El Día de
Escribo esto en el día 1 de mayo de 2022, domingo y Día de la Madre. Si entro en las redes sociales voy a saturarme de ver cuánto quiere todo el mundo a sus respectivas progenitoras. Hoy es el día para demostrarlo. Pero yo a mi madre le quiero igual hoy que mañana o que cualquier otro día del año. Aunque hoy se lo tenga que demostrar.
También toca pasar por caja. Quien más nos recuerda que hoy es el Día de la Madre son los comercios y las marcas de productos, sobre todo de aquellos que se supone que están destinados a lo que nuestra sociedad considera una madre. Porque de eso se trata también, de consumir y de meter a cada cual en su casilla, en su rol.
El viernes 29 de abril fue el Día Internacional de la Danza y eso hizo que muchos teatros municipales programasen más danza de la que acostumbran a programar durante el resto del año. También algunos medios de comunicación le reservaron un espacio del que nunca gozan. Con la danza y, en general, con las artes del movimiento no acontece como con las madres, que las queremos durante todos los días del año.
En ciudades como Barcelona, Madrid, París o Porto, hay teatros públicos dedicados a la danza y a las artes del movimiento, con programaciones variadas, con espacios de residencia, con producciones y coproducciones. La danza, en esos lugares, no es un arte subalterno excepcional, como sucede en la mayor parte de los sitios.
El Día Internacional de la Danza casi se podría equiparar al Día del Orgullo LGTBIQ+ porque aparece en los calendarios de una sociedad del “postureo”, de la pose, en la que la igualdad es algo discutible y debatible, dentro de una concepción jerárquica, meritocrática, heteropatriarcal y capitalista.
Ya sé, ya sé. Sí, ya sé que estos términos parecen rancios y no están a la moda. Ya sé que han quedado desactivados por el nuevo vocabulario y las nuevas tendencias, vinculadas a las industrias tecnológicas, las TIC (tecnologías de la información y la comunicación), las plataformas digitales, y los gabinetes llamados de “recursos humanos”, etc. Sin embargo, cuando escribo “capitalista” hace eco, por ejemplo, toda esa insistencia en la empleabilidad, cuando la gente tiene que escoger una carrera, desplazando el interés por el conocimiento, la cultura y las posibles vocaciones, hacia el lucro y aquello que el mercado decida que debemos hacer si queremos triunfar (tener dinero y éxito). Cuando escribo “heteropatriarcal” solo estoy constatando lo que observo en mi día a día en los detalles. Otra vez las campañas de publicidad, educándonos en una norma afectivo-sexual. Los comentarios en la calle y en los lugares de socialización. El día que vea en el gimnasio parejas de hombres o de mujeres entrenando y dándose besos en los descansos, igual que les veo hacer a algunas parejas heterosexuales, ese día dejaré de escribir la palabra “heteropatriarcal”.
Con la danza y las artes del movimiento constato una discriminación negativa análoga. Esta desigualdad injusta puede demostrarse objetivamente con los datos de programación, así como con la cantidad en los presupuestos invertidos por las administraciones públicas, siendo prácticamente inexistente el apoyo de entidades privadas. También la presencia en los medios es residual. En los currículos educativos es prácticamente inexistente, pese a sus bondades en lo que atañe al trabajo corporal harmónico y expresivo.
Sin embargo, la danza fue una de las primeras manifestaciones de la civilización humana, un camino de unión, liberación y felicidad.
Hay un pensamiento del cuerpo y un discurso, que no es exactamente un discurso, pero que forma parte de los valores que enriquecen un pueblo. Un pueblo sin danza no es un pueblo, es una miseria. Un pueblo y una cultura que margina la danza, aunque sea sin darse cuenta de que la margina, resta empobrecida, por mucha literatura, mucho turismo o mucha industria que tenga. Es en las artes efímeras, esas que no se pueden coleccionar en galerías, museos o palacios, ni reeditar en libros que vendan millares de ejemplares, donde una cultura demuestra su amor propio y su riqueza.