará realidad en noviembre con la producción que esta institución estrenará de la obra de Benito Pérez Galdós, Doña Perfecta. Para presentar este espectáculo Caballero ha prescindido de la versión teatral que el propio escritor canario publicó veinte años después de que viese la luz la novela del mismo título y se ha decantado por realizar su propia adaptación «porque todo el entusiasmo que me generaba la novela se perdía en la versión teatral. Además de incluir cambios sustanciales en la trama la versión de Pérez Galdós resulta deudora de las convenciones teatrales de la época al haberla transformado en un dramita decimonónico cargado de retórica. La consecuencia final –apunta Caballero– es que la peripecia quedaba totalmente empequeñecida».

La puesta en escena realizada a partir de la versión de Caballero mantiene toda la esencia y el naturalismo que impregna la obra de Pérez Galdós «porque en la adaptación no he puesto ni una sola palabra mía». Doña Perfecta muestra a través de sus personajes el enfrentamiento entre dos opuestos: el progreso y el rechazo a los avances tecnológicos, cuestiones que el autor ya apuntaba con claridad hace 150 años y que hoy se mantienen al observar comportamientos de resistencia a todo lo que supone progreso, investigación o desarrollo o el desdén que se manifiesta hacia todos estos aspectos. Ante ese tipo de situaciones el autor muestra el inconformismo propio de su juventud, porque «escribe desde la indignación de observar que la iglesia está metida hasta el corvejón en todos los aspectos de la vida social y todo ello unido a una estrechez de miras, a las reticencias al progreso y a un cerril ensimismamiento en lo local, que conduce a la catástrofe final».

Componente trágico

Además de mostrar la incapacidad de dos posturas antagónicas para el diálogo, ponerse en el lugar del otro e intentar llegar a algún tipo de acuerdo, es una suerte de vehemencia sectaria que «trasciende la pequeña anécdota que se presenta en esta obra del siglo xix y que hace asomar un componente trágico que a mi me interesa mucho y que he intentado trasmitir y potenciar en el trabajo con los actores».

Para conservar todo el naturalismo que atesora la novela original y que pudo haber desaparecido en la adaptación de Pérez Galdós debido a las complicaciones técnicas que suponía su traslación a un escenario y que hoy en día pueden ser resueltas con facilidad, Caballero ha optado por conservar la importancia de la que el autor dota a Orbajosa, la ciudad en la que se desarrolla la obra y que es en realidad un personaje más. Esa ciudad inventada , ‘Urbs Augusta’, «es la ciudad imperial y, al mismo tiempo, la ciudad del ajo, y que es una metáfora de la España de su momento, donde ha fracasado el proyecto liberal y que anhela regenerar la vida política y social de su tiempo».

La ciudad enferma en la que se desarrolla la historia se plasma a través de una escenografía diseñada por José Luis Raimond que se vale de un giratorio que permite «realizar mutaciones y perseverar en la idea de que siempre volvemos al mismo lugar, porque la obra comienza en nuestros días y termina en la época en la que Pérez Galdós sitúa la acción en 1870. Con ello he querido señalar que todo nos lleva al mismo punto».

La obra presenta una galería de personajes hipócritas y de doble moral hasta en sus nombres, como en el caso de Doña Perfecta, que no es nada perfecta, o Don Inocencio, que es un cura nada inocente… y cuyas personalidades quedan evidenciadas con la sentencia final: «Esto es todo cuanto puede decirse de las personas que parecen buenas y no lo son». Para interpretar a esos personajes Caballero sugirió a los actores que se creyesen su propia mentira recordando para ello «actitudes y personajes que vemos todos los días; que dicen una cosa pero sabemos que entran en contradicción con lo que dicen».

Doña Perfecta es «una historia de amor trepidante entre Pepe Rey y Rosario», aunque «la ilimitada fe en el ideario positivista del progreso tecnológico de que hace gala Pepe Rey se estrella contra una pétrea e inmutable realidad cimentada por Doña Perfecta, la madre de Rosario». Para llevar a escena esta historia viva y fresca, Caballero ha optado por lograr que la palabra sea acción y que los actores den vida a la palabra, «que sea orgánica». En esta producción el director ha optado por atribuir la conducción de la obra a las tres Troyas, que son tres personajes enigmáticos, tres solteronas, que son «la única corriente de aire fresco que existe en Orbajosa y las encargadas de abrir la función y las que realizan todo el recorrido».

Ficha artística
Obra: Doña Perfecta.
Autor: Benito Pérez Galdós.
Versión: Ernesto Caballero.
Intérpretes: José Luis Alcobendas, Diana Bernedo, Lola Casamayor, Israel Elejalde, Karina Garantivá, Miranda Gas, Alberto Jiménez, Jorge Machín, Toni Márquez, Paco Ochoa, Belén Ponce de León, Vanessa Vega.
Escenografía: José Luis Raymond.
Iluminación: Paco Ariza.
Vestuario: Gema Rabasco.
Vídeo: Álvaro Luna.
Ayudante de dirección: Víctor Velasco.
Dirección: Ernesto Caballero.
Producción: Centro Dramático Nacional, Teatro Cuyás–Cabildo de Gran Canaria. Lugar: Teatro María Guerrero – Centro Dramático Nacional – Madrid.
Fecha: Del 2 de noviembre a 30 de diciembre de 2012.


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