El hada de Abu Ghraib/Teatro El Mercado
La cárcel iraquí de Abu Ghraib se convirtió hace unos años en el paradigma de la cultura de guerra imperante en la nación más poderosa del mundo. Manipulación previa de la opinión pública, invasión de otro país, control de sus recursos y, para todo ello, utilización de métodos propios de las dictaduras más denunciadas del planeta. La prisión se hizo famosa por la publicación de unas fotografías en las que se ponía en evidencia la práctica de abusos y torturas por parte del ejército norteamericano, con lo cual, el rechazo a estos métodos manifestado en medio mundo quedó claramente justificado. Pero la gravedad de las torturas de Abu Ghraib fue más allá; nos hicieron preguntarnos qué motivos pueden llevar al ser humano a rendir cuentas de esa forma, y en ello profundiza el texto que pone en escena la nueva compañía cordobesa. Con El hada de Abu Ghraib, Teatro El Mercado estrenaba el pasado 24 de Marzo su primera producción en la XI Semana de Teatro de Lucena. En la capital cordobesa, la aparición de esta productora teatral parece que viene a cubrir un hueco ya endémico y que alivia en parte la falta de iniciativas culturales en esta ciudad. Nacida en el seno de la Escuela de Arte Dramático, Teatro El Mercado pretende gestionar además un nuevo espacio cultural una vez que se rehabilite un antiguo cine. Ante todo esto, solo se puede dar la bienvenida y desear larga vida a esta compañía. Y por lo visto en su estreno, este nuevo proyecto irrumpe con sólidos argumentos para constituir un referente teatral importante. El montaje se asienta en varias patas que conforman un espectáculo vibrante y pleno de tensión dramática, que integra acertadamente todos los elementos que lo componen. La primera pata es el texto de Antonia Jiménez, avalado con el premio finalista del certamen Caja España 2007. Una soldado norteamericana ha sido juzgada por las torturas cometidas en Abu Ghraib y junto a su abogado espera a que se emita el veredicto. La soldado se enfrenta en soledad al rechazo de la sociedad; el abogado, consciente de su mediocridad, aspira a conocer ahora a su cliente para redimir en parte su sentido de culpa. Desde aquí la protagonista escarba en las razones que llevan a un sistema podrido a que sus miembros realicen acciones incomprensibles para ellos mismos, mientras él encarna el papel de la sociedad manejada y anestesiada, y va mostrando su debilidad ante las evidencias de su cliente. A todo ello se suma una relación de desconfianza que, con mucha dificultad, se rompe sólo desde que aflora la verdad en cada uno de ellos. La autora traza una obra que evoluciona de forma brillante, profundizando en el tema y haciendo crecer a los personajes y que, además, gana aún más con un desenlace que devuelve al espectador la esperanza perdida. La fuerza del texto es recogida en su interpretación. Desiree Manzano y José Delgado-Llergo construyen unos personajes cargados de la dureza y tensión que les confiere el texto; ambos transmiten la desesperación de los personajes ante sus miedos, pasados o futuros, y las emociones que saltan de la lucha dialéctica. Imponen un ritmo que mantiene intacta la atención del espectador y que se ve potenciado con momentos de intensa carga dramática. Con su actuación consiguen encarnar tanto la debilidad del ser humano ante actos tan abyectos como la fortaleza que lo rebela y le devuelve la dignidad. La escenografía de Isabel Alba añade otra nota de calidad a la obra. Un gran corpóreo circular recuerda el lugar protagonista de la obra y atrapa a los personajes, los aprisiona, evocando la situación de soledad y angustia en la que se halla, sobre todo, la soldado. Los personajes se encuentran en un escenario sin salida, en un espacio curvo y elevado que les niega un hueco para escapar o esconderse; además, las ventanas que evocan la prisión aumentarán esa angustia durante la representación. En medio del espacio sólo un banco, de frente al espectador, completa un bello diseño que representa perfectamente las principales ideas del espectáculo. Y la última y principal pata sobre la que se sustenta la obra es la dirección de Paco Piñero. Por un lado, ha sabido conferir a la interpretación la fuerza del tema; maneja a la perfección los niveles dramáticos y crea unos silencios llenos de tensión. Mantiene un ritmo adecuado y los personajes van evolucionando y encontrándose en los momentos precisos. Pero además ha arriesgado incluyendo proyecciones sobre la escenografía, de las que se sirve para apoyar la narración o subrayar las emociones. Siendo un lenguaje siempre complicado, ha medido muy bien su aparición y el papel que deben jugar en cada momento. Por último, no cabe duda de que ha conseguido aunar todos los elementos para ofrecer un conjunto coherente y sin fisuras, que atrapa al espectador y le transmite lo impactante del tema que se representa. En definitiva, Teatro El Mercado se estrena con un espectáculo potente y de primera fila, que les puede dar un primer éxito que avale sus futuros proyectos. Javier Fernández