El eco y la rescritura de un clásico. Chéjov y Pedroso
En torno a una amplia mesa, para la celebración y el recuerdo, comparecen AS TRÊS (VELHAS) IRMÃS (Las tres (viejas) hermanas) y el joven MARTIM PEDROSO, dramaturgo, actor y director, vestido con sombrero y traje de militar de otra época.
La levedad, los anhelos y melancolías de Irina, Masha y Olga, Las tres hermanas de Antón Chéjov, se han trocado aquí, en As três (velhas) irmãs de Martim Pedroso, en tres presencias de las que emana el peso específico de la experiencia acumulada, el humor irónico y tierno de quien ha vivido, de quien ha gozado y sufrido con pasión.
Las veteranas actrices Graça Lobo y Paula Só, más la veterana cantante de fados Mariema constituyen tres presencias vitales y veraces, más allá de los personajes de Olga (evocada por Graça Lobo), Irina (evocada por Paula Só) y Masha (evocada por Mariema).
En las personas escénicas hacen eco, por veces, los personajes chejovianos, no solo por el referente aludido sino también por la aparición, aquí y allí, de alguna réplica de la obra original.
Otra conexión directa con Las tres hermanas de Chéjov es la utilización de la deixis personal a través de los nombres de los personajes y algunos rasgos del carácter, como el propio dramaturgo señala en el programa de mano: «[…] me pareció que Olga, la más libre, la más progresista, la soltera, independiente y, en cierta manera, la líder de las tres hermanas de Chéjov, sería el personaje que Graça podría defender de forma más natural y auténtica. En seguida, sugerida por Graça, Mariema, una de las voces más interesantes del Fado y de nuestra Revista a la Portuguesa, se me figuró como una presencia poderosa y original para defender a Masha. Esta hermana es la tristeza, el desencanto y la melancolía. Es, al contrario que Olga, la mujer casada e infeliz que, debido a su conservadurismo, no supo librarse del casamiento. Finalmente, Paula Só, la más joven de las tres actrices, sería perfecta para interpretar a Irina, la más ingenua, la supuesta virgen llena de sueños que desea casarse y salir de casa.»
No obstante, Martim Pedroso reconoce que «El trabajo, más que intentar aproximar las actrices a los personajes, fue precisamente lo contrario, aproximar los personajes a las actrices […]» Y ahí radica la maravilla de esta propuesta que, por veces, podría semejar una especie de teatro documental, en el sentido que la reunión de las tres actrices da lugar a que nos cuenten experiencias propias o que, al menos, lo parecen.
Graça, Mariema y Paula despliegan sus relatos de vida, ofreciendo detalles de épocas recientes, en el contexto de Portugal. Esto da como resultado una especie de actualización y, a la vez, le aporta, a lo que nos cuentan, un estatuto de veracidad.
Otro elemento que contribuye a esa sensación de estar ante un mosaico de fragmentos de historias reales ficcionalizadas, mezcladas con réplicas chejovianas o textos escritos por Pedroso, son las grandes fotos que cuelgan en escena y en las que podemos ver a las actrices en diferentes situaciones y momentos artísticos de hace tiempo.
El dramaturgo y director, sentado en la mesa, le apunta el texto a la actriz más mayor, y lo hace como quien profiere una réplica que, de inmediato, se desdobla en otro tono en la boca de Graça Lobo.
Esta rescritura del clásico arranca con las primeras líneas de la obra original y, después, deriva hacia las propias actrices y hacia aquellos retazos de historias que, de alguna manera, resuenan en el texto de Chéjov.
Mariema nos canta un fado en el que afirma que no pueden marchar a Moscú porque el Fado tiene casa en Lisboa.
Graça Lobo recuerda a Mário Cesariny de Vasconcelos, poeta y pintor, principal representante del surrealismo portugués. Para Graça Lobo, Mário Cesariny fue la persona más libre que ella conoció en su vida, por eso nos cuenta una aventura con él, a modo de homenaje.
También nos cuenta una divertida anécdota de la visita oficial a Lisboa de la princesa Diana y del príncipe Carlos de Inglaterra, en una recepción en el Palácio Nacional da Ajuda a la que fue invitada junto a Natália Correia, escritora y activista en la lucha contra el fascismo y defensora de la cultura y los derechos humanos y de la mujer.
Casi como si se tratase de un pacto de juego, Martim Pedroso, también le murmura, al micrófono, el texto de Masha a Mariema, que ésta repite en un encaje coral que redimensiona el recuerdo de su marido, con quien siempre ansió ser feliz sin conseguirlo.
Las fotos colgadas se iluminan en rojo, mientras se atenúa la luz de la mesa y parece volver, incandescente, un pasado que aún vibra y resurge.
Hacen brindis y se gastan bromas. Martim les sirve sopa mientras ellas enumeran nombres de platos típicos de la gastronomía portuguesa. Comen y beben con la excusa de celebrar el aniversario de Irina – Paula.
Irina – Paula: «¡Esta sopa está ácida!»
Masha – Mariema: «La que está ácida es nuestra boca.»
Acidez y dulzura, alegría y tristeza… se reparten momentos y emergen en las presencias de estas tres actrices con una inusitada y emocionante veracidad.
AS TRÊS (VELHAS) IRMÃS preserva la médula del acto teatral: el encuentro y el juego. En el encuentro, las actrices se muestran sin superponer máscaras ni personajes ajenos. En el juego, interaccionan con los objetos (fotos, copas, platos, libro de Las tres hermanas de Chéjov…) y con el simulacro de Olga, Masha e Irina, así como con algunas de sus ansias.
El encuentro y el juego, guionizado por Martim Pedroso, da lugar a historias inventadas como si fuesen recuerdos, historias que se nos cuentan solo porque son bellas y revelan esa voluntad de querer vivir una vida feliz.
Hay, incluso, una escena en la que comparten un porro, supuestamente de marihuana, entre risas y recuerdan las historias de los primeros besos.
«¿A dónde es que yo quería ir: a Moscú o a Londres? Me quedé aquí, parada y quieta a la espera.»
La condensación de los sueños incumplidos (o cumplidos) en recuerdos, tiende una distancia épica (narrativa, diegética) que hace que la acción dramática se diluya para concentrarse en lo referido, en lo contado, en lo evocado…
Estamos ante un presente desde el cual ya ni se recuerdan los sueños de antaño que se han evaporado igual que aquel perfume del cuento de Mia Couto.
«¿Qué es lo que hay allá afuera?» repite, insistentemente, Olga, en uno de los pasajes, mientras mira hacia el graderío de la sala del TECA (Teatro Carlos Alberto do Porto. TNSJ, Teatro Nacional São João. 16/05/2015).
Las actrices tienen un encuentro con nosotras/os, se dirigen a nosotras/os, nos cuentan, nos confiesan, nos interpelan, bromean con nosotras/os. Estas son las acciones, esta es la vida desde la que se contempla la vida.
Las preguntas que lanzan al graderío son las que están haciendo eco en sus interiores, son preguntas clave que aglutinan en sencillez otras más complejas y profundas.
Afonso Becerra de Becerreá.