Críticas de espectáculos

El pequeño poni/Paco Bezerra/Luis Luque

En la escuela de la violencia

Diariamente el acoso escolar alimenta los medios. Un fenómeno que no es nuevo y tampoco más frecuente que antes, pero ahora tiene más visibilidad. ¿Es esta la razón por la que estos hechos nos chocan más? ¿Qué preguntas suscitan las causas de esta barbarie, sobre la responsabilidad del entorno familiar tanto de las víctimas como del acosador, la de los profesores y de los que miran para otro lado, encerrándose en el silencio, en la indiferencia o la impotencia?

En El pequeño Poni, Paco Bezerra se ha inspirado en hechos reales ocurridos en la Carolina del Norte en los Estados Unidos durante el año 2014.

En particular llamo su atención los casos de dos niños de 9 años, Grayson Bruce y Michael Morones que sufrieron varios ataques físicos y verbales de sus colegas por llevar una mochila My Little Pony. Los dos niños eran seguidores de los dibujos animados de la famosa serie My Little Pony que paradójicamente exalta los valores de la amistad.

Otra paradoja que nota Paco Bezerra es que a Grayson Bruce, la víctima, y no a sus acosadores, le fue prohibido entrar en el centro escolar donde estudiaba, con el pretexto de que su mochila era un elemento detonador de violencia.

En su obra dedicada «a Michael Morones, a Grayson Bruce y a todos los niños y niñas que, como ellos, han sufrido insultos y agresiones sin que ningún adulto haya hecho nada por evitarlo» Paco Bezerra nos hace preguntas sobre la libertad del individuo en la sociedad, la intolerancia, la convivencia, las injusticias sociales.

El acoso escolar es una de las formas más abyectas de violencia, ya que ocurre en el ámbito familiar y educativo, el que teóricamente debería proteger a los pequeños sin experiencia, sin defensa.

En casi cada clase hay un chivo expiatorio, que lleva una mochila El pequeño Poni, que se destaca o por su aspecto físico, su ineptitud, su vestimenta, su conducta, su religión y se convierte en víctima de bromas, insultos y ataques físicos. Son las violencias a menudo invisibles, difíciles de detectar, de denunciar u ocultadas.

Se considera frecuentemente que es normal que los niños se pelean y en varias ocasiones los padres no tienen en cuenta estos incidentes que les parecen sin importancia.

No es fácil impugnar los prejuicios sobre la inocencia de los niños, por definición incapaces de violencia y aún menos de sadismo.

En El pequeño Poni el niño, la victima está ausente. Su historia nos llega a través de una serie de breves diálogos de sus padres atrapados en un laberinto sin salida.

En la escritura de Paco Bezerra muy elíptica en que los espacios de silencio intenso, de puntos suspensivos, expresan la incomprensión, el desconcierto, las dudas de la pareja sobre la actitud, la decisión que deben tomar ante la indiferencia de los profesores que no quieren mojarse en este asunto.

Luis Luque, director de escena, ha estrenado ya 3 obras de Paco Bezerra (El señor Ye ama a los dragones, La escuela de la desobediencia, Ahora empiezan las vacaciones) inscribe la acción de El pequeño Poni en un espacio despojado, abierto, en la casa de la pareja.

En el fondo un muro gris con una apertura en su centro. Dos puertas, una a la izquierda, otra a la derecha evocan las entradas en otras habitaciones de la casa. En el centro del escenario una mesa, un sillón y dos sillas. Un libro, los móviles de los padres y en el final la mochila del niño son los únicos objetos escénicos.

Las proyecciones, a lo largo del espectáculo, crean la trama visual del proceso de la destrucción del niño y de los padres.

Algunas imágenes son muy poéticas como al principios del espectáculo el cielo estrellado con dibujos de planetas, la cara del niño con los ojos abiertos que, a medida que sufre su tortura, se cierran. También la imagen de su cara con la boca cerrada cuando se encierra en el silencio.

Algunas otras imágenes y unos efectos sonoros son, a mi juicio, inútiles, redundantes, subrayando con insistencia unos momentos en el plano invisible de la acción, que el espectador percibe a través de las conversaciones de los padres.

Así por ejemplo la imagen del niño con un cuerno sobre su cabeza, referencia al little pony, caballito negro con un cuerno, o los efectos sonoros repetitivos para evocar el sufrimiento del niño, golpeando la puerta de su habitación.

También es muy pesada, con un toque de didactismo, la proyección de las caras angélicas rodeadas en rojo de los niños identificados como acosador verbal, acosador físico, acosador pasivo consentidor.

La última imagen del niño que abre sus ojos y desaparece en el cielo es muy bella y poética.

Las secuencias breves, como flashes, marcadas por lo oscuro, enfocan los momentos cruciales del conflicto, las reacciones de los padres a las decisiones de la escuela y las noticias del hospital donde en la parte final, se encuentra el niño en un estado crítico.

¿Qué ha pasado exactamente? ¿Ha intentado suicidarse o fue masacrado por sus acosadores?

Paco Bezerra nos invita en varias ocasiones a imaginar las posibilidades, las consecuencias, total a colaborar entrando en la trama.

La última frase del espectáculo: la pregunta del padre ¿qué dices? contestando a la llamada del hospital, nos deja con la alternativa, ¿su hijo sobrevive o está muerto?

Los dos actores María Adanez (Irene) y Roberto Enríquez (Jaime) son los intérpretes perfectos de la partitura bezerriana con su gama de sentimientos, de cambios de tonos pasando de la rebelión, del miedo, de la desesperación a la culpabilidad, la imponencia en su busca de una solución.

Sin entrar en la psicología de su personaje, los actores esbozan los puntos de vista, la forma de reaccionar, las actitudes distintas de los protagonistas.

El pequeño Poni es una obra potente y necesaria que hace preguntas de fondo sin proponer respuestas, ni darnos pistas, obligándonos a buscarlas nosotros mismos.

Irène Sadowska

El pequeño Poni de Paco Bezerra – dirección Luis Luque – escenografía Mónica Boromello – con María Adanez (Irene), Roberto Enríquez (Jaime)- Del 17 de agosto al 16 de octubre 2016 – En el Teatro Bellas Artes de Madrid


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