¿De qué sexo es la palabra?

El ensayo como escritura

En los ensayos uno debe perderse en el otro, perderse hasta encontrarse para que el perderse sea una situación natural. Perderse en el otro, que el texto nos dé herramientas de ruta, para perdernos en el otro, sólo el otro nos ayudará El ensayo es una escritura, se elabora ficción desde las realidades presentes y no ideales o ausentes. Dialogo y busco reacción. Presento disparadores reales, arbitrarios, absurdos, personales, musicales, conversaciones, datos íntimos, escenas de autoría o ajenas, informaciones variadas, comentarios, abro el ensayo y lo disperso, converso sobre cosas que pasan en el medio, y se las entrego. Observo la reacción, ver qué hacen, ¿les quema las manos, el corazón, la mente? ¿Van por una acción? O vienen a plantearme:yo no sé qué es esto, ¿ qué estoy haciendo, quién soy, cuándo es el personaje cuándo el actor?¿Por qué estamos hablando de estas cosas así? Cambio el orden de la presión. No lo notan. Quedan en evidencia. Les veo la interioridad sin que lo sepan, y anoto. Veo, descubro, indago sus aberturas. Tomo y apunto. Descrifrar al actor sensible y creativo. Esto sí, esto no, esto va acá, esto va allá. El ensayo se escribe con el texto, las palabras improvisadas, los cuerpos, y el espacio. El ensayo escribe en la escena, es la dramaturgia viva del del acontecimiento, el ensayo diagnostica vida o muerte, toxinas, tumores, vicios, cansancio, aburrimiento. El ensayo es el pulso.

En la escena contemporánea conviven autores de distinta disciplina en roles viejos con comportamientos actuales, con las revisiones, la reflexión y el debate que han ejercido sobre la escena y sus anclajes. El reciclaje no es estructural, se mantiene la estructura porque la organización nos beneficia, pero se revisan los procedimientos y la jerarquía de los contenidos a la hora de aplicar, poner en práctica, crear, editar, elaborar discurso y componer una ética.

La palabra como resto. Residuo de la pulsión personal, residuo histórico, residuo político, residuo erótico. La palabra es un documento. Hay que rastrear la pulsión original.

Cuando se trabaja un texto dramático hay que ir por lo anterior, por ese carozo dramatúrgico. Las palabras deben ser cuchillos para descuartizar al animal. No hay que respetar los pies, ni esperar al compañero, ni quedarse en pausa hasta el próximo parlamento, entonces, ¿qué hace un actor cuando no tiene parlamento y relata escenicamente? ¿Cómo da vida a su cuerpo que se mantiene en escena en espera de su próximo parlamento? La palabra es la punta del iceberg, es aquella que de alguna manera «engaña» al espectador, en eso Brecht fue el primero en desmantelar el artilugio escénico. Está el orden argumental para identificar de donde viene el caos y a qué refiere, tienen el permiso para desordenar, los actores y sus personajes entran y salen, suben y bajan, esperan, pausan: capa sobre capa. Entre parlamento y parlamento, entre ensayo y ensayo, entre función y función, entre obra y obra, entre personaje y personaje, entre director y director, entre teatro y teatro, entre elenco y elenco, entre todos hasta el sepulcro. El texto se funde en la situación y quedan los cuerpos procesando lo dicho.


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