El horror al folio pre-escrito
Los que padecemos hipergrafía no tenemos miedo al folio en blanco sino al folio relleno de apuntes, de frases, de temas a desarrollar o de conceptos que son casi imposible de saltarse. Daría volteretas hacia atrás con tirabuzones si fuera capaz de encontrar un discurso limpio de coronavirus, de decisiones controvertidas, de confinamientos, cierres, estados de alarma, estadísticas y datos que a todos nos suenan retocados, cuando no mentirosos. No es posible en mi caso. Mi optimismo se ha congelado. Sufro tantas frustraciones cotidianas que solamente puedo atender a mi mala conciencia y a mis lecturas recurrentes. Quisiera poder transmitir algo de fe y esperanza, pero no encuentro el versículo de mi biblia laica donde aferrarme. Así que perdonen la insistencia.
Conozco someramente el sistema productivo de las Artes Escénicas en Alemania, sus presupuestos, su consolidación, lo que significa para la ciudadanía alemana el Teatro, de tal manera que cuando se hizo la reunificación, además de reuniones entre militares, economistas, agricultores, hubo una reunión larga, de varias semanas, en la que representantes de los teatros más importantes de las ciudades de ambos lados, decidieron la estrategia a seguir y un repertorio a hacer durante unos años para ir instaurando en la sociedad, en ambas sociedades, la necesidad, la bondad, lo que tenía de fundamento histórico y cultural para que esa reunificación fuera consistente.
Cada vez que narro esta situación que, con los años he ido perdiendo los detalles concretos, me emociono. Significa que ante un hecho histórico de esa envergadura, el Teatro contaba. Y para una persona alemana, Goethe, Schiller, Brecht forman parte de su legado, y sus teatros de proximidad, forman parte de su existencia como ciudadana alemana. Por eso si el gobierno alemán, presidido por Angela Merkel, ha decidido cerrar todos los teatros durante un mes, por lo menos, se debe tomar buena nota. No se trata de hacer propaganda, ni demagogia, ni volver a sacar el eslogan de la seguridad, que eso no se cuestiona, en Alemania quitaron las butacas de las plateas, no les pusieron un cartelito, no existían. Si han decretado el cierre, seguramente tienen algunas razones de peso.
Soy catalán teatralmente hablando, hace años que no convivo con la realidad teatral catalana al día, mi mirada a su situación política me condiciona bastante mi apreciación objetiva de las decisiones tomadas en este sentido, pero han cerrado también teatros y cines. No debe ser un capricho. La sociedad catalana es (o al menos era) teatralmente muy activa, porque hay un tejido de grupos aficionados que urden una malla sostenida en el tiempo e intergeneracional y porque en cada ciudad, pueblo, villa, desde siempre han existido teatros vinculados a entidades civiles o sindicales o patronales. Las decisiones políticas se pueden cuestionar, pero yo pediría un poco de confianza en que se hacen para acabar con la pandemia, para que no crezca el número de muertos, para que no se colapsen los hospitales.
Comprendo las dudas. No hay nada peor que la incertidumbre. El tejido laboral de las artes escénicas está muy afectado económicamente por esta situación, pero creo que deben ser los felicitadores del ministerio de Cultura, por un lado, y las consejerías de Cultura por otro, quienes deben poner en sus presupuestos, medidas que ayuden a solventar este desastre. Y me temo, y vengo insistiendo, que el año próximo será mucho peor. No parece que vaya a pararse esta pandemia, el gobierno ha pedido estado de alarma hasta el 9 de mayo, y eso va a condicionar los presupuestos de ayuntamientos, diputaciones, gobiernos autonómicos y central. Y hasta Europa se va a dedicar a atender a lo sanitario.
Así que debemos atenernos a la realidad, no es cuestión de salvar nóminas ni festivales porque sí, sino de atender este estado de alarma total, hacer caso a la pandemia, porque no es cierto que el Teatro sea invulnerable, no quiero señalar la cantidad de suspensiones debidas a confinamientos de los propios artistas, cuestión que debe introducirse en nuestras posibilidades de ejercer la profesión, porque solamente hablamos de nosotros, de nuestras necesidades, pero, ¿habría alguna posibilidad de poner nuestro arte al servicio de parar la pandemia? Sin darnos cuenta, arrollados por la realidad, siguiendo las consignas del mercantilismo imperante, como escuché en unos anuncios radiofónicos de un ayuntamiento que dice tener setenta espectáculos para divertirse, ¿deben ser las artes escénicas un placebo, un entretenimiento lleno de risa? No me hagan caso. Vuelvo a ponerme de contraejemplo, hasta hace tres días que decidí quedarme en mi casa, he ido casi cada día al teatro durante los últimos veinte días. No tengo miedo. Pero es una situación muy incómoda para todos y lo que noto en todos los casos es una falta de ilusión, que a veces me parece que se trata de una tristeza que va calando.
Si mi palabra valiera una vacuna la pondría al servicio de acabar con esto, para poder pensar en positivo en la Vida y el Teatro.