Críticas de espectáculos

El Lazarillo de Tormes. Producciones El

Un historia de siempre
Obra: EL LAZARILLO DE TORMES
Versión de Fernando Fernán Gómez
Dirección e intérprete: Rafael Álvarez “El Brujo”
Teatro Infanta Isabel – Madrid
“Jamás abandonaré al Lazarillo” Con esta contundencia, Rafael Álvarez “El Brujo” presenta el tercer monólogo con el que celebra, en el Teatro Infanta Isabel, sus veinticinco años sobre un escenario.
A este entrañable personaje han precedido “El Contrabajo” y “San Francisco, Juglar de Dios”. Tres espectáculos que consagran a un genial actor que, en ocasiones, se siente más periodista que intérprete; a un actor que lleva a cabo un teatro personalísimo, aferrado a sus orígenes y alimentado con la esencia misma de un arte que ha de estar a pie de obra, que ha de beber de la actualidad social y que ha de tocar el alma de un público activo, despierto y dispuesto a caminar junto al juglar.
“El Lazarillo de Tormes” en la versión de Fernando Fernán Gómez, tamizada por la extraordinaria versatilidad de “El Brujo”, trata del hambre, de la necesidad, de la injusticia, del desequilibrio, del paraíso irreal de la infancia y de la eterna vocación de una historia que gira una y otra vez sobre un eje raído, gastado y mohoso.
Fernán Gómez captó el alma del pícaro. Rafael Álvarez ha recitado sus andanzas por gran parte de nuestra península, salpicándolas de anécdotas, de ironía, de un humor inteligente y de una complicidad absoluta con un público que sí sabe valorar el buen hacer de un actor un tanto reacio a las entrevistas, que prefiere trabajar solo, porque es tremendamente independiente y al que no le preocupa no ser uno de los actores protagonistas candidatos a un premio Max… El premio lo tiene en un cumpleaños más que feliz.
El premio lo saborea cada tarde, al poder decir lo que quiere, cuando y cómo quiere; al poder aprovechar el típico descanso para hablar, para charlar, para contar mil y una anécdotas… Al poder hacer de su montaje, en el que una silla puede, a un tiempo, representar la catedral de Toledo o la sacristía de un clérigo tacaño, una especie de Caja de Pandora; un espectáculo sorprendente, presto a la diversión y al compromiso. En definitiva, Rafael Álvarez “El Brujo” nunca abandonará al Lazarillo, porque nos encontramos ante el último juglar, capaz de optar por el camino más duro ante el dolor: El Arte.


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