El juicio de Dayton/Azar Teatro
Espléndido duelo compartido
Obra: El juicio de Dayton. Intérpretes: Isaac Bravo, César Martín, Francisco Mateo, Chus de Lara, Cristina Calleja, Mercedes Asenjo, Carlos Tapia y Carlos Pinedo. Dirección y dramaturgia: Javier Esteban Lamarca. Producción Teatro del Azar. Sala Cuarta Pared, hasta el día 19 de enero.
El creacionismo frente al evolucionismo, ésa es la cuestión. La fe y la ciencia se debaten en un pleito histórico desde que Darwin lanzara su teoría acerca del origen humano. Dirigismo, intolerancia y obcecación son algunos de los valores que subyacen en grupos sociales tradicionalmente dominantes que se contraponen a la libertad individual, a la condescendencia y a la reflexión intelectual de otros grupos sociales marcados por la búsqueda y el entendimiento de la razón.
En «El juicio de Dayton» según el texto de Jerome Lawrence y Robert Edwin Lee se plantea un dilema más extenso desde el punto de vista social que el mero enfrentamiento entre ciencia y religión. La cuestión no se puede zanjar sin más discusión con un «la ciencia viene a fortalecer la fe», como escuché a una jerarquía eclesiástica católica cuando hace tiempo presenciamos la función que ahora nos vuelve a ofrecer Azar Teatro. No, señor obispo, la ciencia no está en contra de la religión, sino al contrario. El problema está en la interpretación conductista o posibilista que se quiera trazar para el ser humano. Por mi parte, estoy de acuerdo con la frase «El hombre tiene derecho a pensar de otro modo», que se dice en esta función.
La compañía Azar Teatro parte del film que Stanley Kramer realizó en 1960 a partir de la obra «Inherit the wine». La pieza recoge el juicio al que se vio sometido el profesor John Thomas Scope por enseñar la evolución humana en la escuela pública.
La puesta en escena realizada por la compañía vallisoletana propone un juego teatral abierto al público con varios frentes. De una parte, está el tema de la dicotomía social que aporta el texto: conductismo y posibilismo o, si se quiere, religión y ciencia. De otra parte, está el duelo dialéctico y visceral que entablan el abogado defensor y el fiscal sin olvidad a toda una serie de personajes que se adhieren a uno u otro para rentabilizar –política, económica, afectiva e ideológicamente– el juicio. En fin, la puesta en escena plantea, y desarrolla con eficacia y convicción, el propio juego teatral de implicar al espectador.
Aparte del contundente texto, cuya elección constituye ya uno de los aciertos de Azar Teatro, el director del montaje, Javier Esteban, ha contado con un versátil elenco que, salvo tres intérpretes, han de doblar o triplicar personajes, y lo hacen con enorme naturalidad para mostrar multitud de caracteres y flecos sociológicos que transitan por la escenificación.
En este sentido, hay que subrayar el gran nivel interpretativo de todos y cada uno de los actores y actrices. A su verosimilitud hay que añadir la fuerza dramática, el ritmo escénico, la concentración en el respectivo personaje y el extraordinario trabajo de conjunción. Por supuesto, Carlos Tapia en el papel del fiscal M. H. Brady, y Carlos Pinedo como el abogado defensor H. Drummond echan un tremendo pulso interpretativo digno de grandes actores. Es un duelo que resuelven con intensidad, pasión y comprensión al contrario, al tiempo que equilibrado y preciso para que los personajes secundarios puedan ocupar su territorio correspondiente.
Llegados a este punto, hay que mencionar el gran trabajo del director para crear un espacio y una dramaturgia envolvente. Con el público ubicado en U –estoy seguro que frontalmente también resolverían el espacio con éxito– se evoca la sala de un juzgado con el jurado en un lateral, observadores en el otro, y asistentes enfrente. Los personajes se desenvuelven por el espacio, incluso ocupan asientos entre el público, para aportar mayor implicación en el juego teatral.
En «El juicio de Dayton» la compañía Azar Teatro funciona con flexibilidad y absoluta precisión tanto con la palabra como con el movimiento escénico. Sin duda, estamos ante uno de los mejores trabajos de esta agrupación castellana. El espectáculo extenso en duración pero sumamente entretenido, permite una reflexión ideológica rigurosa y un disfrute al encontrar un espléndido trabajo coral.
Manuel Sesma Sanz