El objetivo del rumor
Estamos habituados a definir las palabras de acuerdo con la explicación que de las mismas ofrece el diccionario, y en la mayoría de las veces apelando a las definiciones que la ideología y la costumbre han eternizado, sin nuestro consentimiento, y es por eso que desconocemos el efecto real que las palabras generan en el proceso social y las trampas que cada una lleva implícita para condicionarnos y someternos.
La palabra rumor, por ejemplo, definida por el diccionario como «voz que corre entre el público, ruido confuso de voces, y ruido vago, sordo y continuado» es, no obstante entendida como algo cuyo efecto va más allá de la simple provocación de confusión que le otorga el diccionario y por eso es, más que «voz que corre entre el público», una voz que manipula la consciencia de quien la oye, porque su misión es caminar muy despacio entre la gente, para destruir verdades, convertir mentiras en verdades, poner en duda la reputación de alguien, pero sobre todo debilitar la esencia de una opinión, a través de la generación de dudas, con simbología moral. Y todo esto es posible para el rumor, porque en la historia de la humanidad han influido en forma considerable la simulación, el ocultamiento, el cálculo, la falsedad, etc, y su definición utilitaria y perversa es ya parte de la genética lingüística del individuo.
El rumor generalmente tiene un origen oscuro, y por ende carece de autoría, pero también puede surgir de un acto lícito de escritura realizado con arte, es decir, incitando la parte emotiva del receptor, para evitar que lo escrito sea sometido al análisis y se descubra su verdadero objetivo, cual es confundir el significado de lo que se escribe o dice a manera de opinión.
Cuando expresamos una opinión con capacidad de cuestionar alguna estructura cuya sostenibilidad en el tiempo es consecuencia de una inercia asociada a estrategias orientadas a crear imágenes falsas, aparece el rumor, en una de sus más temidas formas cual es la amenaza de exponer públicamente la intimidad de quien opina, para poner en cuestión su dignidad, y por ende poner en duda su capacidad moral de decir la verdad.
Si hay algo a lo cual acude el rumor con insistencia es al ataque personal contra quien opina, porque es una manera eficiente de restarle valor moral al comentario, porque el ataque personal lleva implícito una serie de comentarios con capacidad de sugerir la idea de que quien opina está ejerciendo un acto de revancha.
Cuando quien opina pone en tela de juicio una estructura carente de argumentos para explicar su existencia, porque no ha sido consecuencia de un proceso, y como tal es débil en objetivos, para quien está encargado de mantener una buena imagen de dicha estructura, ante la crítica, el recurso de defensa es la invención de especies para vulnerar la intimidad de quien critica. Esa sutileza se vuelve operativa, porque existe la tendencia a creer que quien ejerce el sagrado derecho de opinar quiere destruir algo o a alguien.
Son muchos los estilos de invenciones a los cuales acudes quienes deciden defenderse de una crítica, pero, repetimos, prevalecen aquellas cuyo objetivo es ubicar a quien opina en el plano de la decepción, porque es un punto de partida para sugerir que quien se atreve a hacer una crítica está intentando subsanar una incompetencia personal, acusando a otro, o, en el peor de los casos, está impulsado por la envidia.
La generación de rumores como forma de disminuir la objetividad de una opinión es algo difícil de contener. El rumor cumple su objetivo, porque entra por asalto en la consciencia del ser humano; pero a pesar de esto, es necesario seguir opinando.
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