Críticas de espectáculos

El hombre menguante/ Juli Disla/Jaume Pérez

Desconstrucción

El término deconstrucción se puso de moda con la cocina contemporánea de autor, refinada y de investigación. Deconstruir una tortilla de patatas estaba entre rechufla y lo exquisito, dependiendo de quien lo utilizara. En cualquier caso, deconstruir se asocia a aislar los elementos de un todo, haciendo de cada uno de ellos un objeto en sí digno de aprecio. En cierto modo, hay que hablar de desestructurar.

En el teatro todo es posible porque es un hecho convencional donde se juega a contar historias, representar personajes, crear emociones, lanzar reflexiones…, pero se puede prescindir de la historia, de los personajes, de situaciones…, porque todo es puro juego; se trata de proponer un juego que implícitamente acepta el espectador.

En «El Hombre Menguante», Pérez & Disla desarrollan el juego de la deconstrucción teatral donde, a partir de una idea, se desarrollan todos los mecanismos y procesos precisos para construir un espectáculo teatral.

«Estamos regular. Habíamos pensado empezar denunciando…» Comienza la función; y los tres actores lanzan una batería de preguntas al público a modo de propuesta y reflexión que lleva implícita la finalidad de la posible obra. «¿A qué venís al teatro? ¿A ver la obra ‘El Hombre Menguante’? ¿A emocionaros? ¿A reír? ¿A encontrar el sentido de la vida? ¿Qué esperáis que pase? (…)» Intentan hacer una encuesta entre los asistentes que recuerda el carácter asambleario que esta compañía desarrolló en su anterior montaje, «La Gente», que también vimos en la Sala Cuarta Pared.

Tras la frustrada reacción del público, uno de los actores/personaje aporta una historia insólita que escenifica gestualmente al tiempo que lo narra: Una enorme, enorme, enorme piedra aplasta a un hombre desnudo y debajo de él un gran charco de sangre. Ya nos ha introducido en la idea base de la obra: el ser humano aplastado, sangrante, indefenso, destruido, reducido a la cosificación.

Tras la idea matriz, se pasa a la fase de improvisación y ensayos, donde uno de los actores ha de hacer una introspección para sentir y expresar que está hundido anímicamente, que se siente «una mierda», «un mequetrefe», «merezco estar muerto». Mientras tanto, los otros dos personajes le duchan con confeti a falta de purpurina que convertiría a la persona en una estatua, en un objeto de decoración.

En fin, se suceden otras escenas que significan el desarrollo de la hipotética obra, para terminar imaginando los gasto de producción donde, claro, se incluyen los honorarios de los actores, del director, los gastos de los materiales necesarios para la puesta en escena, de publicidad, gasto de sala… Mientras Juli barre y barre con parsimonia el confeti esparcido por el suelo, Toni inicia la salida de escena diciendo, «Me voy a trabajar». Es como el calderón gramatical que significa el estado de a cuestión profesional.

Con el texto de Juli Disla, Jaume Pérez dirige una puesta en escena dinámica y convincente donde queda patente el juego del análisis sintáctico del discurso de la escena, junto a la semántica social de la obra. Ambas cuestiones se complementan a la perfección mostrando una especie de parodia y teatro conceptual.

El público asiste a la función entre divertido y perplejo. Divertido porque las bromas y situaciones cómicas se suceden sin solución de continuidad.

En este sentido, la puesta en escena con el espacio vacío, a veces da la sensación de estar en una pista de circo con tres excelentes payasos que se dan bofetadas sin ruidos, se ríen de ellos mismo y hacen todo un alarde de entendimiento y complicidad; complicidad que transmite al público en un admirable juego –otra vez el juego- de interacción.

Decía que el público asiste perplejo en el sentido de que ante tanta broma y tanta metateatralidad, el contenido posee una significación profunda, conmovedora y atroz con respecto a algunos seres humanos. Y es que la obra aborda las circunstancias de la persona en su ínfima expresión. Muestra al hombre despreciado por la sociedad, hundido anímicamente, degradado a materia, insignificante, sin dignidad.

En «El Hombre Menguante» la compañía valenciana Pérez & Disla realiza una trabajo que derrocha ingenio en el discurso escénico, imaginación artística y profundidad significativa. El espectáculo, a la par de cómico permite una seria reflexión.

Manuel Sesma Sanz

Espectáculo: El Hombre Menguante.

Autor: Juli Disla

Dramaturgia: Pérez & Disla

Intérpretes: Toni Agustí, César Tormo y Juli Disla

Dirección: Jaume Pérez

Compañía Pérez & Disla

Sala Cuarta Pared de Madrid.


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