El lobo y el alma/Gabriel Ocina
Cuerpo y piano
Obra: El lobo y el alma
Texto: Gabriel Ocina
Intérpretes: Gabriel Ocina, María Vega
Coreografía: Izaskun Santamaría
Dirección: Miren Gaztañaga
Producción: Gabriel Ocina
La Merced Ikastetxea –Bilbao- 28-10-08
Un cuerpo, un piano, una voz, los movimientos, la pianista y el actor. Todo seguido, todo coordinado, todo envuelto en un hálito de misterio, casi de iniciación. Un cuerpo que emite sonidos, que se mueve, que resuma por sus poros las respuestas orgánicas de una alma perdida en un vasto abismo acotado por la sensibilidad, por una partitura, por una pauta en donde las notas suben y bajan.
Hay un texto que parece untado de esencia de mermelada de frambuesa, que huele bien, pero que se atasca en ocasiones por culpa de un liviandad dramatúrgica que nunca termina por aposentarse de manera inequívoca, y que en el diálogo entre el cuerpo y el piano, la pianista y el actor, parece sobrar todo aquello que entorpezca ese bello encuentro en sol, en la o en do menor. Un encuentro físico, musical, bello, atractivo, que la palabra invitada, por mucha vocación poética que traiga, acaba convertida en un gozne, rechina, no acaba de tomar su preponderancia y se instala en la parte oscura, como en un subtexto escénico que cuando es llamado a primer plano no se visualiza lo suficiente.
Se trata de un trabajo experimental, en muchas partes muy bien concluido, en otras a falta de los ajuste que lo liberen de vacíos, pero el actor, que es a la vez el que aporta al idea y los textos, logra establecer una buena simbiosis con la pianista, la música, los movimientos, lo que nos deja ante una esperanza de que cuaje en una obra con muy buen son, apoyada en un planteamiento tan sencillo como eficaz.
Carlos GIL