Sin lugar a dudas estamos en un momento de la historia en el que el énfasis en la síntesis no es algo a lo cual se ha llegado a través de un proceso de depuración del lenguaje y la comunicación, para hacer más breve y comprensible el mensaje, sino impulsado por un sentido de competencia de que se haya imbuido todo cuanto quiera ofrecerse a la consideración del público, dejando de lado responsabilidades como la calidad y la eficiencia, porque la misión actual de un producto no es articular un proceso social, sino generar un impacto, porque es éste, y no ya ninguna otra condición, el que garantiza su arraigo.
De lo anterior se infiere, que para quien produce un espectáculo, debe tener en cuenta, para su estructuración, el empleo de elementos capaces de captar la atención del individuo, y sustraerlo por momentos de su prisa diaria, creándole la impresión de estar participando de un acto cultural y darle al mismo tiempo la idea de estar siendo incluido en una actividad de socialización.
Esta puede ser, en esencia, la intención de lo que han dado en denominar MICROTEATRO, algo sobre lo cual recién tuvimos la primera noticia, pues somos gente de provincia, adonde suele llegar todo rumor acerca de las innovaciones, cuando éstas se hallan en estado de avance.
Sin embargo, nos complace conocer con retardo lo que va sucediendo, porque cuando llegamos a tener contacto con el suceso innovador, éste ha logrado tanta confianza en sí mismo, y tal como les ocurre a quienes logran éxito en una exhalación, desamparan los detalles, que pueden ser fácilmente detectados por quienes se entusiasman con las cosas novedosas, actuando a la manera de los niños, que les dan vueltas y vueltas con la intención de comprender para qué sirven.
Tuvimos la oportunidad de ver la semana antepasada, en Miami, durante uno de los respiros que nos dejó la asesoría del FESTIVAL INTERNACIONAL HISPANO DE NARRACIÓN ORAL – MIAMI CUENTA, una función de teatro breve, o una breve función de teatro, en un espacio diseñado para hacer una especie de gira por los senderos de la compresión escénica, durante la cual vimos unos dos intentos de obras de teatro, cada una con un permiso de no más de quince minutos para resolver su argumento, y por lo cual, con el fin de dar una impresión de cohesión y profundidad, quienes actúan mantienen casi todo el tiempo la mirada puesta en el espectador, con lo cual, suponemos, ejercen desde el comienzo del espectáculo una especie de control en la intención de análisis de éste, impidiéndole de esta manera captar en forma consciente conceptos tan importantes dentro del teatro como el tiempo y el espacio, pues la sensación final de quien acude a ver este tipo de espectáculo es la experimentada por quien va caminando por la calle y se encuentra de repente con alguien que quiere contarle un cuento y le advierte de entrada que no tiene mucho tiempo para hacerlo.
Lo breve, para ser cautivante, debe poseer atractivos que despierten emociones fuertes, capaces de mantener en un cuerpo residuos de esperanza, como las que se buscan hoy en día para romper rutinas, y por eso en este experimento se involucran elementos que conforman los anhelos de la mayor parte de las personas, como tener la oportunidad de aproximarse a alguien con fama, o participar en juegos con diversiones eróticas, pues una buena parte de quienes actúan en estos breves intentos de teatro son personajes de la televisión, y se diseñan también obras «picantes», para ser puestas al público en la alta noche, que es cuando la imaginación sugiere los sucesos más emotivos a los que el ser humano suele ser tan adicto en materia de sexo.
El microteatro responde a diseños de agilidad, brevedad, digestión rápida de reacciones, y se sirve de argumentos cuya comprensión por parte del espectador no parece fundamental para el director, porque la idea no es enseñar algo, ni siquiera incitar a algo, sino entretener
¿Será otro atentado más en contra del teatro real?
Ya veremos qué va pasando, y si el ser humano es capaz de soportar tanta brevedad.
