Comedia de estilo
Obra: El Lindo don Diego
Versión: Rafael Pérez Sierra
Autor: Agustín Moreto
Intérpretes: Fernando Conde, Alejandra Torray, Ricardo Vicente, Luz Nicolás, Alberto Closas, Adolfo Pastor, Alicia Martínez, María Caudevilla, Marta Suárez, Maite Basago, José Hervás.
Escenografía y vestuario: Pedro Moreno
Iluminación: Juan Gómez Cornejo
Dirección: Denis Rafter
Producción: Darek Teatro
Teatro Arriaga – Bilbao – 11-10-05
Una comedia con figurón. Una comedia de estilo. Un texto muy bien aligerado en la versión realizada por Rafael Pérez Sierra que llega nítido y con muchas intenciones interpretativas por toda una compañía que funciona al servicio del mismo objetivo: divertirse, divirtiendo. No se trata de un montaje de director, es decir, Denis Rafter lo que hace es darle movilidad escénica al estatismo primigenio, colocando un coro que mueve los elementos y que subraya algunas acciones y el resto es interpretación.
La historia es clásica en el sentido de que se trata de amores y desamores, de intereses cruzados, de personajes muy señalados y caracterizados desde una convención tradicional. El central, Don Diego, es un figurón en negativo. No concita todos los valores del género, sino que su relamida presencia, su vocación narcisista, sus modos y maneras afectadas, su delirante falsa erudición lo convierte en un personaje cómico de una gran importancia, y Fernando Conde logra atrapar esa esencia del tiempo áurico y convertirla en una suerte de metrosexual en contraluz, sabiendo acompañar su decrepitud y haciendo de la caricatura un trabajo sobresaliente y no un simple recurso.
La escenografía es práctica, muy bien aprovecha por la dirección y perfectamente resaltada por la iluminación, lo que crea un espacio escénico variante que se reinventa con acciones, con juegos, para hacer que las transiciones y los múltiples lugares se imaginen. El reparto está muy bien aprovechado y cada cual en su papel tiene sus momentos de brillantez, consiguiendo en su conjunto un trabajo de gran dignidad, muy limpio y dejando que el texto llegue activado a sus receptores para conseguir la risa o la carcajada ante situaciones tan delirantes, ingeniosas en ocasiones y con un lenguaje asimilable.
Carlos GIL
