El mundo de los mayores
No tengo hijos. De momento. Con todo, espero tenerlos algún día y poder llevarlos al teatro.
Cada vez que asisto a un espectáculo para niños y niñas pienso en los muchos amigos del sector que, una vez padres o madres, han empezado a preguntarse seriamente por la fórmula mágica que hace posible la producción de un buen espectáculo dirigido a este tipo de público. Se trata de una manera de entender el hecho escénico y de un sector que respeto profundamente. Qué gran responsabilidad supone relacionarse con un auditorio tan singular.
Sobre el teatro para niños y niñas que se hace en la península he podido leer y escuchar muchas reflexiones. No se preocupen los trabajadores de este ámbito profesional que no vamos a tomarla aquí con nadie. He visto muchísimo teatro para niños y niñas y tengo mis ideas al respecto, pero de momento las dejaremos en la nevera, para otro día.
Hace ya unos años que un buen amigo viene dedicándose al teatro para niños y niñas. Roberto G. Alonso y su compañía tienen diferentes espectáculos en el mercado para público familiar. También es verdad que con el tema de la confianza, entre una cosa y otra, no había encontrado el momento de acercarme a conocer sus dos últimas creaciones. Ya ven qué tipo de amigo es uno.
Este sábado, finalmente, tuve la oportunidad de conocer y disfrutar de Simplicissimus, un montaje inspirado según la compañía, en ‘las llamadas revistas blancas de mediados de siglo pasado’ y que ‘rememora en clave dancística todos aquellos números musicales y humorísticos que ya en su época se inspiraron en artistas tan emblemáticos como Los vieneses, la saga Rivel, Leopoldo Fregoli o Joséphine Baker’.
Como les decía, siendo Roberto G. Alonso un gran amigo, en este espacio no haremos crítica del espectáculo. Hay que ser un poco profesional y separar las cosas. También es cierto que esta es una columna de opinión. Sin entrar pues en un análisis, en la calidad o no de la pieza, tengo que confesar que el punto de partida del espectáculo me pareció ya sensacional desde el día en que se presentó en una sesión de ‘pitching’ en la Mostra de Igualada de 2011. Una revista para niños, ¡¿a quién se le ocurre?!
Está claro que las posibilidades formales y temáticas en este ámbito son infinitas, pero no por dirigirnos a un público familiar tenemos que infantilizar el discurso, o vincularlo únicamente a las posibilidades de ocio que ofrecen las artes escénicas – que, todo sea dicho, son tan lícitas como necesarias-. Que lo que se supone adulto se cuele con responsabilidad y criterio en las producciones infantiles, tanto a nivel temático como formal –hay que recordar que los niños tienen una gran capacidad para conectar con lo abstracto- me parece también muy necesario. Algunos no hemos tenido hijos todavía, otros no van a querer tener, pero ¿recuerdan todos cuando éramos niños? ¿Qué tipo de experiencias escénicas les vienen a la cabeza? ¿Cómo percibían todo aquello que no acertaban a entender y les llegaba del mundo de los mayores como una sombra? Tengo que reconocer que el teatro infantil puede ser una gran herramienta para llegar a temas tan cotidianos como fundamentales en la vida de un ser humano, temas universales que recorren tanto la literatura dramática occidental como el día a día del ciudadano de a pie, y que puede colarse en todas las familias, como el poder o la violencia, el éxito o el fracaso, o el amor y la muerte.