El porqué de las cosas
No sé por qué ocurren las cosas, a veces intento comprender los vericuetos intrínsecos de su ocurrencia pero todavía no he llegado a ningún patrón que pueda descifrar o comprender, a algo que permita tomar distancia de esa sensación zombi de vivir a medias, transitando entre los extremos, esa sensación de ser ejecutado y ejecutor del propio destino. Yo ejecuto, tú ejecutas (a mí) pero aún seguimos vivos.
No sé por qué ocurren las cosas, sé que a veces las precipitamos, bien por miedo o necesidad, ejecutamos o nos ejecutan, a modo de precipitación, poniendo finalmente en pie o destruyendo aquello que más amamos o tememos. Todo lo precipitamos, eso también, a ti te precipito, yo me precipito, contigo y sin ti; Y también hacemos cosas, a veces hacemos que las cosas se cosifiquen y que nunca terminen de suceder; a veces nos cosificamos a nosotros mismos, petrificándonos (sin varita mágica que deshaga el hechizo), precipitados ante ese miedo feroz que nos atenaza o nos libera, ese miedo feroz a no vivir o a vivir demasiado, miedo ejecutor de las más impensables acciones o niebla imprecisa que nos atrapa inmovilizándonos, ajenos o no al desaliento.
No sé por qué ocurren las cosas, pero al buscarlas, a ellas, a las cosas y a ese porqué (palabra) porqué por qué porque por que, qué nunca sé si es separado, junto, con o sin acento, encontré una obra de teatro, y un libro (de Quim Monzó) y un blog y un canal de ciencia…, «el porqué de las cosas» yo solo buscaba un acento pero me encontré con todo eso nacido de la necesidad de saber ¿por qué? de muchos otros: la ciencia y la literatura y el teatro y las cosas y su porqué, con o sin acento, juntas o separadas.
Y de nuevo entre las cosas, yo, tu, él, nosotros, vosotros, ellos, todos pronombres personificadores (masculinos) de esas cosas, que a veces como las palabras, nos abandonan…
Y Las mujeres también estaban allí.