El pescado que se muerde la cola
El pasado martes 24 estuvimos reunidos en el Centro Dramático Nacional -Teatro María Guerrero – en un debate organizado por la Unión de Actores y Actrices con el objetivo de dialogar en torno a la necesidad de establecer un Estatuto del Artista que se adecúe a la realidad del sector cultural y favorezca las condiciones del oficio, obteniendo los mismos derechos que el resto de los trabajadores.
Entre los asistentes estaban los representantes de los principales partidos políticos y de la cultura:
Javier Torres, Moderador del debate. Jefe de cultura de la cadena SER.
Ernesto Caballero, Director del Centro Dramático Nacional.
Iñaki Guevara, Secretario General de la Unión de Actores y Actrices.
Magüi Mira, Actriz y directora de escena.
Mónica Runde, Coreógrafa.
Javier Maroto, Secretario general de políticas sectoriales del PP.
Marga Ibán García, Secretario federal de cultura del PSOE.
Ferré, Secretaria de programas de IU.
Julio Lleonart, diputado y número 2 por Madrid al Congreso por UPYD.
Toni Cantó, número 2 por Valencia al Congreso por Ciudadanos.
Pablo Iglesias Simón, Coordinador del programa estatal de cultura de Podemos y Coordinador de Podemos Cultura.
Mi intención en este escrito no es tanto informar los puntos que allí se debatieron como las ganas de compartir mi reflexión al respecto.
Aunque sí que es relevante conocer la realidad legal de un sector de condiciones ambiguas, irregulares y en la mayoría de los casos marginada –y ahora les citaré algunos ejemplos- mi voz pretende dar luz a la necesidad de reflexionar sobre un concepto denostado y tergiversado, excluido, cada vez más, de un sistema que pretende erradicar un derecho intrínseco de la humanidad: la CULTURA.
Para ir entendiéndonos, este fue, en resumen, el leitmotiv del debate:
«La intermitencia de nuestro empleo, caracterizado por una elevada temporalidad, ingresos inestables y una actividad fragmentada en periodos de trabajo y no trabajo, nos impide tener los mismos derechos a los artistas que el resto de los trabajadores. Por eso, de cara a las próximas elecciones, es vital para nuestra profesión que los partidos comprendan y asuman al completo nuestra propuesta para un nuevo marco legal, tanto en la Seguridad Social como en fiscalidad y representatividad sindical.»
He de confesar que hubo algunas declaraciones por parte de los representantes de la cultura que me sorprendieron en cuanto a la información citada a cerca de las desfavorables condiciones de trabajo que sufren algunos sectores y compañeros, entre ellos la danza, la música o los artistas de cualquier índole de avanzada edad, con respecto a otras profesiones.
Aunque mi intención primera no es denunciar esto, sí me parece justo ponerlo sobre la mesa para entender más profundamente lo que acontecerá en unas líneas, pues como verán, sí que es absolutamente necesario establecer un estatuto justo y en equilibrio, que en algunos países funciona desde 1902, y favorecer así una comunidad de profesionales que, muchas veces, no pueden hacer bien su trabajo porque las mismas leyes se lo impiden.
Voy a decirles donde empezó a estallar mi torrente de pensamientos: justo en el momento en que todos los representantes políticos nos dijeron, sin ningún tipo de duda, que este nuevo estatuto se añadiría a su programa electoral y que se cumpliría con seguridad.
¡Ay! Ahora que lo pienso, las elecciones son dentro de un mes… ¡Bull shit!
Miren, eso que hace que un grupo de personas se mueva de manera similar, con inclinaciones comunes, con hábitos y costumbres comunes. Eso que muchas veces determina la forma de criar a un hijo o lo que pensamos sobre las mujeres, los hombres, los países, las razas, los alimentos que comemos. Eso que determina el cómo nos enfrentemos a las cosas, lo que opinamos del amor en pareja, del éxito, de la muerte, ¡la moral! -lo que está bien y lo que está mal. Eso que está ahí y que compartes de una manera profunda con un pueblo, con muchas personas que en realidad no tienen nada que ver contigo, los intereses, los juicios, la curiosidad, la mezquindad, ¡los valores! Eso que, en definitiva, determina básicamente nuestra vida, ¡eso se llama CULTURA!
La cultura, no tiene nada que ver con el musical de «Mamma mia» o los personajes de las revistas del corazón. La cultura es la que determina si empleas tu tiempo en leer esas revistas o en ir con tu hijo a un teatro a ver la «Vida es sueño», por ejemplo.
La cultura no tiene nada que ver con un concierto de Mastretta, o con un libro de Tolstoi. En realidad esos libros y esas obras se han creado en base a una determinada cultura – creencia o pensamiento.
¿Se dan cuenta entonces porque a los países se les intenta erradicar todo lo referente al saber/decidir? –educación/ cultura.
Yo me dedico a lo que me dedico –artista- no sólo por la pasión y sensibilidad que siento al respecto sino porque CREO en ello. Un pueblo sano necesita gente/personas que se dediquen a cuestionar las cosas, a sumergirse en los misterios de la vida, a crear mundos de evasión, a investigar, jugar, sensibilizar, provocar, espejar, opinar, movilizar, iluminar, etc.
Es lógico que un sistema que pretende ser «autoritario, totalitario y uniforme» en un mundo de infinitas posibilidades pretenda dominar a sus seres manipulándolos para salvaguardar intereses personales, y por tanto mediocres, dificultando, por ejemplo, la creación de espacios -internos y externos- donde crecer/investigar/crear/aprender. Hablando en términos más capitalistas, con el talento y la capacidad que emana de esta tierra podríamos ser una de las primeras potencias mundiales de la industria cultural, sin embargo hemos decidido/permitido convertirnos en el destino vacacional lowcost de Europa.
Vayamos al grano. ¿Quiénes son los responsables de esto? ¿Es de los que nos gobiernan, de los que nos dicen lo que queremos oír y luego hacen lo que les da la gana? ¿De los artistas, por su conformismo y su falta de valor? ¿De los que prefieren ver «Sálvame» antes de ir al teatro? ¿Es del público? ¿Las empresas? ¿Es de los banqueros? ¿De los que se van y emigran? ¿De los que vienen a buscar futuro?
…no hay segmentación en el asunto, la responsabilidad es de TODOS/as, sin exclusión alguna.
Por supuesto que existen asuntos más urgentes –que no importantes- a los que atender que a este al que me refiero -que los niños tenga comida, que la gente recupere sus casas, que se atienda a los enfermos como merecen, que dejen de morir mujeres por su condición, y una larga lista de etc.- pero debo decir, y aquí me despeloto ya- que el hecho de que este país no se haya movilizado como merece ante una circunstancia como esta atiende directamente a un asunto ¡CULTURAL!
¿Qué hacemos entonces? Somos el pescado que se muerde su propia cola y que no hace más que afilarse los dientes creyendo estar mordiendo a otros.
Seamos conscientes de ello. Mi propuesta es darles/nos una oportunidad a los creadores, a los profesionales de la cultura. Mi propuesta es un cambio de visión a la «imagen medieval farandulera» que se tiene de nosotros y la desvirtuada significación del término «cultura». Mi propuesta es re-aprender a valorarnos, de atrevernos a manifestarnos, sin imponernos, porque si no asumimos que el mundo que vemos es el reflejo del mundo que llevamos dentro estaremos negando toda posibilidad de ver nacer un nuevo mundo, una nueva sociedad, y por lo tanto, una nueva vida.