Críticas de espectáculos

El Jardín de los Cerezos / Irina Kouberskaya / Tribueñe

Cuando el arte nos hace volar, nos hace reparar en ese mundo emocional que siempre se torna universal –cuando ocurre eso-, o sea que el arte nos iguala a todos, más allá de las culturas y el idioma, cuando se puede ver lo que subyace en lo que nos parece aparente y adopta un rapto vertiginoso desde el corazón; cuando todo eso junto ocurre, podemos hablar de belleza y sensibilidad y no en sentido acotado sino Mágico.

Eso es lo que ocurre en la obra interpretada y dirigida por Irina kouberskaya, donde la sensibilidad brilla hasta alcanzar el punto cúlmen sublime en las escenas que ella misma interviene.

La puesta de la directora aparece como innovadora desde la visión del texto, la interpretación, la celeridad de matices que deslumbran al espectador y la cantidad de experiencias sensoafectivas que la protagonista y su elenco logran en el escenario.

Kouberskaya ha logrado darle a la obra de Chejov con un fuerte aire de modernidad efectivo, sin hacer tanto hincapié en el eco retórico teatral que habitualmente se ve en los montajes de esta obra; de todos modos, su acertada dirección y puesta en escena no se aleja en absoluto de los cimientos fundamentales del autor y de las líneas escénicas que caracterizan a Chejov.

La obra transcurre tal cual fue escrita pero muestra una diversidad de desarrollos psíquicos de los personajes que habitualmente se leen entre líneas. La plasmación psíquica está absolutamente delineada en cada escena, en cada gesto y en cada paso que se da por el jardín. El derrotero psíquico de los personajes es recurrente durante toda la obra y el determinante psicológico estructural de cada uno de ellos se pone en evidencia con total naturalidad, sin escatimar en prejuicios ni pensar en salubridades o insalubridades; simplemente ocurre, allí está y es parte de cada uno de ellos y en consecuencia también del público que sale del teatro con esa claridad emocional y sensitiva de todo lo que ocurre en la escena.

El Jardín de los cerezos en la versión de Irina Kouberskaya invita a ser parte de él, a querer estar y querer salirse de ese rompecabezas endotímico como lo hace la joven Ania, la única que a su modo intenta hacer un salto y volar hacia otros cerezos…

Este jardín no puede dejar de verse, recreado escenográficamente, un montaje de vestuario e iluminación fantástico que nos hace estar allí, que nos invita a quedarnos, a plasmar toda nuestra emotividad y mundo interior.

Simplemente es una experiencia única e irrepetible a quien nadie debe perderse.

Sebastián Ruiz

Madrid, enero 2010

 


Mostrar más

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba