El efecto de la ayuda
Hemos escrito en algunas oportunidades sobre la fuerza ideológica, oculta, de las palabras, porque nos parece precario el conocimiento, que de las partes oscuras del lenguaje se tiene, como son su capacidad de manipulación y su interferencia en la generación del saber, y porque consideramos este desconocimiento, una de las razones por las cuales el desarrollo social suele tener tantos obstáculos.
Nuestra relación con el lenguaje es de inercia, porque la educación está diseñada para no perturbar la conciencia del individuo por ausencia de movimiento y de explicaciones, y por lo cual nuestra preocupación por ahondar en las percepciones, es limitada.
Existen dos expresiones a las cuales se les suele dar un gran despliegue publicitario, debido a su significante relacionado con la generación de dependencia, y que son: ayuda y subvención.
La expresión ayuda, tradicionalmente ha sido entendida como la define el diccionario, pero puesta en la realidad genera una sensación de generosidad, que lleva a quien recibe la ayuda, a crear en su conciencia un nicho dentro del cual se venera a quien la concedió, o a quien tendió el puente para conseguirla.
Todas las acepciones de dicha palabra, remiten a actitudes, que consideran subalterno a quien las asume, como se puede apreciar en esta selección: Subalterno que en alguno de los oficios de palacio servía bajo las órdenes de su jefe, o criado cuyo principal oficio es cuidar del vestido de su amo.
Como se puede observar, ninguna de estas acepciones se refiere, ni siquiera en forma tangencial, a alguien con dignidad e independencia, y sí a quien está destinado a la servidumbre.
Esta expresión ha tomado otras definiciones, para ajustarse a los nuevos tiempos, mas no por ello su soporte ideológico ha perdido fuerza.
Hoy en día esta palabra se halla vinculada al acceso a fondos para ejecutar actividades, en el caso que nos importa definir aquí, las culturales, y debido a las formas establecidas para generar el vínculo entre quien da la ayuda y quien la gestiona, surge una relación de dependencia, que obliga al gestor a hacer un reconocimiento público a quien entrega la ayuda o ha servido de intermediario para conseguirla.
La fuerza definitoria de la palabra depende del ajuste ideológico a que está abocado el lenguaje, y por eso la definición de esta palabra, como «socorro en dinero para costear en parte algo», está ahora en vigor.
La contemporaneidad ha modificado la interpretación del lenguaje, para hacerlo compatible con las nuevas relaciones entre las personas, caracterizadas por lo económico, y palabras con un acento misericordioso, como ayuda, han sido sustituidas por otras que sugieren esfuerzo, y por eso se ha empezado a aplicar la palabra subvención, definida por el diccionario como, gratificación que se solía dar, además del sueldo, al que ejercía algún empleo o cargo.
Subvención es una palabra que sugiere esfuerzo compartido, pero el efecto sigue siendo igual al producido por la palabra ayuda, porque la estructura de poder encargada de dar la subvención es la mima que daba la ayuda.
El diccionario define el verbo subvenir, como venir en auxilio de alguien o acudir a las necesidades de algo. Ahí está la fuerza del verbo, soportando el contenido de dependencia, porque coloquialmente, la subvención sigue teniendo la característica de la ayuda.
Lo anterior, significa, en lenguaje oculto, que la actividad cultural se produce, gracias a la generosidad de quienes manejan el dinero, y no a políticas de desarrollo del ramo.
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