Sangrado semanal

El pago escondido

Leyendo las Memorias del Fuego de Eduardo Galeano, en concreto, la primera parte, la de Los Nacimientos, me pregunto: ¿Dónde están nuestros ancestros? Con nuestros me refiero a Europa. Con ancestros a aquellos que habitaron el territorio que poblamos antes de los griegos. En Europa hablamos de los griegos como cuna de la civilización occidental. Pero antes hubo. Cantaron, hablaron, soñaron, guerrearon. ¿Dónde están sus huellas fuera y dentro de nosotros?

Celtas, sumerios, etruscos. Paganismo antes de Cristo. Esa línea la cortaron. Esa línea se cortó. Hay una historia preciosa, un cuento tan duro como el de Sócrates bebiendo la cicuta o, al menos, así a mi me lo pareció. Descubrí el libro en un salón de pueblo, de esos con brasero en la mesa camilla y ecos de cientos de vivencias en sus paredes de piedra.

El libro se llama la Muerte del Paganismo y en el cuentan, que un barco cuyo piloto se llamaba Thamo, paso cerca de las islas Equinades rumbo a Italia. De noche, estando los hombres aún bebiendo en cubierta, oyeron retumbar una poderosa voz que llamaba a Thamo desde la isla de Paxi para decirle: «Cuando pases cerca de Palodes, anuncia que el gran Pan ha muerto». En ese momento, los hombres dudan si mezclarse en estos asuntos del más allá, pero finalmente, la ausencia inesperada de viento les convence de propagar la noticia frente a las costas de Palodes. Así, la nueva llega hasta Roma, donde concluyen que efectivamente, el difunto no es otro que Pan, hijo de Penélope y Hermes.

Fue Plutarco quien narró esta historia a propósito de la desaparición de oráculos que se estaba dando en aquella época. Este escritor nunca supo de la existencia de Cristo. Y sin embargo, las fechas de la muerte de Pan y la adolescencia de Cristo coinciden, ya que Thamo fue entrevistado por el césar Tiberio a propósito de la muerte de Pan entre el año 14 y 25 de la nueva era. Pan, el espíritu agreste a quien rendían culto los campesinos que trabajaban en los «pagos» o aldeas rupestres había muerto. La religión que los primeros cristianos denominaron Paganismo se había quedado sin dios. Los pueblos que habitaban la tierra poblada se habían quedado sin dios. Aún desconocían que otro dios que andaba pisando esta tierra, había entrado ya en la adolescencia.

Mi abuela era pelirroja. Asturiana para más detalles. Celta, dice mi tío, su hijo. Ella nunca me cantó. Y, sin embargo, cuando yo canto y mi voz vuela, libre de ataduras, dibuja ciertos requiebros en el aire que no sé de donde salen, que no sé de donde vienen. He de tener cuidado para que no se conviertan en un deje, en un vicio incluso, tan fuerte es esta firma cantada que me brota. Y cual fue mi sorpresa cuando, al hilo de un curso de teatro que iba a realizar, tuve que buscar la canción más antigua que pudiera encontrar. Debía ser, además, una canción que me tocara, que me conmoviera de alguna manera. Decido buscar una nana asturiana y encuentro: «Duérmete fiu del alma». Nunca antes la había oído, al menos conscientemente. Pincho en Youtube. La escucho por primera vez. Y entonces oigo los dejes, esas volutas de voz que me salen desde la tierra escondida, donde todavía no ha pasado el barco de Thamo para escuchar la noticia de la muerte de Pan.

A la tierra de fuego también llegaron barcos con sus nuevos dioses. Galeano lo sabe bien. Por eso escribe. Aún les queda algo de tiempo para salvar del desahucio a los cantos y el maíz. A nosotros no. El nuestro nos lo hemos gastado ya. Hace tiempo que olvidamos que fuimos indígenas antes de ser griegos.


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